Una investigación
analiza por qué los conductores asumen conductas de riesgo.
Investigadores de la
Facultad de Psicología de la Universidad de
Salamanca desarrollan un proyecto financiado por la Dirección General
de Tráfico (DGT) cuyo objetivo es analizar los rasgos de personalidad
relacionados con la percepción del riesgo y el control que creen tener los
conductores. Estos factores pueden explicar algunos comportamientos de riesgo
al volante.
Los científicos quieren
identificar aquellos pensamientos y emociones que muestran los conductores con
expectativas optimistas y pesimistas, y ver cómo varía el comportamiento del
conductor ante situaciones fáciles o difíciles de controlar en la conducción.
Los datos obtenidos pueden aportar una mayor efectividad en los cursos de
reeducación vial que realizan los conductores que han perdido puntos del carné
de conducir.
“En anteriores estudios
realizados con conductores que han perdido puntos, hemos identificado que un
significativo porcentaje de los mismos muestran un marcado perfil optimista”,
explica a DiCYT Carlos Hugo Criado del Valle, profesor de la Facultad de Psicología e
investigador principal de este estudio. “Confían mucho en sus habilidades,
creen tener una mayor destreza y dominio del vehículo cuando conducen. Y en
menor medida, dan cabida a situaciones inesperadas, debidas al azar y, por
ello, fuera del control del conductor. Esto supone asumir más riesgos en la
conducción, lo que les lleva a cometer más infracciones”, comenta.
Los resultados señalan
que cuando a un optimista se enfrenta a una situación difícil y lo hace mal, no
se cuestiona su capacidad de conducir, sino que atribuye el resultado a
factores externos: ser la primera vez que conduce en un simulador, que no se
trata de un coche real o que un ruido de fondo le ha impedido concentrarse.
Estos conductores siempre creen que en una próxima vez lo harán mejor.
Por el contrario, un
pesimista tiende a mostrarse inseguro y cuestiona su destreza, incluso aunque
la situación a la que se enfrenta sea fácil. Además, considera que la
conducción no solo depende de su actuación, sino de factores en los que influye
el azar.
“Creemos que cuando los
conductores muestran altos niveles de optimismo, tienden a conducir con una
velocidad superior a los límites permitidos, amparándose en su destreza”,
apuntan los investigadores. Además, “no renuncian a una última copa, pensando
en que pueden evitar los controles de alcoholemia e incluso se pueden saltar un
semáforo en rojo creyendo que pueden controlar las consecuencias negativas”.
Tras estas pruebas, los
expertos piensan en posibles nuevas estrategias. Si un conductor con
expectativas optimistas y alta percepción de control llegase a considerar que
hay muchas variables del entorno que no están sujetas a su control personal, se
fomentaría una conducción más prudente, en la que esta persona se cuestione que
no solo están implicadas sus destrezas y habilidades. Por su parte, si los
conductores con expectativas pesimistas son conscientes de lo que pueden
controlar, al margen de los factores externos que ya consideran, también
mejoraría la prevención de riesgos.
Por lo tanto, los investigadores creen que una
evaluación previa de los conductores que se proponen recuperar puntos y una
adecuación de los cursos a su perfil es clave para incrementar la efectividad
de esta formación.
de psiquiatria.com
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