lunes, 12 de diciembre de 2016

la lectura os hará mejores

Leer ficción nos hace más empáticos.


Un estudio asegura que se puede aprender sobre las emociones al explorar la vida interior de los personajes ficticios

Leer ficción fomenta la empatía. Los lectores pueden formarse ideas sobre las emociones, las motivaciones y las ideas de los otros y trasladar esas experiencias a la vida real. Así lo afirma Keith Oatley, psicólogo y novelista, en una revisión de un estudio sobre los beneficios de la lectura para la imaginación que publica hoy en Trends in Cognitive Sciences.
En este nueva investigación se aportan fundamentalmente dos estudios que apoyan la tesis de Oatley. En el primero de ellos se pedía a varios participantes que imaginasen una escena a partir de escuetas frases, tales como “una alfombra azul oscuro” o “un lápiz de rayas naranjas”, mientras permanecían conectados a una máquina de resonancia magnética. La escena que debían imaginar, a raíz de las pistas que les iban dando, era la de una persona que ayuda a otra a la que se le ha caído un lápiz al suelo. Oatley explica que con tan solo escuchar tres frases se produjo en los participantes la mayor activación del hipocampo, una región del cerebro asociada con el aprendizaje y la memoria. “Los escritores no necesitan describir escenarios de forma exhaustiva, solo tienen que sugerir una escena y la imaginación del lector hará el resto”, añade.
La teoría de Oatley, que es profesor emérito de psicología aplicada y desarrollo humano en la Universidad de Toronto, se basa en que la ficción simula una especie de mundo social que provoca comprensión y empatía en el lector. “Cuando leemos ficción nos volvemos más expertos en la comprensión de las personas y sus intenciones”, explica el investigador. Esta respuesta también se encuentra en las personas que ven ficciones televisivas o que juegan a videojuegos con una historia narrativa en primera persona. Lo que es común a todas las modalidades de la ficción es la comprensión de las características que asignamos a los personajes, según Oatley.
El otro experimento aportado a la revisión del estudio consistía en que los participantes debían adivinar lo que otras personas estaban pensando o sintiendo a partir de fotografías de sus ojos. Para ello podían elegir entre cuatro términos que describían estados de ánimo, por ejemplo, reflexivo o impaciente. La conclusión fue que las respuestas de los lectores de ficción dieron lugar a términos más aproximados que los lectores de ensayos y libros de no ficción. Además de estos dos estudios realizados por Oatley, el psicólogo también aporta otras investigaciones que apoyan sus conclusiones, como uno realizado por Frank Hakemulder, investigador de lengua y literatura en el Institute for Cultural Inquiri (ICON), de la Universidad de Utrecht. Hakemulder afirma que la complejidad de los personajes literarios ayuda a los lectores a tener ideas más sofisticadas acerca de las emociones de los demás.  
Todos estos experimentos se enmarcan en un momento de creciente interés por los estudios sobre las imágenes del cerebro. Hace unos años, en 2009, cuando el mismo autor publicó el primer estudio sobre esta cuestión,  no había tanta disposición y expectación ante estos temas. El giro de la comunidad científica hacia este tipo de investigaciones es algo que se ha producido en los últimos años. “Los investigadores están reconociendo ahora que en la imaginación hay algo importante que estudiar”, señala Oatley.
La característica más importante del ser humano es la sociabilidad, asegura Oatley. “Lo distintivo es que los humanos socializamos con otras personas de una forma que no está programada por instinto, como es el caso de los animales”, explica el psicólogo, para quien la ficción puede aumentar la experiencia social y ayudar a entenderla.

De elpais.com 





lunes, 5 de diciembre de 2016

recomendación

Max es un joven estudiante que descubre que es capaz de rebobinar en el tiempo unos instantes para cambiar los efectos de sus decisiones.
Desde entonces usará este poder ante situaciones de acoso en su instituto. su narrativa y su proximidad al público juvenil han destacado este juego como instrumento útil contra el acoso escolar.
Videojuego Life is Strange.

de magazine.com

lunes, 28 de noviembre de 2016

desvelado el truco de los listos

Una simple expresión facial para parecer más listo de lo que es.


Tenga en cuenta solo dos detalles: ojos y comisura de los labios. Y ese puesto de trabajo será suyo


Mucho se ha escrito sobre la importancia de las primeras impresiones. Bastarán apenas unos segundos para que el otro nos diseccione y emita un juicio de valor que podría tener consecuencias. Si queremos que nos perciban como una persona inteligente, más nos vale estar despiertos y de buen humor ese día, porque nuestra propia cara influye mucho más de lo que pensamos.
En un primer encuentro, la radiografía inconsciente que se hacen los dos desconocidos que pronto dejarán de serlo va más allá de la comunicación no verbal y gestual. Según se ha descubierto a través de ciertas pruebas experimentales, algunos rasgos faciales se vinculan a la inteligencia, al margen de la expresión. Conseguir tener cara de listo (que no de listillo) sin pasar por el quirófano se podría lograr manteniendo una mirada más despierta y vivaracha que nos haga parecer más atentos y espabilados frente al otro. Eso, y un gesto amable que denote un cierto buen talante, a través de una sonrisa sutil.
Estas son las conclusiones de un estudio, dirigido por Sean Talamas, de la Universidad de St. Andrews, en Reino Unido. Este profesor e investigador de neuropsicología ha centrado su investigación en cómo afecta nuestro físico a la percepción de nuestra competencia en los demás, al notar las repercusiones que puede tener en episodios cruciales en la vida de los estudiantes, por ejemplo, cuando se juzga su valor académico, pero también para cualquiera de nosotros en una entrevista de empleo.
Los rostros con ojos más caídos y con mirada cansada, el ceño fruncido y una boca sin sonrisa, se perciben como menos inteligentes
En su investigación, en la que participaron 190 personas a lo largo de cuatro experimentos, no buscaban averiguar el efecto de la expresión no verbal, sino el de algunas variables físicas; concretamente, la apertura de los ojos y la comisura de los labios, concluyendo que los rostros con ojos más caídos y con mirada cansada, el ceño fruncido y una boca sin sonrisa, se percibían como menos inteligentes que aquellos rostros con ojos más abiertos y la comisura de los labios reflejando buen humor.
El interés por la morfología de la cara manifestado por Talamas no es aislado. Existe toda una línea científica que la integra dentro de la psicología para aplicarla como una herramienta para conocer, a través del rostro, cómo es la persona. Hablamos de la morfopsicología, una disciplina en auge “para emplear en departamentos de recursos humanos, procesos de negociación, selección de personal, o dirección de equipos, entre otras aplicaciones”, según explica Javier Torregrosa Vicedo, experto en la materia, formador en cuerpos y fuerzas de seguridad y profesor del Máster de Comunicación No Verbal Científica.
Torregrosa explica que la morfopsicología resulta muy útil en la medida en que “si sabemos cómo es alguien y cómo piensa, podremos adaptar nuestra comunicación de forma que sea entendible para ese sujeto, pudiendo llegar a convencerlo e influir sobre él”. Esta disciplina apareció en Francia de la mano del psiquiatra francés Louis Corman, en el hospital Saint-Louis de París; y, al contrario que la fisionomía, "estudia el rostro en todo su conjunto y no solo en elementos aislados de la cara”, recuerda Torregrosa.

Los ojos importan mucho

"Nuestra entrada de información cognitiva la tenemos en los ojos [es el órgano sensorial perceptivo fundamental], por lo que una mirada intensa y audaz nos hace parecer más inteligentes [denota que tenemos esa puerta 'bien abierta']”, afirma Javier Torregosa. Dada la importancia del aspecto de la mirada, alguno se preguntará si no se podrá recurrir al maquillaje para simular una inteligencia superior y, efectivamente, no es ninguna tontería. Si bien Talamas aconsejaba estar descansado, haber dormido lo suficiente y gozar de buen humor, pues todo esto se nota en la cara, el maquillaje también puede ser un plus, como indica Torregrosa: “Aplicando pintura en los ojos podemos crear la sensación de una mirada más despierta, aumentando nuestra imagen de persona inteligente”. Si va a tirar de brocha, sepa que algo de color en los labios también suma: aumenta la sensualidad.
Este sesgo cognitivo (que la gente atractiva nos parezca más ingeniosa por elefecto halo que provocan) fue muy tenido en cuenta por Talamas en su investigación, quien lo acusa especialmente en el contexto universitario, ya que, según explica, ha llegado a condicionar la futura competencia de los alumnos. En palabras de César Toledo, consultor de comunicación y de comportamiento no verbal, el efecto halo viene a ser “esa tendencia que nos hace ver como positivos los rasgos de las personas que nos atraen”.

Cómo aplico todo esto a una entrevista de trabajo

No se trata de seducir al empleador, claro está, sino de impresionarlo con su honda sabiduría. Aclarado el tema de los ojos, sepa que una sonrisa suma puntos. En inglés existe la expresión “resting bitch face”, traducido como “cara de perra”, para referirse a ese semblante seco de algunos famosos, "entre indiferente, malhumorado, serio y asqueado, que han puesto de moda determinados personajes del mundo del espectáculo y la moda, como extremo contrario a la sonrisa social o fingida”. Olvídelo: hasta el investigador de St Andrews lo desaconseja. “Quizás como provocación funcione para llamar la atención, pero en circunstancias normales, las expresiones faciales negativas generan reacciones emocionales negativas”, César Toledo.

De elpais.com

lunes, 21 de noviembre de 2016

esto fijo que no lo puedes hacer tu solo

¿Por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos?


La explicación tiene que ver con el modo en que vemos y percibimos el movimiento

Unos tenemos más cosquillas que otros, pero casi todos somos incapaces de hacernos cosquillas a nosotros mismos. La explicación tiene que ver con el modo en que vemos y percibimos el movimiento.
Para llegar al fondo de lo que nos impide hacernos cosquillas a nosotros mismos, analicemos primero otro fenómeno. Cierren un ojo y, a continuación, presionen con cuidado el lateral del otro ojo (el abierto) mientras mueven el globo ocular de un lado a otro en la cuenca. ¿Qué ven? Debería darles la impresión de que el mundo se mueve, aunque sepan que no es así.
Ahora bajen la mano y miren a su alrededor. El ojo se mueve de forma similar a como lo hacía cuando lo presionaban, pero el mundo está quieto. Está claro que la información visual recogida por el ojo es la misma en ambos casos, y que las imágenes pasan por la retina a medida que el ojo se mueve de un lado a otro, pero la percepción del modo en que se mueven las cosas solo es falsa cuando empujamos el ojo con el dedo.
Ello se debe a que, cuando movemos los ojos con naturalidad, el cerebro envía órdenes motrices a los músculos oculares y, al mismo tiempo, se envía algo denominado “copia eferente” de las órdenes al sistema visual, para que este prediga las consecuencias sensoriales del movimiento. Esto permite que el sistema visual compense los cambios que tienen lugar en la retina a causa del movimiento del globo ocular, y el cerebro sepa que los cambios en las imágenes (que parece que las cosas se han movido) se deben, en realidad, al movimiento del propio ojo.
De este modo, uno puede recorrer la habitación con la mirada y apreciar todos los detalles, sin tener la sensación de ir volando como un abejorro mareado. Cuando se presionaron el ojo con el dedo, no existía esa predicción, por lo que no tuvo lugar ninguna compensación y, en consecuencia, se alteró la percepción del movimiento.

Experimentos con cosquillas

Cuando intentamos hacernos cosquillas a nosotros mismos, el sistema motor también crea una copia eferente, lo que le permite predecir las consecuencias sensoriales del movimiento. Como prevemos con exactitud lo que vamos a sentir en la axila, por ejemplo, la experiencia subsiguiente es menos intensa que cuando otra persona nos hace cosquillas.
No obstante, hay formas de hacerse cosquillas a uno mismo, pero requieren ayuda técnica. En una investigación dirigida por Sarah-Jayne Blakemore, ahora catedrática de neurociencia cognitiva en el University College de Londres, se utilizó un robot cuyo brazo mecánico podían mover adelante y atrás las personas, con una mano; este movimiento se transfería a un segundo brazo robótico que tenía un trozo de espuma suave en su extremo, con el que acariciaba la palma de la otra mano.
Como prevemos con exactitud lo que vamos a sentir en la axila, por ejemplo, la experiencia subsiguiente es menos intensa que cuando otra persona nos hace cosquillas
Cuando los participantes se hacían cosquillas de esta forma, no sentían mucho cosquilleo. Sin embargo, cuando el robot transfería el movimiento causante de las cosquillas con un pequeñísimo retardo de 100 a 300 milisegundos, la sensación de cosquilleo aumentaba mucho. Esa pequeña demora bastaba para anular la capacidad del cerebro de prever las consecuencias de la acción, lo que producía una sensación que se parecía mucho a la que se tiene cuando alguien nos hace cosquillas.

Una cuestión de control

Hay un grupo de personas que pueden hacerse cosquillas a sí mismas, sin necesidad de demora temporal; son los enfermos de esquizofrenia que padecen delirios de control. Estos individuos sienten que sus actos (o en ocasiones sus pensamientos) no son suyos realmente, o bien que alguna fuerza extraña los crea para ellos. Según los conocimientos psiquiátricos y psicológicos actuales, estas experiencias se deben a un fallo del mecanismo que compara la copia eferente antes mencionada con las consecuencias sensoriales de la acción.
De modo que, si un paciente que sufre delirios de control levanta el brazo por encima de la cabeza, su experiencia subjetiva podría ser similar a la de que alguien le hubiese levantado el brazo y se lo hubiese colocado en esa posición. Cuando Blakemore y sus compañeros pidieron a algunos pacientes que se hicieran cosquillas con un dispositivo similar al robot antes descrito, aquellos que presentaban síntomas de este tipo de esquizofrenia tenían la misma sensación de cosquilleo cuando no había demora temporal que cuando el investigador les hacía cosquillas.
Por divertido o agradable que fuese que pudiéramos hacernos cosquillas a nosotros mismos, la razón por la que no podemos hacerlo es que el cerebro ha sufrido adaptaciones destinadas a optimizar el modo en que entendemos el mundo que nos rodea y nos relacionamos con él. Es extremadamente importante que seamos capaces de distinguir si una experiencia concreta es consecuencia de nuestros propios actos o de alguna fuerza externa.
Si todo nos pareciese ajeno a nosotros mismos, quizás no seríamos capaces de aprender de nuestros errores, porque ni siquiera seríamos conscientes de haber cometido ningún error. Y si todo nos pareciese controlado por nosotros mismos, seríamos presa fácil para los depredadores. El saber que el chasquido de una ramita que se rompe a nuestras espaldas en medio del bosque no lo han causado nuestros propios pasos, sino un oso que anda al acecho, no tiene precio.
Marc J Buehner es investigador en Ciencias Cognitivas de la Universidad de Cardiff. Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la web The Conversation

de elpais.com


lunes, 14 de noviembre de 2016

dale gracias a tu ex

La ciencia lo prueba: si le han dejado por otro, le han hecho un favor


Lo de "vas a esta mejor sin él (o ella)" no es una frase hecha. Un estudio con 5.000 mujeres revela que tras el abandono, viene lo mejor


A la larga, vas a estar mejor sin él”. Es la frase hecha por excelencia después de una ruptura, sobre todo si ha sido traumática o entre las causas ha habido una tercera persona. Pese a que las agradezcamos más o menos como consuelo, es difícil pensar que son algo más que palabras bienintencionadas sin un valor predictivo real. Pues bien, la ciencia vuelve a avalar la sabiduría popular. Según un estudio publicado en The Oxford Handbook of Women and Competition para el que se entrevistó a más de 5.000 mujeres de 96 países diferentes y en el que se midió el efecto que tenía para ellas haber sido abandonadas por otra persona, esta frase podría esconder una verdad científica. Los expertos aseguran que este tipo de rupturas resultan positivas porque ayudan a crecer como persona y que este proceso de aprendizaje facilita incluso que mejoremos el tino a la hora de encontrar una nueva pareja.
Lo confirma la psicóloga especialidad en sexualidad Núria Jorba: “Tras una ruptura nos toca centrarnos en nosotros mismos, no hay otra alternativa: toca escucharnos, analizar la situación, hacer autocrítica y pensar en qué queremos y qué debemos buscar la próxima vez. Todo este conocimiento emocional nos llevará a un crecimiento, a saber con más certeza quiénes somos y qué queremos”. Y sí, estas son conclusiones a las que probablemente no llegaríamos sin encontrarnos en esta aciaga situación. 

Pasos para llegar a la cima

Siguiendo con el repaso al refranero, el “no hay mal que por bien no venga”
 podría aplicarse en este caso, otro asunto es esperar que este bien llegue de inmediato. Toda ruptura tiene su proceso de duelo, y debemos pasarlo antes de sentirnos mejor con nosotros mismos. En concreto, Jorba señala seis etapas diferentes por las que suele pasar toda persona tras una separación dolorosa.
1. El shock: “Ese primer instante de paralización y desorientación, en el que nos cuesta comer, dormir, etc.”. Es normal, pero hay que tener cuidado porque, si dura más de un mes, la experta advierte de que corremos el peligro de caer en lo que se llama un 'duelo patológico”.
2. Tristeza:  “Momento de añoranza por el tiempo y sueños compartidos”. Llegados a este punto debemos permitirnos hablar del tema, llorar o incluso comer helado de chocolate o cualquier cosa que alivie el dolor.
3. Adjudicación de la culpa: Tendemos a buscar qué hicimos mal o qué falló.
4. Resignación: “Aceptar que la relación ha terminado y empezar a crear distancia con esa persona”. Para atravesar la misma es importante “guardar los recuerdos, pero quitar a esa persona de nuestras redes sociales, eliminar nuestras fotos juntos y borrar las conversaciones de WhatsApp, que habremos releído 150 veces. Con ello recuperaremos nuestro 'yo' y podremos iniciar la siguiente etapa”.
5. Reconstrucción: “Tiempo en el que por fin empezaremos a tener más días alegres que tristes”.
6. Resolución: “En esta última etapa iniciaremos un nuevo ciclo vital. Ya no pensaremos tanto en esa persona y no lo compararemos con todas las nuevas que conozcamos”.

¿Por qué es distinto cuando te dejan por otro?

Los expertos aseguran que las separaciones más desgarradoras son aquellas en las que nos dejan por otra persona. En estos casos, Nuria Jorba señala que no es lo mismo "romper de una forma sana y con buenas formas, que sufrir un engaño y una traición, porque esto afectará nuestra autoestima, nuestra seguridad personal”. Seamos claros: en una primera acción, su expareja no le ha hecho ningún favor, sino que ha minado su amor propio. La parte buena es que asimilando unas pequeñas lecciones sacará oro de estas ruinas; y ahí sí, tendrá que llamarlo para agradecérselo. Primer capítulo, según Jorba: ser consciente de sus miserias, para poder digerirlas, y tener algo claro, "esto no tiene por qué pasar de nuevo".
La infidelidad de la que el abandonado es objeto estaba ocultando un conflicto (conviene recordarlo). "En general, esta clase de engaños es un intento de satisfacer necesidades no cubiertas. Por ejemplo, evadir problemas de la relación, una necesidad por sentirse deseado, miedo a dejar la relación actual y hacer daño o a no encontrar el cariño y afecto necesarios en la relación oficial", zanja Laura Castro, también psicóloga y sexóloga.
Si le asusta que la situación se repita en su siguiente romance, atienda a las palabras de Nuria Jorba: "Una nueva relación, con nuevas circunstancias, no tiene por qué tener nada que ver con la anterior". Y no se precipite, que lo de que "un clavo saca a otro clavo" sí es un dicho popular fallido.“Uno de los errores más comunes es empezar una relación al poco tiempo de haber terminado otra, porque en ese instante estamos evitando afrontar la ruptura, el duelo y, sobre todo, la soledad”, afirma Jorba. Por ello, es esencial darse un margen de tiempo para que el porvenir supere con creces al pasado. Al fin y al cabo, olvidar a un e es tan difícil como dejar de fumarx… e igualmente satisfactorio.

De elpais.com

lunes, 7 de noviembre de 2016

ese deseo salvaje infantil por el pastel

Niño, cómete las acelgas

El cerebro infantil lucha entre su apetencia por el dulce y los consejos dietéticos


Una sociedad opulenta no siempre encaja con la naturaleza humana, que evolucionó en un contexto mucho más magro. Nacemos programados para comer dulces, grasas y todos los alimentos hipercalóricos que arruinarán nuestra salud futura, y cada vez es más esencial que el niño aprenda a controlar esas apetencias insalubres. Una investigación neurológica aclara ahora cómo se desarrolla el principal mecanismo de compensación: el niño incorpora un modelo del tipo de alimentos que le aconseja su madre, y dos partes de su cerebro luchan entre el deseo salvaje del pastel y el discreto encanto de la acelga que ha aprendido de mamá. He aquí el aprendizaje nutricional en acción.
En su alegoría del auriga, Platón representa el alma humana como un carro tirado por dos caballos, uno ruin y otro noble, que simbolizan la pasión desbocada y el impulso racional. El conductor (auriga) pasa las de Caín para evitar que cada caballo tire para su lado y llevar el carro a buen puerto. En términos neurológicos, el caballo ruin es el córtex prefrontal ventromedial, un módulo cerebral implicado en los circuitos del placer, o de la recompensa. Y el caballo noble es el córtex prefrontal dorsolateral, una región responsable del autocontrol. Todavía no sabemos exactamente dónde está el auriga –y hasta es posible que no exista—, pero eso es irrelevante para el actual estudio.
Amanda Bruce y sus colegas de la Universidad de Kansas han estudiado a 25 niños de 8 a 14 años de edad con una combinación de pruebas psicológicas de comportamiento e imágenes de su cerebro en acción con resonancia magnética funcional. Les han pedido, para empezar, que puntúen 60 alimentos (manzanas, coles, patatas fritas, gominolas y así hasta 60) según dos criterios: si les gustaría comérselos y si a su madre les gustaría que se los comieran. También han examinado la actividad de su cerebro mientras tomaban esas decisiones penosas.
El niño incorpora un modelo del tipo de alimentos que le aconseja su madre, y dos partes de su cerebro luchan entre el deseo salvaje del pastel y el discreto encanto de la acelga que ha aprendido de mamá
Los resultados, que presentan en Nature Communications, muestran que la elección del niño se debe a una combinación de sus apetitos salvajes con lo que, según entienden, su madre habría elegido para ellos. La resonancia magnética ha demostrado luego que la activación del córtex prefrontal ventromedial (el caballo ruin) se correlaciona con las preferencias personales del niño; y que la activación del córtex prefrontal dorsolateral (el caballo noble) lo hace con las preferencias de la madre que el niño ha internalizado. Bien por la alegoría del auriga.
Pero hay un tercer resultado que se le escapó por completo a Platón: que la actividad del caballo noble reprime a la del caballo ruin. Esto, desde luego, alivia de forma considerable el esfuerzo del auriga. El caballo noble, en realidad, le da hecha buena parte del trabajo y, si se activa de manera vigorosa, garantiza por sí solo que las dos bestias tiren en la misma dirección. Como vimos antes, es posible que el auriga no exista, es decir, que no sea más que un sistema emergente formado por caballos autónomos.
En cualquier caso, los resultados revelan la importancia clave de los mensajes que la madre –o el conjunto de los padres y los educadores— transmiten a su desconcertada prole. Incluso a una edad tan temprana como los ocho años, y tal vez incluso antes, esos mensajes van a formar parte de su cerebro, literalmente. Así que, aunque a la niña le gusten los pasteles, los padres deben insistir en que se coma las acelgas. Aunque no lo haga, pero díselo.

de elpais.com


lunes, 31 de octubre de 2016

maltratadores y su posesión de la verdad

Los maltratadores registran valores altos de autoengaño. 


Cuestionarios completados por 101 hombres condenados por maltratar a sus parejas o exparejas revelan que estos presentan una visión absolutista sobre lo que está bien y lo que está mal, una alta concepción moral de sí mismos y altos niveles de autoengaño. En el estudio, dirigido por la Universidad Complutense de Madrid, se compararon estos resultados con los de varones de conductas no violentas, que no registraron esta visión absolutista ni se autoengañaban tanto.
Para averiguar si los hombres que maltratan a sus parejas actúan así porque creen que su comportamiento es correcto y no acarrea consecuencias negativas, un equipo de científicos dirigidos por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) entrevistó a 101 maltratadores.
Con una media de edad de 37 años –entre los 19 y los 68–, todos ellos habían sido condenados por violencia doméstica y habían iniciado un tratamiento psicológico de doce semanas. La gran mayoría (el 70%) era de nacionalidad española, seguida de latinoamericanos (25%) y de otras nacionalidades de Europa del Este o de África (5%). El 80% carecía de educación universitaria.
Mediante cuestionarios, los investigadores evaluaron el grado en que estas personas creían que sus valores morales eran los correctos y que debían ser adoptados por los demás, lo que se conoce como absolutismo moral. También se midió su autoconcepto moral y su nivel de autoengaño.
Estos resultados, que se publican en la revista Violence Against Women, fueron comparados con los de una muestra opuesta en cuanto al uso de la violencia de 110 psicólogos varones que luchan contra esta desde su ámbito profesional.
Los datos del estudio reflejan que los maltratadores mostraron puntuaciones más altas en absolutismo moral –evaluado con frases como “lo correcto y lo incorrecto no es algo simple como blanco o negro” o “solo hay una forma de pensar y comportarse moralmente”–, en comparación con los hombres que no maltrataban. También puntuaron más en autoengaño. En cuanto al autoconcepto moral, fue similar al registrado por el grupo de psicólogos que participaron en el estudio.
Nuevo marco contra la violencia machista
“Los resultados abren un nuevo marco para entender la violencia de género y posibles nuevas variables de intervención”, indica María Luisa Vecina, investigadora de la facultad de Psicología de la UCM y autora principal del trabajo.
Los resultados muestran cómo la relación entre absolutismo moral y autoconcepto moral desaparece cuando el autoengaño se introduce entre ellos, de tal manera que el absolutismo moral predice un autoengaño alto y éste, a su vez, un buen autoconcepto moral.
“En este marco se conecta la violencia contra la pareja con el paradójico y profundo mundo de la moralidad, apelando a que las creencias morales son experimentadas como verdades universales que se autojustifican en sí mismas, son muy motivantes y están fuertemente conectadas con las emociones, hasta tal punto que la violencia emerge como una respuesta defensiva necesaria cuando son puestas en cuestión”, señala la investigadora.
Esta relación, junto a grandes dosis de autoengaño que impiden ver las consecuencias de las propias acciones, sirve de hipótesis para que los autores continúen con su investigación.
Los científicos recuerdan que estos datos no implican que el autoengaño o el absolutismo moral de los maltratadores sean la causa de la violencia que ejercen.
“En nuestro estudio no tratamos sobre las causas de la violencia, únicamente se muestra un retrato de cómo se encuentran los hombres que inician un tratamiento psicológico por haber ejercido violencia contra sus parejas en términos de absolutismo moral, autoconcepto moral y autoengaño”, subraya la experta.
Este primer estudio de corte exploratorio con una muestra socialmente relevante ofrece datos recogidos en un mismo momento temporal, por lo que sus resultados no permiten hablar de causalidad, según Vecina.

De psiquiatria.com


lunes, 24 de octubre de 2016

¿qué es el nepotismo socialmente impuesto?

Las matemáticas explican también la solidaridad

Un estudio trata de dar respuesta científica a las razones por las que el ser humano se comporta de forma altruista. 

El estudio intenta aportar pistas sobre la solidaridad.  Es fácil entender por qué la selección natural favorece que las personas ayuden a los parientes cercanos: aumenta las probabilidades de que los genes familiares pasen a las generaciones futuras. Pero ¿por qué ayudar a los parientes lejanos? Las simulaciones matemáticas de un antropólogo de la Universidad de Utah sugieren que el "nepotismo socialmente impuesto" dirige este comportamiento.
La teoría clásica de la selección de parentesco sostiene que "no deberíamos ser terriblemente agradables con los parientes lejanos porque no hay mucha ganancia genética", explica Jones en un artículo publicado en 'Plos One'. "Sin embargo, lo que los antropólogos han observado una y otra vez es que una gran cantidad de personas son bastante altruistas hacia los parientes lejanos", añade.


Jones buscó ampliar la teoría clásica con su concepto de nepotismo socialmente impuesto, lo que él llama una "versión mejorada de la teoría de la selección de parentesco" en su trabajo. El nepotismo socialmente impuesto "depende de la regulación moral de la conducta de acuerdo a las normas socialmente transmitidas", escribe en el estudio.
Los hallazgos sugieren que "una gran parte de por qué una persona ayuda a su pariente, incluidos los parientes lejanos, no es necesariamente porque le gusten sus parientes sino porque es su deber, su responsabilidad y a otras personas le importa si lo haces", dice. La teoría básica de la selección de parentesco carece de normas sociales, por lo que "una persona como un individuo decide por su cuenta la cantidad de ayuda que ofrece a alguien sólo por lo mucho que le gusta o no le gusta", destaca Jones.
"Nepotismo socialmente impuesto"
"Pero con el nepotismo socialmente impuesto, un individuo ayuda a alguien aún más por las presiones sociales para hacerlo y recompensas sociales de ayudar. Mejora la reputación, algo que se convierte en más ayuda de otras personas", describe. Este experto señala que el nepotismo socialmente impuesto "puede ayudar a explicar el fenómeno de la reciprocidad generalizada, en la que los miembros de sociedades a pequeña escala basadas en el parentesco comparten alimentos y otros bienes debido a que se supone que deben hacerlo, sin esperar un retorno concreto de los destinatarios".
Esta teoría de la selección de parentesco refleja el hecho de que "los humanos son una especie muy especial debido a lo bien que han creado reglas sociales y las hacen cumplir", según este experto. Y añade: "Esto significa que las relaciones entre parientes funcionan de forma diferente en los seres humanos que en otras especies".
La teoría clásica de selección de parentesco se basa en una famosa fórmula biológica llamada laregla de Hamilton, que se centra en cómo evolucionó el altruismo entre parientes y sostiene que un organismo puede pasar más de sus genes a la siguiente generación a costa de sacrificar algo de su propio bienestar para aumentar la aptitud de un pariente, pero eso es así para los parientes más cercanos y no para parientes lejanos. Es decir, que "una persona debe ayudar a las personas de forma proporcional a la parte de los genes que comparten", resume Jones.
Su nuevo modelo matemático o simulación muestra que es posible vencer la regla de Hamilton si los parientes lejanos se ayudan entre sí según su reputación. El prestigio de cada jugador depende de lo mucho que ayude a otras personas y de la reputación de aquellos a los que echa una mano.
"Cuando se trabaja a través de la matemáticas, resulta que la selección natural puede favorecer un esquema en el que ayudar a algunos miembros de un grupo con parentesco --que nunca devolverán la ayuda--, aumenta la reputación y lleva a otros miembros del grupo a ayudar". Este trabajo parte de uno anterior del propio Jones que implica lo que él llama el juego de los hermanos Karamazov, basado libremente en la novela.
"Dos hermanos tienen la oportunidad de ayudar a un tercer hermano -expone--. Si los dos deciden independientemente uno del otro si le ayudan, se aplica la regla de Hamilton. Pero si uno se acerca al otro con una propuesta, 'Le ayudaré si tú también lo haces', entonces el nivel de altruismo respecto a los parientes puede ser mayor de lo que predice la regla de Hamilton".
Mayor éxito sin esperar nada a cambio
Las personas en la simulación siguieron una de dos reglas matemáticas, que Jones dice que reflejan las normas sociales que dictan cuánto una persona ayuda a los demás y viceversa: reciprocidad casi equilibrada, en la que se ayuda a otras personas en función de lo que ellas te ayuden, y reciprocidad generalizada, en la que una persona ayuda mucho incluso a alguien que no tiene capacidad de devolverle la ayuda porque otras personas lo ven, les gusta lo que ven y aporta una reputación y una recompensa a quien ayuda.
"Ambas normas están circulando alrededor y se puede ver cómo compiten entre sí en una simulación -apunta Jones--. Algunas personas siguen la reciprocidad casi equilibrada y otras personas se rigen por reciprocidad generalizada y un cierto compromiso. Algunos jugadores son muy fuertes y pueden ayudar fácilmente a otras personas y otros son débiles y no pueden".
Después de ejecutar la simulación "para una amplia gama de valores", Jones encontró que las personas que se centran en la reciprocidad generalizada ganan en el juego evolutivo. "Las personas que ayudan a los parientes lejanos, incluso cuando estos no pueden devolverles la ayuda, tienen más descendientes que los que insisten en la compensación", señala.
"Si usted está ayudando a parientes lejanos y no le devuelven la ayuda, entonces, todos los individuos de reciprocidad equilibrada [aquellos que esperan el pago a cambio de ayuda] están mirando y diciendo: 'Qué perdedor' -señala Jones--. Pero si ayuda a los demás y espera algo a cambio en algún momento pero no siempre, entonces tendrá más éxito evolutivamente."
De lne.es

lunes, 17 de octubre de 2016

trastornos por tecnología

Apnea del WhatsApp, depresión de Facebook o síndrome de Google, enfermedades que están provocando las nuevas tecnologías.

El uso inadecuado de las nuevas tecnología ha favorecido la aparición de nuevas patologías como, por ejemplo, la apnea del WhatsApp (ansiedad por consultar mensajes de manera compulsiva), depresión de Facebook (necesidad de visualizar perfiles de otros usuarios como forma de reducir la tristeza al recordar momentos felices del pasado), o el síndrome de Google (el cerebro no logra recordar y olvida datos como consecuencia del uso frecuente de buscadores de Internet).
Así lo ha mostrado un análisis realizado por la consultora de comunicación Torres y Carrera, en colaboración con Evidentia Marketing y expertos en Seguridad y Salud Laboral. Y es que, actualmente, 36 de los 46 millones de españoles tienen acceso a Internet.
Los internautas de España pasan una media de casi seis horas diarias enganchados a la red y, de ellas, 3 horas y 47 minutos lo hacen desde un ordenador y 1 hora y 55 minutos desde un dispositivo móvil. Los principales picos de uso se registran en el marco de la jornada laboral (entre 9.00 y 19.00 horas), un dato que refrenda el peso que han adquirido las redes en la actividad cotidiana.


de psiquiatria.com

lunes, 10 de octubre de 2016

¿te fiarías de ti como testigo o jurado?

¿Puede el cerebro ser ‘justo’ ante la ley?


La neurología, la psiquiatría, la psicología y las neurociencias cognitivas, entre otras, intentan entender el funcionamiento del cerebro en la esfera legal


Cuando en el comienzo de la película se ve a los doce hombres alrededor de una mesa, algunos inquietos o apurados, otros desconcentrados o con angustia, lo que está por suceder es un veredicto que absuelva o mande a la silla eléctrica a un joven acusado de matar a su padre. Así se desenvuelve la votación preliminar que deberá ser unánime y funcionará como el punto de inicio del conflicto que atravesará todo el film: once votan que es culpable, pero uno, tan solo uno, que no. Cuando con fastidio algunos le preguntan por qué, él solo atina a responder: “Tenemos que hablar”. “La duda razonable es imprescindible”, podría haber agregado el personaje de Henry Fonda en Doce hombres sin piedad. Por eso cuando le vuelven a preguntar sobre la culpabilidad o inocencia del muchacho, él dice con seguridad: “No lo sé”.

Más allá del desarrollo de las instituciones, los estudios y redacción de leyes, debemos recordarnos que tanto jueces, como abogados, testigos e imputados son personas con sus memorias, decisiones, emociones y razonamientos humanos. Es por eso que aquellos avances ligados al estudio de la mente necesariamente tienen un impacto en la reflexión y administración del derecho en la sociedad. Así, las neurociencias modernas han dado lugar a nuevas preguntas, impensadas hace unos años atrás en el ámbito de la ley, del tipo: ¿nuestros actos son automáticos o voluntarios? ¿Existe el libre albedrío y la responsabilidad personal? ¿Podemos comprender la impulsividad, la adicción y el cerebro en desarrollo? ¿Interviene en las acusaciones, los testimonios e, inclusive, en los veredictos el sesgo o prejuicio racial? ¿Se puede mediante imágenes cerebrales distinguir la verdad de la mentira?

Un claro ejemplo de esto es la creación del Centro de Derecho, Cerebro y Comportamiento en el prestigioso Hospital General de Massachusetts de la Universidad de Harvard. Este centro reúne a expertos en el campo de la ley, la neurología, la psiquiatría, la psicología y las neurociencias cognitivas, entre otros, con el fin de hacer una traducción científica adecuada de los avances en el estudio del cerebro a la esfera legal.

Los seres humanos tendemos a pensarnos como seres racionales. Sin embargo, en nuestra conducta diaria hay una gran cantidad de sesgos y aspectos emocionales que se apartan de lo que sería una decisión racional. Veamos un ejemplo. Un estudio analizó las sentencias de ocho experimentados jueces israelíes que durante diez meses debían decidir sobre otorgar o no la libertad condicional a 1112 personas presas. El ritmo de trabajo era agobiante, ya que debían decidir por día alrededor de 35 casos. Los resultados de esta investigación demostraron que había un 65% más de probabilidades de que concedieran la libertad condicional si tenían que decidir el caso después del almuerzo y un 0% al final del día. Tomar decisiones es un trabajo mental que requiere de gran cantidad de recursos cognitivos, mayormente localizados en la corteza prefrontal, área clave en la toma de decisiones. Estos recursos tienen una capacidad limitada que se recupera con tiempos de descanso y una alimentación adecuada. En este estudio, el agotamiento de recursos influyó en que los jueces decidieran acudiendo a sus sesgos o cansancio en el final de la jornada. El sistema judicial intenta ser racional y equilibrado, por eso resulta bastante perturbador pensar que pueda ser condicionado por el funcionamiento automático de las decisiones humanas.

Décadas de investigación en neurociencias han dado evidencia de que la memoria es reconstructiva, es decir, los recuerdos no permanecen inalterables y se pueden modificar: en parte son construcciones que reflejan cómo interpretamos nuestras experiencias, en lugar de ser reproducciones literales, fotográficas y objetivas de esas experiencias. Además, la evocación de nuestra memoria puede distorsionar los recuerdos de una manera sutil. La memoria y la imaginación dependen de muchos de los mismos procesos cognitivos y neuronales, por lo que es fácil confundir una experiencia imaginada con una experiencia recordada real. Cada vez que recordamos un evento alteramos el trazado de esa memoria. Estudios de los neurocientíficos Elizabeth Loftus y John Palmer dieron cuenta de que es posible cambiar el recuerdo de los testigos a través de preguntas sugestivas.

En un conocido experimento se les presentó a diferentes grupos de personas el mismo video de un accidente automovilístico y se les pidió que estimaran la velocidad que llevaban los autos al momento del impacto. Los participantes tendían a recordar que iban a mayor velocidad cuando en la pregunta se usaba verbos como “embistieron” y mucho menos velocidad cuando se usaba verbos como “entraron en contacto”. Lo que es más sorprendente es que cuando se les preguntaba si habían visto vidrios rotos, el doble de personas contestaba que sí cuando se usaba un verbo más intenso en comparación a cuando se usaba uno más atenuado. Estos resultados demostraron que el modo en que se realizan las preguntas (incluso ciertas afirmaciones) durante un interrogatorio puede influir sobre la manera en la cual recordamos un evento. Este experimento evidencia lo maleable que pueden ser nuestros recuerdos por la sugestión.

Hoy, además, sabemos que el porcentaje de error en la identificación en una rueda de reconocimiento es excesivamente alto (entre un 40% y un 70%) y su valor diagnóstico de la implicación de alguien en un delito es realmente muy bajo, prácticamente lo que esperaríamos producto del azar. Por otra parte, distintas investigaciones sugieren que el sesgo o prejuicio racial es básicamente automático, por lo cual también podría operar sobre la percepción, el reconocimiento y/o el testimonio. Asimismo cuando una persona es testigo de un suceso y después adquiere información nueva sobre ese hecho, esta puede provocar alteraciones en su recuerdo. Si esa nueva información es falsa, entonces es posible que dé lugar a errores en el informe de memoria del testigo. En los Estados Unidos alrededor de trescientos individuos fueron liberados luego del análisis de la evidencia de material genético en la escena del crimen. Más del 70% de estas personas habían sido condenadas en base a la memoria de testigos. Estos testigos no eran mentirosos, sino gente común convencida de que su memoria era precisa y lamentablemente para los condenados no lo había sido.

La psicología del testimonio es una rama de la psicología jurídica que estudia la exactitud y credibilidad del testimonio. La capacidad de un testigo para percibir no suele ponerse en duda ni por el sentido común (a mí no me lo contaron, se suele decir comúnmente para dar valor de verdad) ni en muchos casos por la propia justicia (de lo que hablamos no es del flagrante falso testimonio). Esta presunción debe ser modificada, puesto que el testigo debería ser sometido a una serie de pruebas para determinar su capacidad de percepción. La exactitud del testigo hace referencia a si los hechos que relata han sucedido tal como él dice; en tanto que la credibilidad del testigo se refiere a si se considera que ese testigo o una parte de su declaración inspira confianza e induce a creer que los hechos sucedieron tal como declara.

En otro orden, hay casos dramáticos dentro del ámbito jurídico que involucran cuestiones éticas sobre las que las investigaciones en neurociencias tienen mucho para aportar. El estado vegetativo suele ser permanente luego de tres meses de un daño cerebral por anoxia (deprivación de oxígeno) o de doce meses luego de un traumatismo de cráneo. Un caso muy impactante en los Estados Unidos fue el de Terri Schiavo (una paciente en estado vegetativo permanente), que dividió a la sociedad: ella aparecía despierta (sus ciclos vitales eran normales), pero no consciente (conectada con el entorno). Frente a esa situación constante, el marido quería desconectarla y sus padres no. 

Este tipo de casos generan un debate ético relacionado con la naturaleza de la conciencia, la calidad de vida, el valor que la sociedad le atribuye a la vida y cómo manejamos la incertidumbre. En algunos pacientes en estado vegetativo se observa, con las neuroimágenes modernas, activación cerebral ante ciertos estímulos. Los datos de estos experimentos y de otros similares permiten estudiar las bases neurales de la conciencia. Sin embargo, hay que ser muy cautos, ya que la existencia de actividad cerebral no significa que la red de conciencia esté preservada: se trata de islas de reserva cognitiva que no representan un sistema integrado de conciencia.

La interacción entre la ciencia y otras disciplinas que parecen ajenas permiten poner en cuestión ciertas seguridades y patrones que muchas veces parecen inamovibles. Esto no vale únicamente en este caso para el derecho o la historia, también sirve para tensar las seguridades de la ciencia. Como lo pidió el Jurado 8 en Doce hombres sin piedad, debe existir diálogo entre juristas, neurocientíficos y profesionales de otras disciplinas y determinar así de manera crítica y consensuada en qué ámbitos y medida los estudios sobre el funcionamiento de los procesos mentales pueden ser utilizados eficazmente para producir innovaciones en el sistema legal. Este campo común de trabajo brindará herramientas para una mejor justicia, es decir, para una mejor vida en comunidad.


de elpais.com