lunes, 27 de abril de 2015

deleteando

Olvidar es necesario para guardar los recuerdos relevantes

Un estudio identifica el proceso por el que el cerebro elige lo que va a recordar y elimina las memorias que pueden dificultar su recuperación

El escritor Ray Loriga decía en Tokio ya no nos quiere algo que los científicos llevan tiempo advirtiendo: “La memoria es el perro más tonto, le tiras un palo y te devuelve cualquier cosa”. Para desilusión de muchos, numerosos estudios han mostrado que nuestras memorias están manipuladas y que es posible incluso que los momentos más emotivos de nuestra vida, como el nacimiento de un hijo o el encuentro con un gran amor, no sucedieran como los recordamos. El cerebro no funciona como una grabadora fidedigna de los hechos. Como el perro tonto o caprichoso, recupera lo que quiere y, aparentemente, no lo que se le pide.
En los últimos años, en su esfuerzo por comprender los mecanismos de la memoria, la neurociencia ha descubierto algo que puede resultar sorprendente: en el camino hasta el lugar donde podemos recuperarlos, "los recuerdos provocan el olvido". La memoria funciona por asociación y cuando se trata de recuperar un recuerdo es posible que nuestro cerebro tenga que elegir entre varias memorias relacionadas que compiten entre ellas. Si uno intenta recordar un partido de fútbol, por ejemplo, habrá otros partidos que el cerebro deberá descartar para llegar a la información deseada. Algo similar sucede con las contraseñas de algunos bancos, que, por razones de seguridad, se tienen que cambiar cada pocos meses. Aunque inicialmente solo se ha de recordar una contraseña, poco a poco se solapan las viejas con las nuevas. Esto hace que en un principio, como si fuese un ordenador atestado de datos que tiene que trillar, el cerebro necesite gastar mucha energía para elegir la memoria adecuada. Sin embargo, una vez que se seleccionan las memorias relevantes y se suprimen las que no lo son, los recursos necesarios para volver a recuperar una memoria son mucho menores.


de elpais.com

lunes, 20 de abril de 2015

espejito, espejito, ¿cuántos años tengo?

Demostrado: el espejo no miente

Un nuevo algoritmo puede calcular la edad de una persona con solo verle la cara

Envejecer no es fácil, pero ocultarlo lo es aún menos. Por más que uno se machaque en el gimnasio, se torture a base de ensaladas anodinas y dilapide su fortuna en el cirujano plástico, el espejo sigue diciendo la verdad, y los demás siguen viéndola en nuestra cara. Resulta desesperante, la verdad. Jing-Dong Han y sus colegas del Laboratorio de Biología Computacional de Shanghai han descubierto por qué, y de paso han desarrollado un algoritmo de reconocimiento facial que adivina la edad de cualquier persona con menos margen de error del deseable y sin dejarse engañar por un lifting, ni por media docena de ellos.
Las máquinas pueden analizar cientos de parámetros geométricos de forma simultánea, pero Han y su equipo han determinado empíricamente que hay cuatro medidas de la estructura facial que resultan fatalmente delatoras. Tres de ellas crecen con la edad: la amplitud de la boca, la anchura de la nariz y la distancia entre la boca y la nariz. Y la cuarta mengua: la latitud entre las comisuras de los ojos. Seguro que los cirujanos intentarán algún día disimular estas magnitudes, pero de momento parecen demasiado ocupados tensando ojeras, apuntalando papadas e hinchando morros. Los resultados se presentan en Cell Research, una publicación científica del grupo Nature.
Han y sus colegas han examinado más de 300 imágenes faciales de gente entre los 17 y los 77 años de edad, generando así el primer mapa completo de la geometría de la cara en proceso de envejecimiento, y lo han utilizado para construir un algoritmo de predicción de la “edad facial”. Según sus resultados, la gente de la misma edad cronológica difiere en edad facial por un margen de seis años arriba o abajo (es un promedio: el margen es menor en la primera mitad de la vida, y mayor en la segunda).

Lo más importante es que los científicos de Shanghai también tomaron muestras de sangre de todos sus voluntarios, y que las desviaciones arriba o debajo de la edad facial (respecto a la real o cronológica) correlacionan significativamente con los indicadores de salud obtenidos de los análisis de sangre. Más aún: la edad facial ha resultado un mejor indicador de salud del individuo que los análisis de sangre. Por expresarlo con brutalidad: si lo que ves por la mañana en el espejo no te gusta, más vale que empieces a preocuparte aunque el colesterol malo no esté demasiado malo.

de elpais.com

lunes, 13 de abril de 2015

supra ego, mini salud

Llevar siempre la razón no es tan bueno como cree.


¿Quién no conoce a alguien que pretende llevar siempre la razón? Este tipo de personas no acepta otros puntos de vista diferentes del suyo. Discute y defiende su razón como si le fuera la vida en ello. Querer estar siempre en lo correcto es uno de los mecanismos más poderosos del ego. Esta actitud egocéntrica lleva a aparentar seguridad, autoconfianza y conocimiento, y a intentar demostrar que uno es siempre mejor que los demás (¿qué es si no despojar a los demás de su dosis de razón?). Pero dejarse llevar por esta forma de pensamiento refleja, precisamente, lo contrario, según la teoría de Albert Ellis (1913-­2007), creador de la Terapia Racional Emotiva, y autor de numerosos libros de autoayuda: “Querer ser superior a los demás genera un comportamiento inseguro y acarrea estrés y enfermedades psicosomáticas”.

Fuente de aislamiento... y úlceras

Desde un punto de vista social, querer tener siempre la razón es un rasgo inútil. “Es la enfermedad crónica de la humanidad. Probablemente, uno de los motivos por los que más se han enfrentado las personas, las naciones y las religiones”, en palabras de Raimón Samsó, escritor, coach y director del Instituto de Expertos para Emprendedores con Corazón.
En el ámbito más personal, defender a ultranza la propia opinión como si fuera irrebatible es otro motivo de conflicto, según el psiquiatra James Coyne, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pensilvania (EE. UU.). “Es una fuente de aislamiento que deteriora las relaciones personales y la convivencia con las personas que nos rodean”, opina.
Esta actitud no solo es un caudal permanente de conflictos con amigos, familiares y compañeros de trabajo. También es perjudicial para la salud. Diversos estudios realizados en la Universidad de Bradford (Reino Unido) descubrieron que el 62% de las personas que creía tener siempre la razón, sufría altos niveles de ira y estrés, lo que deprimía su sistema inmunológico.
Coyne añade que quienes se empeñan en salirse con la suya pueden padecer también úlceras y problemas del corazón. Este psiquiatra y varios colegas grabaron en vídeo discusiones protagonizadas por pacientes con problemas cardiacos y las agruparon de acuerdo con la negatividad de sus interacciones. Los pacientes más negativos con la otra persona implicada en la discusión tuvieron doble probabilidad de morir en los siguientes cuatro años que los que recibieron una calificación menos negativa. “Este es un asunto muy serio”, advierte Coney. “Conectarse armónicamente con los demás no solo evita problemas médicos, sino que ayuda en el proceso de recuperación de cualquier enfermedad”, prosigue.
de elpais.com

lunes, 6 de abril de 2015

la soledad del pensador de fondo o el porqué las mentes brillantes necesitan soledad

Conectar con uno mismo es fuente de beneficios. Darwin rechazaba todas las invitaciones a fiestas. Y del aislamiento nació el primer ordenador Apple

Las personas somos seres sociales, pero tras pasarnos el día rodeados de gente, de reunión en reunión, atentos a las redes sociales y al móvil, hiperactivos e hiperconectados, la soledad ofrece un espacio de reposo sanador. Una de las conclusiones más sorprendentes es que la soledad resulta básica para la creatividad, la innovación y el buen liderazgo. Un estudio realizado en 1994 por Mihaly Csikszentmihalyi (el gran psicólogo de la felicidad) comprobó que los adolescentes que no soportan la soledad son incapaces de desarrollar el talento creativo.
Susan Cain, autora del libro Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking, cuya conferencia en Ted Talks es una de las favoritas de Bill Gates, defiende a ultranza la riqueza creativa que surge de la soledad y reivindica, por el bien de todos, la práctica de la introversión. “Siempre me habían dicho que debía mostrarme más abierta, aunque yo sentía que ser introvertida no era algo malo. Así que durante años fui a bares abarrotados, muchos introvertidos lo hacen, lo que representa una pérdida de creatividad y de liderazgo que nuestra sociedad no se puede permitir. Tenemos la creencia de que toda creatividad y productividad proviene de un lugar extrañamente sociable. Sin embargo, la soledad es el ingrediente crucial de la creatividad. Darwin daba largas caminatas por el bosque y rechazaba enfáticamente invitaciones a fiestas. Steve Wozniak inventó la primera computadora Apple encerrado en su cubículo de Hewlett Packard, donde trabajaba entonces. La soledad importa. Para algunas personas, incluso, es el aire que respiran”.


Cain recuerda que cuando estamos rodeados de gente nos limitamos a seguir las creencias de los demás para no romper con la dinámica de grupo. La soledad, en cambio, significa abrirse al pensamiento propio y original. Denuncia que las sociedades occidentales han privilegiado más a la persona activa que a la contemplativa. Y nos ruega: “Detengan la locura del trabajo constante en equipo. Vayan al desierto para tener sus propias revelaciones”.
de elpais.com