lunes, 29 de febrero de 2016

las neuronas hablan

Una red de neuronas artificiales aprende a usar el lenguaje humano.


Un grupo de investigadores de la Universidad de Sassari (Italia) y la Universidad de Plymouth (Reino Unido) ha desarrollado un modelo cognitivo, compuesto de dos millones de neuronas artificiales interconectadas, capaz de aprender a comunicarse mediante el lenguaje humano a partir de un estado de “tabula rasa”, sólo a través de la comunicación con un interlocutor humano.
El modelo se llama ANNABELL (‘Artificial Neural Network with Adaptative Behavior Exploited for Language Learning’) y se describe en un artículo publicado en la revista científica ‘Plos One’. Esta investigación arroja luz sobre los procesos neuronales que subyacen en el desarrollo del lenguaje.
Los investigadores todavía no pueden responder de manera completa a la cuestión de cómo hace el cerebro para desarrollar la capacidad de realizar las funciones cognitivas complejas, como las que se necesitan para el lenguaje y el razonamiento. Se sabe que en el cerebro humano hay unos 100.000 millones de neuronas que se comunican por medio de señales eléctricas y se ha aprendido mucho acerca de los mecanismos de producción y transmisión de señales eléctricas entre las neuronas.
Podríamos pensar que el cerebro funciona de manera similar a un ordenador,  funcionan a través de programas desarrollados por programadores humanos. En estos programas están codificadas las reglas que el equipo debe seguir en el manejo de la información para realizar una tarea determinada, pero no hay evidencia de la existencia de este tipo de programas en el cerebro humano. De hecho, hoy en día muchos investigadores creían que el cerebro es capaz de desarrollar mayores habilidades cognitivas, simplemente mediante la interacción con el medio ambiente, a partir de muy poco conocimiento innato, algo que parece confirmar el modelo ANNABELL.
ANNABELL no tiene conocimiento de la lengua pre-codificado; aprende sólo a través de la comunicación con un interlocutor humano, gracias a dos mecanismos fundamentales, que también están presentes en el cerebro biológico: la plasticidad sináptica y ‘gating’ o compuerta neural. La plasticidad sináptica es la capacidad de la conexión entre dos neuronas de aumentar su eficiencia cuando las dos neuronas están a menudo activas simultáneamente o casi simultáneamente, un mecanismo que es esencial para el aprendizaje y para la memoria a largo plazo.
Las compuertas neuronales se basan en las propiedades de ciertas neuronas (llamadas neuronas biestables) a comportarse como interruptores que se pueden apagar o encender por una señal de control que viene de otras neuronas. Cuando se activan, las neuronas biestables transmiten la señal a partir de una parte del cerebro a la otra, de lo contrario se bloquean. El modelo es capaz de aprender, gracias a la plasticidad sináptica, a controlar las señales que abren y cierran las puertas de los nervios, así como a controlar el flujo de información entre las diferentes áreas.
El modelo cognitivo ha sido validado utilizando una base de datos de cerca de 1.500 frases, con base en la literatura sobre el desarrollo temprano del lenguaje, y ha respondido mediante la producción de un total de alrededor de 500 oraciones, que contienen nombres, verbos, adjetivos, pronombres y otras clases de palabras , lo que demuestra la capacidad de expresar una amplia gama de capacidades de procesamiento del lenguaje humano.
de psiquiatria.com

lunes, 22 de febrero de 2016

memoria con eficiencia energética

El cerebro posee mecanismos para olvidar la información innecesaria y ahorrar energía.


Investigadores de la Universidad de Lund (Suecia) han descubierto que el cerebro cuenta con mecanismos para que olvidemos la información que no es necesaria y ahorrar energía, según los resultados de un trabajo que publica la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ (PNAS).
Según las conclusiones del trabajo, en el que han participado investigadores de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, el cerebro es capaz de asimilar un estímulo nuevo pero rechaza los posteriores si son similares en el momento en que los reconoce.
Así, explican estos científicos, se da la paradoja de que “dos estímulos producen peores resultados que uno solo, aunque lo que está realmente pasando es que el cerebro activa mecanismos neuronales para evitar el gasto energético que supone el aprendizaje”, han sugerido los autores.
La actividad neuronal encargada de memorizar información resulta un gasto energético adicional, por lo que el cerebro olvida de manera intencionada, aunque sea temporalmente, para ahorrar energía. Cuando el cerebro ha aprendido una determinada asociación se activa el mecanismo de freno del aprendizaje.
 “Las conclusiones del estudio pueden explicar porqué una asociación más fuerte conduce a un valor de refuerzo menor, en el contexto de un experimento de comportamiento condicionado”, ha reconocido Riccardo Zucca, del Grupo de Investigación en Sistemas Perceptivos Emotivos y Cognitivos de la Universidad Pompeu Fabra.
de psiquiatria.com

lunes, 15 de febrero de 2016

si pides perdón, pídelo de verdad

Un estudio analiza el proceso del perdón en relaciones interpersonales como la amistad o la pareja.


 Investigadoras de la Universidad de Granada, pertenecientes al centro “Mente, Cerebro y Comportamiento” (CIMCYC), han llevado a cabo dos estudios sobre el perdón cuando se producen transgresiones en las relaciones interpersonales, incluyendo la amistad o las relaciones de pareja.
Su trabajo, en el que han participado 302 sujetos, revela que las expresiones de perdón sirven para reparar y mejorar las relaciones interpersonales, pero no conllevan, necesariamente, una reconciliación entre las partes. En la investigación se analizaron algunas de las variables que señala la investigación empírica previa y que parecen influir en la capacidad de perdonar: la gravedad percibida de la ofensa, empatía, afecto negativo y la dependencia emocional.
En el primer estudio participaron 101 estudiantes universitarios (79 mujeres y 22 hombres) de entre 18 y 54 años y una media de edad de 21.57 años. En él se examinaron diferentes tipos de traiciones que pueden tener lugar bien en una relación de amistad, o bien en una relación de pareja. También se analizó qué tipo de traición, de entre todas las informadas por los participantes, se percibía con mayor gravedad.
Respecto a las traiciones relacionadas con la pareja, las indicadas por los participantes fueron: mentiras, desprecio, o insultos (41.7%), infidelidad (33.3%), celos o posesión (14.6%) y, por último, traición de su confianza (10.4%).
En cuanto a las traiciones relacionadas con la amistad, las relatadas por los participantes fueron: mentiras, desprecio, o insultos (49%), traición de su confianza (32.7%) y celos o posesión (18.3%). Los resultados de este estudio mostraron que, de todas las traiciones informadas, la infidelidad es la que se percibe como la de más gravedad.
Estudio de la infidelidad
El segundo estudio estuvo formado por 201 participantes de población general (101 mujeres y 100 hombres), con edades comprendidas entre los 18 y 72 años y una media de edad de 28.84. Se examinó la influencia del género, así como las distintas variables relacionadas con el perdón ante una traición de infidelidad (resultado más importante del estudio anterior).
Los resultados mostraron que las mujeres (en comparación con los hombres) perciben como más negativas las consecuencias que se derivan de este tipo de traición y que experimentan emociones más negativas. Además, y también en el caso de las mujeres, las emociones negativas (tristeza, enfado o desilusión) median la relación entre la gravedad percibida de la traición y el perdón. “Esto quiere decir que, cuanto más grave perciben las mujeres la traición, mayores serán las emociones negativas experimentadas, dando lugar a un menor perdón hacia la pareja”, apunta Ana Beltrán Morillas, investigadora del CIMCYC y una de las autoras de este estudio.
El perdón es un mecanismo a través del cual se reducen los comportamientos negativos que surgen como consecuencia de una traición que la persona experimenta.
“Mediante el perdón, las personas pueden influir en su comportamiento dejando atrás el odio, rencor o ira y tratar de motivarse para comportarse de manera más positiva con la persona que las ha ofendido”, apunta la investigadora de la UGR.
Perdonar o no al ofensor depende del contexto relacional en el que ocurre la ofensa. Es decir, el tipo de relación que la persona herida o víctima mantenga con la persona que traiciona va a suscitar unas necesidades psicológicas u otras, que influirán en la decisión de perdonar.
El bienestar del otro
“Por ejemplo, en las relaciones de pareja, las expectativas que tienen los miembros de la relación se basan fundamentalmente en la preocupación de uno por el bienestar del otro, en el apoyo, y en la ayuda incondicional. Sin embargo, las expectativas que existen en otras relaciones (compañeros de trabajo o vecinos, por ejemplo) son distintas, no sintiéndose responsables del bienestar de la otra persona”, destaca Beltrán Morillas.
Las autoras de la investigación consideran que es fundamental seguir avanzando en el estudio del perdón en las relaciones de pareja, “ya que este proceso puede ayudarnos a mantener relaciones más saludables, así como un mejor funcionamiento psicológico que nos garantice mayores oportunidades para conocer cuál ha sido el motivo por el que ha ocurrido la traición y nos ofrezca posibilidades de cambio”.
Parte de esta investigación ha recibido recientemente el XIV Premio Juan Huarte de San Juan de Psicología Aplicada, otorgado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Oriental (COPAO).
de psiquiatria.com

lunes, 8 de febrero de 2016

si vas a ser optimista no conduzcas

Una investigación analiza por qué los conductores asumen conductas de riesgo.



Investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad de Salamanca desarrollan un proyecto financiado por la Dirección General de Tráfico (DGT) cuyo objetivo es analizar los rasgos de personalidad relacionados con la percepción del riesgo y el control que creen tener los conductores. Estos factores pueden explicar algunos comportamientos de riesgo al volante.
Los científicos quieren identificar aquellos pensamientos y emociones que muestran los conductores con expectativas optimistas y pesimistas, y ver cómo varía el comportamiento del conductor ante situaciones fáciles o difíciles de controlar en la conducción. Los datos obtenidos pueden aportar una mayor efectividad en los cursos de reeducación vial que realizan los conductores que han perdido puntos del carné de conducir.
“En anteriores estudios realizados con conductores que han perdido puntos, hemos identificado que un significativo porcentaje de los mismos muestran un marcado perfil optimista”, explica a DiCYT Carlos Hugo Criado del Valle, profesor de la Facultad de Psicología e investigador principal de este estudio. “Confían mucho en sus habilidades, creen tener una mayor destreza y dominio del vehículo cuando conducen. Y en menor medida, dan cabida a situaciones inesperadas, debidas al azar y, por ello, fuera del control del conductor. Esto supone asumir más riesgos en la conducción, lo que les lleva a cometer más infracciones”, comenta.
Los resultados señalan que cuando a un optimista se enfrenta a una situación difícil y lo hace mal, no se cuestiona su capacidad de conducir, sino que atribuye el resultado a factores externos: ser la primera vez que conduce en un simulador, que no se trata de un coche real o que un ruido de fondo le ha impedido concentrarse. Estos conductores siempre creen que en una próxima vez lo harán mejor.
Por el contrario, un pesimista tiende a mostrarse inseguro y cuestiona su destreza, incluso aunque la situación a la que se enfrenta sea fácil. Además, considera que la conducción no solo depende de su actuación, sino de factores en los que influye el azar.
“Creemos que cuando los conductores muestran altos niveles de optimismo, tienden a conducir con una velocidad superior a los límites permitidos, amparándose en su destreza”, apuntan los investigadores. Además, “no renuncian a una última copa, pensando en que pueden evitar los controles de alcoholemia e incluso se pueden saltar un semáforo en rojo creyendo que pueden controlar las consecuencias negativas”.
Tras estas pruebas, los expertos piensan en posibles nuevas estrategias. Si un conductor con expectativas optimistas y alta percepción de control llegase a considerar que hay muchas variables del entorno que no están sujetas a su control personal, se fomentaría una conducción más prudente, en la que esta persona se cuestione que no solo están implicadas sus destrezas y habilidades. Por su parte, si los conductores con expectativas pesimistas son conscientes de lo que pueden controlar, al margen de los factores externos que ya consideran, también mejoraría la prevención de riesgos.
Por lo tanto, los investigadores creen que una evaluación previa de los conductores que se proponen recuperar puntos y una adecuación de los cursos a su perfil es clave para incrementar la efectividad de esta formación.

de psiquiatria.com

lunes, 1 de febrero de 2016

ansiosa subordinación social

Las personas con elevados niveles de ansiedad pueden padecer subordinación social.


En un estudio realizado por neurocientíficos de la Escuela Politécnica de Lausana (EPFL), en Suiza, se ha logrado identificar un área del cerebro relacionada con la motivación y la depresión que además podría estar vinculada a la ansiedad-rasgo que propicia la subordinación social. Los resultados del trabajo han aparecido publicados en la revista PNAS.Tanto los animales como los seres humanos establecemos rangos sociales a través de la competencia, que a su vez determina la jerarquía dentro de grupos sociales. La capacidad de competir depende de diferentes características individuales, como el tamaño, la edad o la experiencia social previa. Algunas investigaciones han mostrado que la competencia social también se ve influenciada por rasgos de la personalidad, pero este punto no ha sido explorado en profundidad por ahora.
Aún así, los científicos sociales y los psicólogos sospechan que cuando los individuos presentan altos niveles de ansiedad como característica de su personalidad, pueden estar predispuestos a un mal desempeño en la competencia social, lo que los atrapa en un círculo vicioso (su ansiedad-rasgo reduce su competencia social y esto alimenta la ansiedad, y así indefinidamente). Sin embargo, de momento se sabe muy poco acerca de la neurociencia que subyace a este círculo, y que podría ser la clave para romperlo.
En los experimentos se categorizó a una serie de ratas en un espectro de ansiedad-rasgo (de ratas de ansiedad baja a ratas de alta ansiedad).  Estos animales fueron además sometidos a varias pruebas de comportamiento, en las que las ratas de ansiedad alta debían competir socialmente con ratas con anisedad baja.
El estudio confirma que la ansiedad-rasgo puede predisponer a un estatus social inferior y sugiere que la manipulación farmacológica de las mitocondrias en el núcleo accumbens potencialmente podría influir en el rango social de una persona. El estudio también es el primero en relacionar el metabolismo energético del cerebro con en el establecimiento de las jerarquías sociales.
Los investigadores  mantienen la cautela, ya que en el estudio participaron ratas y no personas y porque, después de todo, la función del cerebro es sólo uno de los muchos elementos que influyen en la dinámica social. ”Las interacciones sociales son inmensamente complejas.” 
de psiquiatria.com