lunes, 26 de enero de 2015

no desafinas, es la amígdala

¿Qué ocurre en mi cerebro cuando escucho a alguien cantar mal?



Os damos argumentos para reprender (con ciencia) a los que desafinan.


¿Qué pasa en nuestro queridísimo cerebro cuando el mensaje de las ondas es el horrible y desafinado tono de voz del vecino? O de tu pareja. O de un cantante profesional... que en todas partes cuecen habas. Carlos Tejero, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN), explica el desconcierto: "Una parte de nuestro cerebro busca patrones de seguridad. A lo largo de la vida, vamos definiendo qué es para nosotros cantar bien. Y cuando ese patrón no se repite, la sensación es desagradable. 
El hombre primitivo ya se agarraba a estos patrones para detectar el peligro. Es la misma señal de alerta que le saltaría a alguien que vive aislado de la civilización y de repente aparece en una calle atestada de tráfico". Obviamente, no todos compartimos el mismo patrón de seguridad. Y, como detalla el neurólogo, hay personas más sensibles a una voz desafinada igual que otras son menos tolerantes al desorden de una casa. Pero el origen del rechazo es el mismo: temor. También hay buenas noticias. "Nos acostumbramos rápido a la gente que canta mal. Por ejemplo, a tu pareja: tras escucharlo muchas veces, quizás no llegue a gustarte, pero desaparecerá el repudio", comenta Carlos Tejero. He aquí la razón por la que muchos que entonan de forma desastrosa no parecen darse cuenta de ello: han moldeado el patrón de seguridad... en su propio beneficio.
No acatar esta pauta de protección cerebral (una canción que no se ajusta a nuestra idea de corrección, un cuadro torcido que desafía nuestro concepto de la línea recta o un aspecto físico inesperado) afecta a la amígdala cerebral (conjunto de núcleos de neuronas cuyo papel principal es procesar y almacenar reacciones emocionales), provocando una respuesta física que nos conduce al enojo. Así que la próxima vez que el cantante de turno desafine a pleno pulmón, puede espetarle, sin temor a equivocarse: "Acaba de faltarle el respeto a mi patrón de seguridad. Y mi amígdala se ha puesto de muy mal humor".
de elpais.com

lunes, 19 de enero de 2015

y tu, ¿cuándo fuiste más feliz?

¿Cómo y cuándo fuimos más felices?



Analizamos en qué epocas de nuesta vida conseguimos más grado de bienestar subjetivo. Aunque nos parezca lo contrario, la juventud no es la época más feliz de nuestra vida.

Según los resultados de una reciente investigación publicada por la revista The Lancet, la curva de la felicidad no es un abdomen prominente sino una “U”, que es la forma en que se representa la relación entre las distintas épocas de nuestra vida y nuestros niveles de bienestar subjetivo.


En general, y aunque el estudio señala grandes diferencias en función de la zona del mundo en la que nos fijemos, entre los cuarenta y tantos y los cincuenta y tantos nuestra percepción de la felicidad deja mucho que desear. Y si esa década es la base de la “U”, es decir, el tiempo menos feliz de nuestra vida, podremos interpretar que cumplidos los treinta comienza un trasiego (descendente) de cuitas que no nos dará tregua hasta los cincuenta y tantos antes citados. Momento en el que, si los cálculos no fallan, nos vendremos arriba otra vez para afrontar la llamada madurez con el ánimo que le atribuimos la juventud.

Hasta aquí, la foto más o menos conocida de que la sabiduría  (y por tanto la felicidad) llega con la edad. “Los sesenta son los nuevos treinta”, podría ser el titular a la vista de la investigación de los doctores Steptoe, Deaton y Stone, de otras realizadas por The Gallup World Poll y de organismos dedicados a relacionar el bienestar con factores como la edad, la salud, el sexo o la protección social.

de elpais.com

miércoles, 14 de enero de 2015

Cómo contar a un niño que ha habido un atentado

Suavice, pero no mienta. Desahóguese, sin descontrolar. La clave está en los matices.


El año empezó de forma trágica y dolorosa, con más de una decena de muertos en un atentado yihadista contra la revista Charlie Hebdo, en París. Y si el episodio es difícil de digerir para los adultos, imaginemos lo que ocurre con los críos, que por muy lejos que los mantengamos de la barbarie, siempre escuchan conversaciones, ven fragmentos de informativos y lanzan curiosas preguntas. "¿Qué ha pasado, mamá, papá?".
Ante todo, resulta primordial disfrutar en casa de un clima de confianza que invite a los niños a cuestionar sobre cualquier asunto que les preocupe, sabiendo que van a obtener de nosotros una respuesta creíble y sólida. Así lo aconseja la Asociación Americana de Psiquiatría: si el infante necesita interrogar sobre cualquier asunto, esa atmósfera de franqueza le ayudará a hacerlo con naturalidad, y así no se quedará dándole vueltas al tema en soledad. Si su hijo ha visto imágenes truculentas (como los recientes tiroteos en Francia de los que muchos fuimos testigo), no ceda a la tentación de dejar el agua correr, bien por comodidad, bien porque interprete el probable silencio del pequeño como una prueba de que no ha entendido nada. Esto último es posible, pero ¿y si no ha sido así? Si le han causado el mismo impacto que a usted (como poco), pasarlo por alto sería un error. Por ello, los especialistas recomiendan dar el primer paso: aportar una explicación, nos la pida nuestro hijo o no
Así, con los atentados, ocurre como con cualquier problema de violencia, y nuestro mensaje debe cumplir dos funciones: erradicar el miedo y ser veraz. Decir que esas imágenes son de una película no vale. Tampoco contar un cuento.

Evidentemente, hay que utilizar un lenguaje acorde con su edad. No es lo mismo contarle un atentado a un niño de 12 años que a otro de cuatro (en los más pequeños, según los expertos, el impacto de estas escenas puede ser mayor). Tampoco hay que recrearse en las explicaciones.

Por último, es crucial evitar que los niños se formen una idea equivocada respecto a “buenos” y “malos”, identificando a unos y a otros con diferentes etnias, rasgos físicos o creencias. Hay que recalcar que los “malos” son una minoría, pero también que esa minoría no tiene nada que ver con una etnia o religión. Recuerde: confianza en el hogar, veracidad en la información, brevedad, sentimientos sinceros pero calmos y el matiz de la excepcionalidad y la justicia. Sus hijos lo agradecerán.


de elpais.com

lunes, 12 de enero de 2015

La «falacia del apostador» o el error de los guardametas con los penaltis.

Cuando los partidos de fútbol se deciden por penaltis, los guardametas incurren en un patrón de defensas, conocido como “la falacia del apostador”, que sus adversarios bien podrían aprovechar, según un estudio que publicó hoy la revista Current Biology. Para su estudio, titulado “Predictibilidad asimétria y competencia cognitiva en los duelos de penales en el fútbol”, los científicos Erman Misirlisoy y Patrick Hggard, del Colegio Universitario de Londres, examinaron 361 tiros de penalti de 37 partidos de la Copa Mundial y la Eurocopa entre 1976 y 2012.
“Los deportes proporcionan demostraciones poderosas de las estrategias cognitivas que subyacen en el comportamiento competitivo”, escribieron los científicos del Instituto de Neurociencia Cognitiva.
Los penaltis son poco frecuentes durante el curso del partido y el análisis de esos indica que tanto los jugadores que los ejecutan como los guardametas usan una estrategia mixta y eligen al azar si han de tirar o lanzarse a la izquierda o la derecha.
El estudio de los cientos de penaltis en los duelos de desempate llevó a los autores a la conclusión de que los guardametas exhiben en esa secuencia rápida un claro patrón de comportamiento en sus intentos por detener la pelota.
Los investigadores registraron la dirección en que el jugador pateó la pelota (izquierda, derecha, centro) y la dirección en la cual se movió el portero.
“Los guardametas permanecieron en el centro del arco sólo raras veces (2,49 %) y los pelotazos al centro también fueron raros (9,14 %)”, explicó el articulista. “Los porteros fueron casi igualmente propensos a lanzarse a la izquierda o a la derecha, de la misma forma que los jugadores fueron propensos a patear a uno u otro lado casi en proporciones similares”.
La diferencia se registró en la dirección a la cual se lanzaron los arqueros durante una secuencia de penalties.
“Cuando los pateadores lanzaron la pelota repetidas veces en la misma dirección, los porteros se tornaron más propensos a lanzarse en dirección opuesta en el tiro siguiente”, añadieron los investigadores.
Y esto es lo que los científicos denominan “la falacia del apostador”: en el casino, por ejemplo, no es una buena idea colocar una apuesta grande en un número negro sólo porque ha habido varias rondas de sorteo a favor de los rojos.
Haya ocurrido lo que haya ocurrido antes, los “rojos” y los “negros” -o en el caso de los tiros penales, la izquierda o la derecha- siguen teniendo exactamente las mismas probabilidades (50 %) en cada nueva instancia.
Misirlisoy sugiere que un guardameta podría elegir una secuencia de atajadas al azar, antes del duelo, y atenerse a ella ocurra lo que ocurra. Mientras los porteros no hagan eso, los jugadores que patean los penales podrían pronosticar hacia qué lado es más probable que se lance el guardameta.
de psiquiatria.com