lunes, 28 de marzo de 2016

la felicidad es esa cosa con letras


Los lectores están más contentos y satisfechos que los no lectores y, en general, son menos agresivos y más optimistas, según un estudio reciente de la Universidad de Roma III.

La lectura nos hace más felices y nos ayuda a afrontar mejor la existencia. Los lectores están más contentos y satisfechos que los no lectores, en general son menos agresivos y más optimistas”. Quienes lo dicen son los responsables de un análisis reciente elaborado por la Universidad de Roma III a partir de entrevistas a 1.100 personas. Aplicando índices como el de la medición de la felicidad de Veenhoven y escalas como la Diener para registrar el grado de satisfacción con la vida, los investigadores han llegado a estas conclusiones que demuestran, como dice Nuccio Ordine, autor del manifiesto La utilidad de lo inútil, que “nutrir el espíritu puede ser tan importante como alimentar el cuerpo” y que necesitamos, mucho más de lo que pensamos, esas experiencias y conocimientos que no se traducen en beneficios económicos.

¿Cómo nos sentimos y qué cambios experimentamos cuando nos sumergimos en una historia? ¿Tiene un efecto transformador? ¿Nos hacen ver los protagonistas de las ficciones nuestras contradicciones y deseos? ¿Nos recuerdan cosas esenciales, tal vez olvidadas?

La ciencia cada vez tiene más recursos para contestar a estas preguntas. Artículos en revistas especializadas dan cuenta de los resultados de resonancias magnéticas que revelan la alta conectividad que se produce en el surco central del cerebro, región del motor sensorial primario, y en la corteza temporal izquierda, el área asociada al lenguaje, mientras leemos un libro y tras acabarlo.

El estrés se reduce y la inteligencia emocional sale ganando, así como el desarrollo psicosocial, el autoconocimiento y el cultivo de la empatía, según un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Emory, en Atlanta, que siguieron las reacciones de 21 estudiantes durante 19 días consecutivos. La lectura puede incluso modificar comportamientos a través de la identificación con los protagonistas de la literatura, sostiene Keith Oatley, novelista y profesor de Psicología Cognitiva de la Universidad de Toronto.

“Nos cuesta mucho ponernos en los zapatos del otro en el día a día, pero ¿cuántas veces nos hemos puesto en la piel del personaje de una novela? Empatizamos con él y nos ayuda a entender mejor las señales de los demás”, argumenta Antonella Fayer, psicóloga y coach especializada en desarrollo de liderazgo, quien asegura que “las lecciones que encontramos en la literatura sobre dilemas morales y emocionales son necesarias para cualquier persona, muy especialmente para líderes y políticos, que están convencidos de que no tienen tiempo. Actúan, juzgan y sueltan discursos, pero les convendría parar y acceder a lecturas para mejorar su comprensión de los otros”, señala Fayer, aludiendo a las palabras de Alan Brew, exeditor de Financial Times. “Leer a los grandes escritores te hace una persona mejor preparada para tomar decisiones creativas, interesantes y educadas”.

El convencimiento de los beneficios de la lectura es el motor de School of Life, centro londinense de biblioterapia que prescribe libros para ayudar a superar conflictos (ruptura, duelo…). Como dice el filósofo Santiago Alba Rico, autor de Leer con niños, un ensayo que estimula en los padres el placer de compartir relatos con sus hijos, la lectura, como el enamoramiento, es un “vicio virtuoso”. Cuando conocemos los bienes que nos proporciona, no podemos dejar de practicarla. Vayamos pues a la literatura, como invitaba Cortázar, “como se va a los encuentros más esenciales de la existencia, como se va al amor y a veces a la muerte, sabiendo que forman parte indisoluble de un todo y que un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y su última página”.


Fuente Culturamas

lunes, 21 de marzo de 2016

otros indicadores de pobreza

La baja autoestima y la soledad también son indicadores de pobreza

El Banco de Desarrollo de América Latina y la Universidpara medir este fenómeno

Un desplazado residente en Soacha, uno de las zonas más pobres a las afueras de Bogotá, Colombia.Camilo Rozo
La pobreza tiene que ver con la capacidad adquisitiva y el nivel educativo, pero también con la estigmatización y la humillación social o el aislamiento. Estos indicadores no suelen aparecer en los estudios que miden si una persona es pobre o no lo es. Por esta razón, el CAF –banco de desarrollo de América Latina- y la Universidad de Oxford han elaborado el informe Dimensiones faltantes en la medición de la pobreza, para llamar la atención sobre seis factores que han denominado socioemocionales. "Al tratarse de variables subjetivas, en los próximos años deberemos encontrar los mecanismos más adecuados para cuantificarlos e incluirlos en grandes clasificaciones de la pobreza”, ha explicado Mireya Vargas, investigadora de OPHI-Universidad de Oxford y coordinadora del informe.
El estudio, centrado en América Latina, identifica el empoderamiento (actuar bajo presión u obligación); la seguridad física (ser víctima de robo o violencia física); la capacidad de desarrollarse sin sentir vergüenza (estigmatización social de la pobreza, discriminación, humillación o discriminación); la calidad del empleo; la falta de redes de protección social o soledad; y el bienestar psicológico, es decir, la baja autoestima. Las primeras cinco están directamente relacionadas con la pobreza, "la última no estrictamente puesto que hay dudas sobre hasta qué punto se debe considerar a las personas que sufren carencias en bienestar psicológico y subjetivo como pobres", plantea el análisis. "Sin embargo, debido a que esta dimensión aparenta ser importante –por sus vínculos con las otras–, amerita mayor investigación".
Uno de los principales retos que se plantea en el estudio es cómo medir estas nuevas variables y obtener los datos que ayuden a mejorar y completar este tipo de análisis. El CAF y la Universidad de Oxford entienden la pobreza como "un fenómeno multidimensional". Sabina Alkire, director de OPHI, apunta a las encuestas en hogares: "parecen ser una de las formas más sólidas de recolectar los datos necesitados, pero es evidente que tienen numerosas restricciones, pasan por alto aspectos de distribución dentro del hogar y son procesos caros".
Aunque se trata de indicadores novedosos, ambas instituciones recuerdan que ya hay iniciativas que los toman en cuenta y a partir de las cuales se puede ir mejorando la investigación. Es el caso de Women in Informal Employment: Globalizing and Organizing (WIEGO) o la medición de empoderamiento desarrollada por Alsop y Narayan están explorando cómo medir dimensiones no tradicionales del desarrollo y cómo construir estadísticas nacionales y regionales con ellas. "Esfuerzos similares se han llevado a cabo en países de la Unión Europea como Alemania, Holanda e Inglaterra", se recuerda en el estudio. "Naciones Unidas con OPHI publican cada año datos comparables de pobreza multidimensional para más de 100 países. Bután, Chile, Colombia, Malasia y México ya cuentan ya con medidas nacionales".

de elpais.com 

lunes, 14 de marzo de 2016

el miedo es tu amigo

El miedo controlado puede generar placer e incluso reducir la ansiedad.


Las situaciones de miedo controlado como las que se viven en Halloween pueden generar placer e incluso reducir la ansiedad, según ha destacado la psicóloga Alejandra Serrano, ya que al no haber ningún peligro real y tener un tiempo limitado acaba produciendo sensación de alivio.
Los sustos, según explica esta experta, suelen ser interpretados por el cerebro como una amenaza y activan el sistema nervioso simpático, que a través de la liberación de adrenalina controla las reacciones del cuerpo para preparar ante un posible ataque o huir.
“Se aceleran el ritmo cardiaco y la respiración, lo que favorece la circulación de más sangre en los músculos, que se tensan para predisponernos a la acción. Además, las pupilas se dilatan para enfocar mejor”, ha reconocido esta experta.
Pero cuando estos sustos o el miedo están controlados, la situación es diferente e incluso “es muy fácil pasar del miedo a la risa, con todos los beneficios que la carcajada aporta al organismo”, al tiempo que también produce un aumento de la testosterona.
Serrano ha reconocido que no todo el mundo disfruta de la tensión que producen las historias de terror sin que ello conlleve tener “fobias o miedos que le limiten en su día a día”.
“Tan solo sucede que uno no disfruta de esa experiencia ni de la descarga de adrenalina que se produce en el cerebro, posiblemente porque generan más cortisol”, ha explicado.
Aunque, los sustos pueden ser contraproducentes si fomentan el miedo en una persona con una fobia real, por lo que un profesional debe valorar si la exposición al miedo ayuda o no. Y si la persona sufre problemas cardiacos o ansiedad, la sensación de tensión estaría desaconsejada.
Del mismo modo, esta experta reconoce que inducir miedo a un niño es un arma de doble filo, ya que puede ayudar a educarles y a protegerlos frente a peligros reales pero, “si no tiene capacidad para entender que lo que le asusta no es real o no está ocurriendo, puede convertirlo en un niño temeroso con inseguridades difíciles de atender”.
Además, reconoce que para iniciarles en el mundo del miedo o el terror debe tenerse en cuenta la personalidad del niño y su sensibilidad, más que su edad, ya que “si las cosas suelen afectarle mucho o sufre pesadillas recurrentes, quizá es más adecuado esperar a los 11 o los 12 años”. Así, su madurez podrá interpretar la película como algo no real y no le afectarán las escenas de terror, ha añadido.
de psiquiatria.com

lunes, 7 de marzo de 2016

controla tu móvil

Ansiedad y enfermedades psicosomáticas, principales consecuencia de la dependencia al móvil.


Las nueva tecnologías han provocado que sea fácil estar las 24 horas conectado al trabajo, y esta situación puede generar ansiedad, enfermedades psicosomáticas y problemas de control, “pues nos predisponen a estar pendientes, y finalmente no tenemos vida propia”, afirma Ana Tostado Domingo, psicóloga en la Consulta de Psicología Psico-Metta.
“Los dispositivos móviles, las redes sociales, las plataformas en línea, etc. Son muchos los recursos tecnológicos mediante los que los trabajadores están conectados las 24 horas del día, lo que puede generar fatiga, ansiedad, estrés e incluso enfermedades psicosomáticas. El trabajador no descansa nunca y lo acaba pagando”, advierte
Como consecuencia, ya se observan adictos al trabajo e, incluso, “se puede llegar al punto de eliminar de nuestras vidas el tiempo para nosotros y para nuestras familias”, afirma.
La experta, destaca que se pueden combatir los problemas psicológicos derivados de la conexión permanente. Para ello, recomienda establecer límites y hablar con la empresa. “Por nuestra salud y nuestro bienestar, es esencial que dispongamos de un tiempo para nosotros y para los nuestros, por lo que es aconsejable exponer el caso a nuestros jefes”, afirma.
Asimismo, recuerda que mirar a la pantalla todo el rato puede influir en el rendimiento laboral, ya que está comprobado que el ser humano necesita parar en la jornada laboral, realizar actividades distintas.
“Las pausas son imprescindibles y permiten que nuestro rendimiento en el desempeño de nuestras tareas sea mayor”, advierte. Un consejo muy “sencillo y práctico” consiste en levantarse cada hora, caminar y hacer estiramientos.
Otro consecuencia de estar permanentemente conectado es que se pierden las relaciones personales. Las relaciones sociales, tanto en línea como cara a cara, son beneficiosas e incrementan nuestra autoestima. Sin embargo, afirma, “no es aconsejable plantear exclusivamente relaciones virtuales, ya que también necesitamos el trato directo y personal con nuestros colegas de trabajo”.
La psicóloga ha lamentado que cada vez más sea más dificil separa el tiempo de trabajo del ocio. “A veces trabajamos con un ordenador y cuando llegamos a casa pasamos nuestro tiempo de ocio frente a otro ordenador”, señala, sin embargo lo ideal sería dejar lado las tecnologías y tratar de realizar actividades que produzcan bienestar, como por ejemplo el deporte. “Si no, nuestra mente creerá que seguimos trabajando y no diferenciará los tiempos”, concluye.

de psiquiatria.com