lunes, 29 de mayo de 2017

tu nombre nos dice mucho de ti

Las personas suelen adaptarse al estereotipo social de su propio nombre

Una nueva investigación publicada por la Asociación Americana de Psicología ha encontrado que la gente suele acertar más de lo que cabría esperar en asignar correctamente nombres a personas desconocidas, a partir solo de ver sus rostros. Los autores del estudio cree que estos aciertos podrían tener algo que ver con los estereotipos culturales que atribuimos a los nombres.
La investigadora Yonat Zwebner, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y sus colaboradores han alcanzado esta conclusión tras realizar una serie de experimentos con cientos de participantes de Israel y Francia.
En cada experimento, a los voluntarios se les mostró una fotografía y se les pidió que seleccionaran un nombre para cada una de ellas, de una lista de cuatro o cinco nombres.
En cada experimento, los participantes superaron significativamente (con entre un 25 y un 40% de precisión) al porcentaje correspondiente a una selección al azar (situado entre el 20 o el 25% de precisión, dependiendo del experimento), incluso cuando se controlaba la etnicidad, la edad y otras variables socioeconómicas.
Los investigadores teorizan que este efecto puede ser, en parte, debido a estereotipos culturales asociados a los nombres, pues un sesgo cultural apareció en las pruebas realizadas.
Por ejemplo, en uno de los experimentos, realizado con estudiantes franceses e israelíes, se les presentó a estos una combinación de caras y nombres franceses e israelíes. Los estudiantes franceses superaron el azar solamente al emparejar nombres y caras franceses, y los estudiantes israelíes fueron mejores que el azar únicamente asociando nombres hebreos y caras israelíes.
Pero, además, poder asociar certeramente nombres con rostros específicos podría deberse a que los dueños de esas caras, inconscientemente, hayan alterado su propia apariencia para ajustarse a las normas culturales y a las señales asociadas con los nombres que se les pusieron al nacer, afirma Zwebner.
“Estamos familiarizados con este proceso con otros estereotipos, como la etnicidad o el sexo, cuyas expectativas estereotipadas influyen en qué nos convertimos”, sigue diciendo Zwebner.  “La investigación previa ha demostrado que hay estereotipos culturales vinculados a los nombres, incluyendo lo que debe parecer alguien. Por ejemplo, las personas son más propensas a imaginar que una persona llamada “Bob” tenga una cara más redonda que una persona llamada “Tim”. Creemos que estos estereotipos pueden, con el tiempo, afectar a la apariencia facial de las personas”.
Esta hipótesis ha sido respaldada por los resultados de un experimento que mostraron que aspectos físicos que pueden ser controlados por un individuo, como su peinado, fueron suficientes para producir este efecto.
Los científicos concluyen que estamos sujetos a las estructuras sociales desde el momento en que nacemos, no sólo por nuestro sexo, nuestra etnia o nuestras condiciones socioeconómicas, sino también por la mera elección que otros hacen al darnos nuestro nombre.

de psiquiatria.com

lunes, 22 de mayo de 2017

predecir el crimen

Investigadores predicen estados de conocimiento del crimen en el cerebro humano

Los jueces y los jurados siempre reflexionan sobre si las personas actúan “a sabiendas” o “imprudentemente” durante la actividad criminal y la neurociencia ha tenido poco que añadir al debate. Pero ahora, un equipo de investigadores ha descubierto que la imagen cerebral puede determinar si alguien está actuando en un estado de conocimiento sobre un crimen –que conlleva penas más severas– o un estado de imprudencia, que incluso en los crímenes capitales como el homicidio, exige penas menos severas.
El trabajo de estos científicos, entre ellos el neurocientífico computacional Read Montague, del Instituto de Investigación Virginia Tech Carilion, en Estados Unidos, y que se revela en un artículo programado para su publicación esta semana en la edición digital temprana de ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, no tendrá incidencia en los procedimientos judiciales, pero es una incursión en el emergente campo de la “neuroley”, que conecta la neurociencia con las normas y los estándares legales.
En un estudio de imágenes cerebrales de 40 personas, los investigadores identificaron respuestas cerebrales que indicaban si la gente sabía que estaba cometiendo delitos o si en su lugar actuaban temerariamente con el riesgo de que estuvieran cometiendo un crimen. Los científicos proporcionaron la primera evidencia neurobiológica de una diferencia detectable entre los estados mentales del conocimiento y la imprudencia, una exploración que históricamente ha sido confinada a la sala del tribunal.
“La gente puede cometer exactamente el mismo crimen en todos sus elementos y circunstancias, y dependiendo de sus estados mentales, la diferencia podría ser que uno iría a la cárcel durante 14 años y el otro conseguiría la libertad condicional”, dice Montague, profesor de investigación en Tech Carilion y director del Laboratorio de Neuroimagen Humano del Instituto de Investigación.
La investigación fue concebida bajo la dirección de la Red de Investigación de la Fundación MacArthur sobre Derecho y Neurociencia en la Universidad de Vanderbilt y llevada a cabo por investigadores del Instituto de Investigación Virginia Tech Carilion y la Universidad de Yale, todas ellas instituciones estadounidenses. Los científicos examinaron el cerebro de 40 sujetos y les pidieron que decidieran si llevaban una maleta al otro lado de la frontera, variando la probabilidad de que la maleta contuviera drogas. Los investigadores determinaron con precisión si las personas participantes sabían que las drogas estaban en la maleta, lo que les haría culpables de importar drogas a sabiendas, o si desconocían el contenido, lo que las haría inocentes.
Los científicos demostraron que los estados mentales conscientes e imprudentes correspondían a estados neurológicos detectables, y que esos estados mentales pueden predecirse basándose únicamente en datos de imágenes cerebrales. Sin embargo, los autores de este trabajo advirtieron que la evaluación del estado mental de un acusado no debería reducirse a la clasificación de los datos cerebrales.
“En principio, estamos mostrando que estos estados cerebrales pueden detectarse cuando la actividad se está produciendo –dice Montague–. Por ello, podemos comenzar a hacernos preguntas como, ¿qué circuitos neuronales están comprometidos por esto?, ¿qué aspecto tiene la distribución a través de 4.000 personas en lugar de 40 personas?, ¿son estas condiciones fruto del desarrollo, estados mentales, uso de sustancias farmacológicas o lesiones que afectan a estas redes de manera que pudiéramos aportar información para el castigo?”.
“Los científicos y los abogados hablan diferentes idiomas –apunta Montague–. Se produce una traducción cuando se unen estos grupos que dan un nuevo significado a la interdisciplinaridad. Los abogados piensan que la gente es consciente y deliberativa, y la ley ve a la gente de esa manera: eres un agente independiente y tomas decisiones por ti mismo. La imagen ignora el hecho científico de que el 99 por ciento de las decisiones tomadas en su sistema nervioso nunca llegan a la conciencia. Estamos siendo impulsados por cosas a las que ni siquiera tenemos un acceso consciente; esa diferencia fue algo con lo que tuvimos que trabajar para diseñar el experimento”.

de psiquiatria.com

lunes, 15 de mayo de 2017

el secreto de sus ojos

Un estudio identifica qué sucede cuando las personas descubren cómo resolver un problema

A todo el mundo le gustan esos momentos de “¡ajá!” donde de repente e inesperadamente resuelves un problema difícil o entiendes algo que te había tenido perplejo; pero hasta ahora, los investigadores no contaban con una buena manera de estudiar cómo la gente experimenta realmente lo que se llama “aprendizaje epifánico”.
En una nueva investigación, científicos de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos, utilizaron la tecnología de ‘rastreo-ojo’ y dilatación de la pupila para ver qué sucede cuando las personas descubren cómo ganar un juego de estrategia en un ordenador.
“Pudimos ver a nuestros participantes en el estudio averiguar la solución a través de sus movimientos oculares mientras consideraban sus opciones”, explica el coautor del estudio Ian Krajbich, profesor asistente de Psicología y Economía en la Universidad de Ohio. “Pudimos predecir que estaban a punto de tener una epifanía antes de que supieran que estaban llegando a ella”, añade.
Krajbich lideró el estudio con James Wei Chen, estudiante de doctorado en Economía en la Universidad del Estado de Ohio, y sus resultados se publican esta semana en ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’. La mayoría de las investigaciones de toma de decisiones se han centrado en el aprendizaje de refuerzo, donde las personas gradualmente ajustan su comportamiento en respuesta a lo que aprenden, dice Chen.
“Nuestro trabajo es nuevo en que estamos viendo este otro tipo de aprendizaje que realmente ha sido descuidado en investigaciones anteriores”, afirma Krajbich. Para su investigación, 59 estudiantes jugaron a un juego en un ordenador contra un oponente invisible.
En la pantalla había 11 números (de 0 a 10) dispuestos en un círculo (como un teléfono antiguo con los números dispuestos en una rueda giratoria). Los estudiantes eligieron un número y luego su oponente escogió un número. Los detalles de cómo ganar eran algo complejos, pero esencialmente la estrategia de juego óptima se reduce a elegir el número más bajo; por lo que elegir cero siempre era la mejor opción.
Los participantes jugaron 30 veces seguidas, siempre contra un nuevo oponente. Los investigadores crearon un incentivo para ganar mediante la concesión de pequeños pagos por cada victoria. Un ‘rastreador de ojo’ bajo la pantalla del ordenador podría decir qué números estaban mirando mientras consideraban sus opciones durante partes del experimento.
Después de cada uno de los ensayos, los participantes tuvieron la opción de comprometerse a jugar un número para el resto de los ensayos y se les animó a hacerlo prometiéndoles un pago extra. A los participantes se les recordó el número que eligieron, el número que su oponente había escogido y si habían ganado o perdido.
El objetivo de los investigadores era ver cuándo tenían los jugadores esa epifanía, ese “momento ajá”, en el que se dieron cuenta de que cero era siempre la mejor opción y luego se comprometieron a jugar ese número durante el resto del experimento. Los resultados mostraron que aproximadamente el 42 por ciento de los jugadores tuvo una epifanía en algún momento y optó por jugar al cero. Otro 37 por ciento optó por otro número distinto de cero, lo que sugiere que no aprendió la lección correcta; y el 20 por ciento restante nunca se comprometió con un número.
LA DILATACIÓN DE LA PUPILA, CLAVE
Los investigadores podían decir cuando un jugador tenía una revelación. “Hay un cambio repentino en su comportamiento, está eligiendo otros números y de repente cambia a optar sólo por el cero –relata Krajbich–. Ése es un sello distintivo del aprendizaje de la epifanía”.
Estos participantes dieron pistas de que iban a detectarlo en ese momento, aunque no se dieran cuenta. El ‘eye-tracker’ demostró que miraban al cero y otros números bajos más a menudo que otros en las pruebas momentos antes de su epifanía, incluso aunque terminaran optando por otros números. “No vemos su descubrimiento en su elección de números, sino que lo vemos en sus ojos –detalla Chen–. Su atención se centra en el cero y comienza a probarlo más y más”.
Aquellos que tuvieron las epifanías también pasaron menos tiempo mirando las opciones numéricas de sus oponentes y más tiempo considerando el resultado de cada prueba, si ganaban o perdían. Los investigadores dijeron que esto sugiere que estaban aprendiendo que su elección de un número bajo era la clave de la victoria.
Una clave para el aprendizaje de la revelación es que viene de repente, lo que era evidente cuando los investigadores observaron los resultados del seguimiento de los ojos en la pantalla de compromiso, es decir, la pantalla donde los participantes podían optar por comprometerse a optar siempre por el cero (u otro número) para el resto de los experimentos.
Los hallazgos sobre la dilatación de la pupila proporcionaron evidencia adicional de que los que se dieron cuenta de la epifanía estaban reaccionando de manera diferente que otros. “Cuando tu pupila se dilata, vemos que es evidencia de que estás prestando mucha atención y aprendiendo”, subraya Krajbich.
Los resultados mostraron que aquellos que experimentaron el aprendizaje de la epifanía experimentaron una dilatación significativa de la pupila mientras veían la pantalla de retroalimentación (diciéndoles si ganaban o perdían) antes de tomar la decisión. La dilatación desapareció después de que se comprometieron.

“Estaban mostrando signos de aprendizaje antes de comprometerse con el cero –relata Krajbich–. No vimos los mismos resultados para los demás”. Estos hallazgos sugieren que hay que mirar dentro para experimentar verdaderamente la epifanía. “Lo que podemos extraer de esta investigación es que es mejor pensar en un problema que simplemente seguir a otros –sugiere Krajbich–. Aquellos que prestaron más atención a sus oponentes tendieron a aprender la lección equivocada”.

de psiquiatria.com

lunes, 8 de mayo de 2017

sincronización escolar

Los cerebros de los alumnos se sincronizan durante una clase


Cuando las personas de un grupo están concentradas unas con otras y con el entorno, sus ondas cerebrales presentan modelos similares. Lo ha descubierto un estudio que utilizó electroencefalografía (EEG) portátil para registrar simultáneamente la actividad cerebral de una clase de alumnos de secundaria durante un semestre. El estudio midió las interacciones entre parejas de estudiantes, las interacciones entre todo el grupo como un todo y las interacciones entre estudiantes individuales y el resto del grupo. El grado en que las ondas cerebrales de los estudiantes se alinearon anticipó tanto sus niveles de participación en la actividad de la clase como su conexión social.
El estudio constató que las ondas cerebrales de los estudiantes estaban alineadas con los otros cuando estaban más concentrados durante la clase. La sincronización entre un cerebro y otro ha identificado asimismo a los estudiantes realmente interesados en el aprendizaje.
La interacción entre cerebros también descubre la interacción social entre alumnos y las personalidades de los estudiantes. Los investigadores consideran que estos efectos se pueden explicar por los mecanismos de concentración compartidos que se producen durante las interacciones dinámicas de los grupos.  Los investigadores, dirigidos por David Poeppel, de la Universidad de Nueva York y del Instituto Max Planck, utilizaron un EEG portátil para registrar simultáneamente la actividad cerebral de los alumnos durante una clase.
A continuación utilizaron nuevas técnicas de análisis para evaluar en qué medida esta actividad cerebral estaba sincronizada entre los estudiantes y la manera en que el nivel de sincronización variaba según la concentración de los alumnos en diferentes momentos de la clase y de la dinámica social.
Los investigadores consideran que el nivel de sincronización procede de un fenómeno que se conoce como sincronización de las ondas cerebrales. Los millones de neuronas producen, cada una, sus propias señales eléctricas. Estas señales, combinadas, generan oscilaciones conocidas como ondas cerebrales, que pueden ser medidas mediante electroencefalografía (EEG).
Las ondas cerebrales se solapan con las ondas sonoras o los patrones de luz del mundo exterior. Cuanto más se concentra el cerebro sobre estos modelos cerebrales, más se va a confundir con estos modelos, señalan los investigadores.
En consecuencia, si las personas de un grupo están concentradas en un mismo punto de atención, las ondas cerebrales son similares porque se confunden con la misma información compartida por los miembros del grupo.
La sincronización cerebral es igualmente necesaria para un comportamiento sincronizado de la interacción humana, explican los investigadores. Por ejemplo, una sincronización es necesaria entre dos personas que mantienen una conversación, que bailan o trasladan el mismo mueble.
Los resultados de esta investigación sugieren que la dinámica social es importante, incluso cuando las personas ven el mismo video o asisten a una conferencia.

“Estos hallazgos tienen implicaciones para los investigadores de la educación que podrían querer saber qué técnicas de enseñanza aumentan el compromiso de los alumnos y para los neurocientíficos básicos que quieren descubrir los procesos neuronales, psicológicos y sociales subyacentes al aprendizaje”, explica David Poeppel, profesor de psicología en la Universidad de Nueva York Y director del Instituto Max Planck de Estética Empírica en Frankfurt, en un comunicado de la NSF.

de psiquiatria.com