Si dice más de dos
mentiras al día, tiene un problema
Narcisistas,
manipuladores, inseguros, maquiavélicos y hasta sociópatas. Estos son los perfiles,
según la ciencia, de las personas que más embustes nos cuentan
La
mentira forma parte de nuestra realidad cotidiana, ha inspirado narraciones,
canciones y películas, y aun así nos sigue desconcertando: nunca es fácil
descubrir una trola bien contada. Todos en algún momento recurrimos a ella —un
estudio de la Universidad de Virginia (EE UU) determinó que la mayoría
soltamos dos mentiras al día, mientras que otro, de la Universidad Estatal de Michigan (EE UU), tras analizar a 1.000
ciudadanos, estableció una media de 1,65 embustes diarios—, pero no cabe duda
de que unos recurren a la falsedad con más frecuencia que otros. Psicólogos y
psiquiatras han trabajado para desenmascarar a estos mentirosos habituales,
tanto que es posible dibujar un retrato robot y enumerar sus motivaciones.
Para
desenredar el ovillo, es preciso conocer qué tipos de mentiras existen y qué
motivación hay detrás de ellas. “Existen mentiras descaradas, exageraciones,
mentiras sutiles; otras que persiguen el beneficio personal pero no quieren
dañar aunque dañen; las que sí esconden el interés de perjudicar o las que, por
el contrario, llamamos altruistas o generosas porque intentan evitar algo
desagradable e inútil a los demás”. explica la psicóloga María Jesús Álava Reyes,
autora de La verdad de la mentira. “Están las mentiras
sociales, más inocuas, o las narcisistas, que pretenden eludir el sentimiento
de vergüenza, las más psicopáticas, que gratifican al que miente, las
patológicas de aquellos que rechazan visceralmente la realidad, las que se dan
en situaciones críticas y persiguen salvar la vida, las que se cuentan para dar
pena y manipular a los demás, las egoístas, las mentiras falsas y las que
forman parte del trabajo, en el caso de los espías o las mentiras de quienes
están sometidos a la exposición pública, como los políticos”.
En 2015,
investigadores de la Universidad de Ciencias
Sociales y Humanidades de Breslavia (Polonia) estudiaron las
motivaciones que hay detrás de las mentiras. Partieron de dos: las relacionadas
con la protección (evitar castigos, pérdida de relaciones, angustia en la otra
persona o anticiparse a la crítica por la verdad) y aquellas movidas por un
deseo de obtener beneficios. Estos los dividieron en beneficios egoístas
(materiales), autodefensivos, ganas de agradar y de proteger a la otra persona.
Finalmente, concluyeron que las motivaciones que más se repetían en el grupo de
83 personas analizadas eran las egoístas, las autodefensivas, el temor a la
pérdida de una relación y el deseo de protección hacia la otra persona.
En 2010, desde
la Universidad
Estatal de Michigan (el estudio citado al principio) pidieron
a un millar de ciudadanos estadounidenses que contaran el número de mentiras
que decían en 24 horas. Entre las conclusiones halladas, el trabajo afirma que
los jóvenes mienten más: cuanto mayores nos hacemos, más sinceros somos. Claro
que este tipo de estudios, en los que el propio individuo reporta sus mentiras,
no dejan de tener cierta ironía: nunca es posible saber cuándo el resultado es
sincero.
En el estudio The many faces of lies (“Las muchas caras de las mentiras”), Bella M.
DePaulo, psicóloga de la
Universidad de California (EE UU), encabezó uno de sus
apartados con la pregunta: “¿Qué tipos de personas mienten más fácilmente?”. Y,
a modo de respuesta, explicaba: “Pensamos que las personas que dicen muchas
mentiras pueden ser especialmente sociables, pues uno de los objetivos que
motivan sus mentiras —como causar buena impresión o halagar a otros— pueden ser
especialmente importantes para gente a la que le gusta pasar tiempo con otras
personas”. Y aunque reconoce que hay una amplia variedad de mentirosos, afirma
que “las personas que dicen muchas mentiras son en realidad más manipuladoras e
irresponsables que la gente que dice menos mentiras. También se preocupan
profundamente de lo que otros piensan de ellos, y son más extrovertidos”.
Sin embargo,
la sociabilidad del mentiroso no está del todo clara. En otro estudio, la
mencionada psicóloga Bella M. DePaulo defiende que “la gente que dice menos
mentiras estaba más altamente socializada y reporta mejores relaciones con las
personas de su sexo. Personas manipuladoras, menos sociables y con relaciones
con su mismo sexo menos gratificantes son más propensas a decir mentiras”.
Como dice
Judit Bembibre, especialista en Psicología Clínica, profesora de la Universidad de Granada
y coautora de un artículo sobre el tema en la revista Psicothema, “la mentira
es una conducta que se asocia a una emoción que no siempre es la misma”. Los
expertos señalan que existe también una triada oscura formada por personas narcisistas, que mienten
porque buscan justificarse a toda costa; maquiavélicas, que solo buscan su
propio beneficio; y sociópatas e inadaptados que mienten por desprecio a los
demás. Sin embargo, la mentira no es una estrategia que empleen en exclusiva
personalidades como estas; de hecho está también muy presente en quienes tienen
baja autoestima y mienten para encubrir sus fracasos. En personas inseguras que
mienten para caer bien a los demás. Los introvertidos buscan mentiras muy
elaboradas, sofisticadas y evitadoras de situaciones que les resultan incómodas.
Otro grupo de
embusteros estaría formado por aquellos que no pueden evitar mentir: los
compulsivos. Practican lo que la ciencia denomina pseudología fantástica,
mitomanía o mentira patológica, que, según un estudio de Bryan H. King,
psiquiatra de la Universidad de California Los
Ángeles (EE UU), tiene
como características esenciales que las historias no son del todo improbables,
son duraderas, no se cuentan para obtener un beneficio y tampoco son delirios,
ya que el mentiroso sabe distinguirlas de la realidad. En sus resultados, el
doctor King determinó que un 40% de los mentirosos compulsivos tienen una
disfunción en el sistema nervioso central, de la cual la impostura es un efecto
secundario.
¿Y quiénes
formarían el 60% restante? Otro estudio, de la psicóloga Katie Elizabeth
Treanoer, de la Universidad de Wollongong (Australia), describe que serían
aquellos que han sufrido a lo largo de su vida “profundas perturbaciones
psicológicas, tales como la pérdida de un progenitor prematuramente”, y en los
que la mentira patológica “representa un mecanismo de respuesta inmaduro y
primitivo, propio de alguien que escapa de la realidad en vez de buscar el modo
de acomodarse y ajustarse a ella”. Persiguen dos tipos de defensa, añade:
narcisista (que busca un beneficio) y victimista (que busca refugiarse de la
responsabilidad).
de elpais.com
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