Bastan décimas de segundo
para reconocer a quien se va a convertir en su mejor amigo
La amistad también
es un flechazo: cuando sentimos una rápida conexión con otra persona nuestro
cerebro actúa exactamente igual que cuando nos enamoramos
ndependientemente
de si tiene muchos o pocos amigos, ¿recuerda cómo entraron en su vida? Por
supuesto, hay tantas formas de forjar una amistad como historias personales,
pero es probable que en su currículum amistoso figuren relaciones que han
surgido de la nada, como una chispa: le presentaron a una persona y usted supo
de entrada —antes siquiera de que el otro abriera la boca— que iban a llevarse
bien. Esas conexiones especiales y fulgurantes existen, de ahí que la ciencia,
buscando una explicación, haya concluido que son como el enamoramiento:
flechazos a primera vista.
Para entender
el proceso hay que partir de un idea básica: a casi nadie le amarga hacer
nuevos amigos. “El ser humano es sociable por naturaleza y necesita la amistad,
desde que nacemos, durante todo el proceso de la vida, hasta que nos hacemos
mayores”, explica Juan Cruz, psicólogo y miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid.
Estamos, pues,
predispuestos a abrir la puerta a gente que nos aporte aquello que le pedimos a
la amistad. “Ese vínculo es un espacio en el que podemos mostrarnos como
realmente somos”, añade Cruz. “Donde podemos expresarnos emocionalmente con
confianza, con afecto, con humor. Un amigo te acepta como eres. Eso conecta con
nuestra propia esencia, con nuestra autoestima”.
Un estudio
publicado por la Universidad Estatal de
California en San
Bernardino (EE UU) ha englobado esas amistades que surgen súbitamente en el
grupo de relaciones de química interpersonal, un concepto desarrollado en la última década en el
terreno de la psicología, y que es “una conexión emocional y psicológica entre
dos individuos”, según el estudio. Esa química, de acuerdo con los
investigadores, estaría detrás de las relaciones románticas…, y de las de
amistad.
Así
reacciona nuestro cerebro
Para explicar
los mecanismos que desencadenan esa atracción hay que recurrir a la neurología.
En 2009, investigadores de la Universidad de Nueva York (EE UU) se propusieron averiguar cómo
se forman las primeras impresiones y publicaron sus conclusiones en Science: cuando
conocemos a alguien se activan principalmente tres zonas del cerebro (la
amígdala, el córtex prefrontal y el córtex cingular posterior), que nos anticipan si nos vamos a llevar bien con él.
"Cuando
conocemos a alguien, se produce una alteración en diferentes neurotransmisores,
lo que provoca que tengamos una impresión muy rápida sobre si esa persona es la
que más adecuadamente encaja con nosotros” (Pablo Irimia, neurólogo)
“La amígdala
es una zona del cerebro que está muy implicada en la respuesta emocional, y
todo lo relacionado con ella (incluyendo la amistad, los disgustos, el miedo…)
la va a activar”, expone Pablo Irimia, vocal de la Sociedad Española de Neurología.
“El córtex prefrontal nos permite establecer juicios sobre otras personas, sus
intenciones, y nos ayuda a formular una respuesta. El córtex cingular posterior
esta relacionado con la empatía con los demás”.
Las mismas
áreas del cerebro se mencionan en un estudio de la Universidad de Duke (EE UU) publicado en 2014 y titulado La neuroetiología de la
amistad. Este trabajo
señala que elegir una amistad requiere de información de la otra persona, y
establece las señales olfativas, vocales y visuales como pistas fundamentales.
Exactamente igual que ocurre en el amor, como prueba el estudio La neurobiología del amor, publicado
por el University College británico en 2007. De este modo, “se
produce una alteración en diferentes neurotransmisores que provoca que tengamos
una impresión muy rápida sobre si esa persona es la que estábamos buscando o la
que más adecuadamente encaja con nosotros”, añade Irimia.
Ese patrón
ideal está grabado en nuestro cerebro. Cuando este lo detecta en otra
persona, suena música celestial. “Ese patrón no es improvisado”, aclara el
neurólogo. “Es un proceso de aprendizaje de lo que hemos vivido en nuestra
familia y entorno. Y vamos creando una imagen de cuál es la persona que en
principio encajaría más con nuestra forma de ser”. Como dice el psicólogo Juan
Cruz, esa imagen ideal se basa en nuestras vivencias. “La memoria tiene un
papel fundamental. Cuando recuerdas experiencias positivas con seres queridos y
te encuentras a personas con características similares, el cerebro lo asocia
directamente con ellos. Y sentimos esa afinidad. Eso ocurre en décimas de
segundo”.
de elpais.com
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