lunes, 9 de febrero de 2015

La música como acto reflejo

Investigadores prueban que la reacción física ante una melodía es independiente de la cultura de los oyentes


En plena selva congoleña  una tribu de pigmeos escuchan a Wagner por primera vez. A más de 10.000 kilómetros de allí, en Montreal, un grupo de canadienses hace lo mismo. Solo que lo que ellos escuchan son los cánticos de la tribu para vencer el miedo en la caza, levantar el ánimo de un pesar u honrar a un muerto.

Tal es el experimento que han presentado en la plataforma de divulgación científica Frontiers investigadores de la Universidad McGill de Montreal y de la Universidad Technische de Berlín. La conclusión, para uno de sus responsables, el investigador y psicólogo musical Hauke Egermann (Brake, Alemania, 1981) es toda una sorpresa: “Las respuestas biológicas de ambos grupos fueron muy similares. Aunque la hipótesis de partida era que el efecto de la música podría ser universal, no me esperaba que entre dos culturas con tanta brecha la confirmáramos”, explica Egermann.

Para encontrar esta esencia común a todo ser humano, Egermann y el resto de científicos emplearon tres tipos de medidas bajo un mismo punto de partida: la medida de percepción musical, la medida puramente biológica, y por último, las expresiones faciales, los pequeños y grandes cambios que expresan pesar o alegría y se comprobó que estas dos comunidades se hermanaban en su respuesta.
Pero donde sí mediaba un abismo era en la interpretación subjetiva y, por tanto, filtrada por lo cultural, de cada grupo. Todos los fragmentos de música occidental escuchados por los pigmeos fueron valorados sin excepción como negativos desde un punto de vista emocional. 

“Para los pigmeos, el significado de la música solo puede ser positivo. Todas sus canciones son para animar un estado anímico negativo. Para que el que está triste se alegre, para que el cazador aterrado gane valor… No conciben, como los occidentales, que se dedique la música a transmitir emociones negativas”, abunda Egermann. Con los canadienses que escuchaban los cánticos pigmeos ocurrió otra falta de comunicación de distinto orden: “La música en general les gustaba, pero no entendían su significado ritual. No captaban la información que intentan sugerir sus canciones. No interpretaban el significado que intentaban evocar los himnos”.


de elpais.com

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