lunes, 29 de agosto de 2016

tenemos que hablar, pero sentados

Un experimento para hacer en casa que puede romper las parejas más estables

Una posición tambaleante lleva a cuestionarlo todo. Lo afirma una rama de la neurociencia que tiene su propio nombre


"Siéntate, tengo que contarte algo". Esta frase, repetida a lo largo de la historia, no es solo una manera de hablar. Además de evitar que un posible síncope ponga en peligro al oyente, colocarse en una silla predispone a una escucha más positiva, pues las emociones también dependen, en parte, de la postura corporal. Estar más cómodo o equilibrado, simplemente, puede cambiarlo todo, incluso lo que sentimos por nuestros seres queridos. Lo dice la ciencia: el contexto y la posición modifican la impresión que nos generan los demás.

Siguiendo con el anterior ejemplo, un impacto emocional muy grande podría hacernos tambalear e incluso caer, pero, ¿qué sucede si, al contrario, generamos primero una postura incómoda y después damos una noticia o hacemos una pregunta sensible? ¿Se atrevería a preguntarle a su pareja qué siente realmente por usted si estuviera andando a la pata coja?
Una curiosa investigación llevada a cabo conjuntamente entre la Universidad de Pittsburgh (Pensilvania, USA) y la Universidad de Waterloo (Canadá) puso de manifiesto cómo afecta la estabilidad física o la falta de ella a la opinión sobre nuestra relación sentimental. En una serie de experimentos, los investigadores colocaron a los sujetos en diferentes posturas corporales, algunas cómodas y otras molestas, como sentarse en una silla o mantenerse a la pata coja. En estas situaciones, les preguntaron sobre la situación que atravesaban con su pareja, que en todos los casos se había calificado previamente como estable y de larga duración. Lo que encontraron fue sorprendente: las personas en posturas tambaleantes ponían en duda su relación. En cambio, ante una posición física estable y cómoda, los participantes parecían no encontrar fisuras en sus idilios. El experimento, inicialmente llevado a cabo con estudiantes, se replicó con una muestra mayor de personas de diferentes edades dando como resultado la misma conclusión: el desequilibrio físico llevaba a los participantes a manifestar inseguridad en la vida amorosa.
Estos resultados no son casualidad. Pero tampoco significan que “un cuerpo inestable cree una relación de pareja inestable”, aclaró Forest tras su publicación en la revista Psychological Science. Simplemente indican que cuando las personas se sienten físicamente inseguras, son más propensas a percibir su vínculo como menos firme o consistente.
Aunque la idea experimental pueda parecer un tanto extravagante, no hace sino incorporar el terreno de las relaciones humanas a una de las corrientes científicas emergentes en los últimos años dentro del campo de la neurociencia. Esta nueva rama, conocida como "embodied cognition" y traducida al español como “cognición corpórea, corporal o encarnada”, expresa cómo se relaciona la emoción con el cuerpo y la capacidad de este de condicionar la mente. Del mismo modo, y si utilizamos este nexo en el sentido contrario, si la postura dicta cómo sentimos nuestra relación de pareja, unos lazos afectivos equilibrados también suavizarán la percepción de una realidad turbulenta, cuando esta se presente.
De elpais.com

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