Un experimento para hacer en casa que puede romper las parejas más
estables
Una posición tambaleante lleva a cuestionarlo todo. Lo afirma una rama de
la neurociencia que tiene su propio nombre
"Siéntate, tengo que contarte algo". Esta frase,
repetida a lo largo de la historia, no es solo una manera de hablar. Además de
evitar que un posible síncope ponga en peligro al oyente, colocarse en una silla
predispone a una escucha más positiva, pues las emociones también dependen, en
parte, de la postura corporal. Estar más cómodo o equilibrado, simplemente,
puede cambiarlo todo, incluso lo que sentimos por nuestros seres queridos. Lo
dice la ciencia: el contexto y la posición modifican la impresión que nos
generan los demás.
Siguiendo con el anterior ejemplo, un impacto emocional muy
grande podría hacernos tambalear e incluso caer, pero, ¿qué sucede si, al
contrario, generamos primero una postura incómoda y después damos una noticia o
hacemos una pregunta sensible? ¿Se atrevería a preguntarle a su pareja qué
siente realmente por usted si estuviera andando a la pata coja?
Una curiosa investigación llevada a cabo conjuntamente entre la Universidad de
Pittsburgh (Pensilvania, USA) y la Universidad de Waterloo (Canadá) puso de
manifiesto cómo afecta la estabilidad física o la falta de ella a la opinión
sobre nuestra relación sentimental. En una serie de experimentos, los investigadores colocaron a los
sujetos en diferentes posturas corporales, algunas cómodas y otras molestas,
como sentarse en una silla o mantenerse a la pata coja. En estas situaciones,
les preguntaron sobre la situación que atravesaban con su pareja, que en todos
los casos se había calificado previamente como estable y de larga duración. Lo
que encontraron fue sorprendente: las personas en posturas tambaleantes ponían
en duda su relación. En cambio, ante una posición física estable y cómoda, los
participantes parecían no encontrar fisuras en sus idilios. El experimento,
inicialmente llevado a cabo con estudiantes, se replicó con una muestra mayor
de personas de diferentes edades dando como resultado la misma conclusión: el
desequilibrio físico llevaba a los participantes a manifestar inseguridad en la
vida amorosa.
Estos resultados no son casualidad. Pero tampoco significan que
“un cuerpo inestable cree una relación de pareja inestable”, aclaró Forest tras
su publicación en la revista Psychological Science.
Simplemente indican que cuando las personas se sienten físicamente inseguras,
son más propensas a percibir su vínculo como menos firme o consistente.
Aunque la idea experimental pueda parecer un tanto extravagante,
no hace sino incorporar el terreno de las relaciones humanas a una de las
corrientes científicas emergentes en los últimos años dentro del campo de la
neurociencia. Esta nueva rama, conocida como "embodied cognition" y
traducida al español como “cognición corpórea, corporal o encarnada”, expresa
cómo se relaciona la emoción con el cuerpo y la capacidad de este de
condicionar la mente. Del mismo modo, y si utilizamos este nexo en el sentido
contrario, si la postura dicta cómo sentimos nuestra relación de pareja, unos
lazos afectivos equilibrados también suavizarán la percepción de una realidad
turbulenta, cuando esta se presente.
De elpais.com
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