¿Qué ocurre en mi
cerebro cuando escucho a alguien cantar mal?
Os damos argumentos para reprender (con
ciencia) a los que desafinan.
¿Qué pasa en nuestro queridísimo cerebro
cuando el mensaje de las ondas es el horrible y desafinado tono de voz del
vecino? O de tu pareja. O de un cantante profesional... que en
todas partes cuecen habas. Carlos Tejero, vocal de la Sociedad
Española de Neurología (SEN),
explica el desconcierto: "Una parte de nuestro cerebro busca patrones de
seguridad. A lo largo de la vida, vamos definiendo qué es para nosotros cantar
bien. Y cuando ese patrón no se repite, la sensación es desagradable.
El hombre
primitivo ya se agarraba a estos patrones para detectar el peligro. Es la misma
señal de alerta que le saltaría a alguien que vive aislado de la civilización y
de repente aparece en una calle atestada de tráfico". Obviamente, no todos
compartimos el mismo patrón de seguridad. Y, como detalla el neurólogo, hay
personas más sensibles a una voz desafinada igual que otras son menos
tolerantes al desorden de una casa. Pero el origen del rechazo es el mismo:
temor. También hay buenas noticias. "Nos acostumbramos rápido a la gente
que canta mal. Por ejemplo, a tu pareja: tras escucharlo muchas veces, quizás
no llegue a gustarte, pero desaparecerá el repudio", comenta Carlos
Tejero. He aquí la razón por la que muchos que entonan de forma desastrosa no
parecen darse cuenta de ello: han moldeado el patrón de seguridad... en su
propio beneficio.
No acatar esta pauta de protección cerebral
(una canción que no se ajusta a nuestra idea de corrección, un cuadro torcido
que desafía nuestro concepto de la línea recta o un aspecto físico inesperado)
afecta a la amígdala cerebral (conjunto de núcleos de neuronas cuyo papel
principal es procesar y almacenar reacciones emocionales), provocando una
respuesta física que nos conduce al enojo. Así que la próxima vez que el
cantante de turno desafine a pleno pulmón, puede espetarle, sin temor a equivocarse:
"Acaba de faltarle el respeto a mi patrón de seguridad. Y mi amígdala se
ha puesto de muy mal humor".
de elpais.com
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