lunes, 28 de noviembre de 2016

desvelado el truco de los listos

Una simple expresión facial para parecer más listo de lo que es.


Tenga en cuenta solo dos detalles: ojos y comisura de los labios. Y ese puesto de trabajo será suyo


Mucho se ha escrito sobre la importancia de las primeras impresiones. Bastarán apenas unos segundos para que el otro nos diseccione y emita un juicio de valor que podría tener consecuencias. Si queremos que nos perciban como una persona inteligente, más nos vale estar despiertos y de buen humor ese día, porque nuestra propia cara influye mucho más de lo que pensamos.
En un primer encuentro, la radiografía inconsciente que se hacen los dos desconocidos que pronto dejarán de serlo va más allá de la comunicación no verbal y gestual. Según se ha descubierto a través de ciertas pruebas experimentales, algunos rasgos faciales se vinculan a la inteligencia, al margen de la expresión. Conseguir tener cara de listo (que no de listillo) sin pasar por el quirófano se podría lograr manteniendo una mirada más despierta y vivaracha que nos haga parecer más atentos y espabilados frente al otro. Eso, y un gesto amable que denote un cierto buen talante, a través de una sonrisa sutil.
Estas son las conclusiones de un estudio, dirigido por Sean Talamas, de la Universidad de St. Andrews, en Reino Unido. Este profesor e investigador de neuropsicología ha centrado su investigación en cómo afecta nuestro físico a la percepción de nuestra competencia en los demás, al notar las repercusiones que puede tener en episodios cruciales en la vida de los estudiantes, por ejemplo, cuando se juzga su valor académico, pero también para cualquiera de nosotros en una entrevista de empleo.
Los rostros con ojos más caídos y con mirada cansada, el ceño fruncido y una boca sin sonrisa, se perciben como menos inteligentes
En su investigación, en la que participaron 190 personas a lo largo de cuatro experimentos, no buscaban averiguar el efecto de la expresión no verbal, sino el de algunas variables físicas; concretamente, la apertura de los ojos y la comisura de los labios, concluyendo que los rostros con ojos más caídos y con mirada cansada, el ceño fruncido y una boca sin sonrisa, se percibían como menos inteligentes que aquellos rostros con ojos más abiertos y la comisura de los labios reflejando buen humor.
El interés por la morfología de la cara manifestado por Talamas no es aislado. Existe toda una línea científica que la integra dentro de la psicología para aplicarla como una herramienta para conocer, a través del rostro, cómo es la persona. Hablamos de la morfopsicología, una disciplina en auge “para emplear en departamentos de recursos humanos, procesos de negociación, selección de personal, o dirección de equipos, entre otras aplicaciones”, según explica Javier Torregrosa Vicedo, experto en la materia, formador en cuerpos y fuerzas de seguridad y profesor del Máster de Comunicación No Verbal Científica.
Torregrosa explica que la morfopsicología resulta muy útil en la medida en que “si sabemos cómo es alguien y cómo piensa, podremos adaptar nuestra comunicación de forma que sea entendible para ese sujeto, pudiendo llegar a convencerlo e influir sobre él”. Esta disciplina apareció en Francia de la mano del psiquiatra francés Louis Corman, en el hospital Saint-Louis de París; y, al contrario que la fisionomía, "estudia el rostro en todo su conjunto y no solo en elementos aislados de la cara”, recuerda Torregrosa.

Los ojos importan mucho

"Nuestra entrada de información cognitiva la tenemos en los ojos [es el órgano sensorial perceptivo fundamental], por lo que una mirada intensa y audaz nos hace parecer más inteligentes [denota que tenemos esa puerta 'bien abierta']”, afirma Javier Torregosa. Dada la importancia del aspecto de la mirada, alguno se preguntará si no se podrá recurrir al maquillaje para simular una inteligencia superior y, efectivamente, no es ninguna tontería. Si bien Talamas aconsejaba estar descansado, haber dormido lo suficiente y gozar de buen humor, pues todo esto se nota en la cara, el maquillaje también puede ser un plus, como indica Torregrosa: “Aplicando pintura en los ojos podemos crear la sensación de una mirada más despierta, aumentando nuestra imagen de persona inteligente”. Si va a tirar de brocha, sepa que algo de color en los labios también suma: aumenta la sensualidad.
Este sesgo cognitivo (que la gente atractiva nos parezca más ingeniosa por elefecto halo que provocan) fue muy tenido en cuenta por Talamas en su investigación, quien lo acusa especialmente en el contexto universitario, ya que, según explica, ha llegado a condicionar la futura competencia de los alumnos. En palabras de César Toledo, consultor de comunicación y de comportamiento no verbal, el efecto halo viene a ser “esa tendencia que nos hace ver como positivos los rasgos de las personas que nos atraen”.

Cómo aplico todo esto a una entrevista de trabajo

No se trata de seducir al empleador, claro está, sino de impresionarlo con su honda sabiduría. Aclarado el tema de los ojos, sepa que una sonrisa suma puntos. En inglés existe la expresión “resting bitch face”, traducido como “cara de perra”, para referirse a ese semblante seco de algunos famosos, "entre indiferente, malhumorado, serio y asqueado, que han puesto de moda determinados personajes del mundo del espectáculo y la moda, como extremo contrario a la sonrisa social o fingida”. Olvídelo: hasta el investigador de St Andrews lo desaconseja. “Quizás como provocación funcione para llamar la atención, pero en circunstancias normales, las expresiones faciales negativas generan reacciones emocionales negativas”, César Toledo.

De elpais.com

lunes, 21 de noviembre de 2016

esto fijo que no lo puedes hacer tu solo

¿Por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos?


La explicación tiene que ver con el modo en que vemos y percibimos el movimiento

Unos tenemos más cosquillas que otros, pero casi todos somos incapaces de hacernos cosquillas a nosotros mismos. La explicación tiene que ver con el modo en que vemos y percibimos el movimiento.
Para llegar al fondo de lo que nos impide hacernos cosquillas a nosotros mismos, analicemos primero otro fenómeno. Cierren un ojo y, a continuación, presionen con cuidado el lateral del otro ojo (el abierto) mientras mueven el globo ocular de un lado a otro en la cuenca. ¿Qué ven? Debería darles la impresión de que el mundo se mueve, aunque sepan que no es así.
Ahora bajen la mano y miren a su alrededor. El ojo se mueve de forma similar a como lo hacía cuando lo presionaban, pero el mundo está quieto. Está claro que la información visual recogida por el ojo es la misma en ambos casos, y que las imágenes pasan por la retina a medida que el ojo se mueve de un lado a otro, pero la percepción del modo en que se mueven las cosas solo es falsa cuando empujamos el ojo con el dedo.
Ello se debe a que, cuando movemos los ojos con naturalidad, el cerebro envía órdenes motrices a los músculos oculares y, al mismo tiempo, se envía algo denominado “copia eferente” de las órdenes al sistema visual, para que este prediga las consecuencias sensoriales del movimiento. Esto permite que el sistema visual compense los cambios que tienen lugar en la retina a causa del movimiento del globo ocular, y el cerebro sepa que los cambios en las imágenes (que parece que las cosas se han movido) se deben, en realidad, al movimiento del propio ojo.
De este modo, uno puede recorrer la habitación con la mirada y apreciar todos los detalles, sin tener la sensación de ir volando como un abejorro mareado. Cuando se presionaron el ojo con el dedo, no existía esa predicción, por lo que no tuvo lugar ninguna compensación y, en consecuencia, se alteró la percepción del movimiento.

Experimentos con cosquillas

Cuando intentamos hacernos cosquillas a nosotros mismos, el sistema motor también crea una copia eferente, lo que le permite predecir las consecuencias sensoriales del movimiento. Como prevemos con exactitud lo que vamos a sentir en la axila, por ejemplo, la experiencia subsiguiente es menos intensa que cuando otra persona nos hace cosquillas.
No obstante, hay formas de hacerse cosquillas a uno mismo, pero requieren ayuda técnica. En una investigación dirigida por Sarah-Jayne Blakemore, ahora catedrática de neurociencia cognitiva en el University College de Londres, se utilizó un robot cuyo brazo mecánico podían mover adelante y atrás las personas, con una mano; este movimiento se transfería a un segundo brazo robótico que tenía un trozo de espuma suave en su extremo, con el que acariciaba la palma de la otra mano.
Como prevemos con exactitud lo que vamos a sentir en la axila, por ejemplo, la experiencia subsiguiente es menos intensa que cuando otra persona nos hace cosquillas
Cuando los participantes se hacían cosquillas de esta forma, no sentían mucho cosquilleo. Sin embargo, cuando el robot transfería el movimiento causante de las cosquillas con un pequeñísimo retardo de 100 a 300 milisegundos, la sensación de cosquilleo aumentaba mucho. Esa pequeña demora bastaba para anular la capacidad del cerebro de prever las consecuencias de la acción, lo que producía una sensación que se parecía mucho a la que se tiene cuando alguien nos hace cosquillas.

Una cuestión de control

Hay un grupo de personas que pueden hacerse cosquillas a sí mismas, sin necesidad de demora temporal; son los enfermos de esquizofrenia que padecen delirios de control. Estos individuos sienten que sus actos (o en ocasiones sus pensamientos) no son suyos realmente, o bien que alguna fuerza extraña los crea para ellos. Según los conocimientos psiquiátricos y psicológicos actuales, estas experiencias se deben a un fallo del mecanismo que compara la copia eferente antes mencionada con las consecuencias sensoriales de la acción.
De modo que, si un paciente que sufre delirios de control levanta el brazo por encima de la cabeza, su experiencia subjetiva podría ser similar a la de que alguien le hubiese levantado el brazo y se lo hubiese colocado en esa posición. Cuando Blakemore y sus compañeros pidieron a algunos pacientes que se hicieran cosquillas con un dispositivo similar al robot antes descrito, aquellos que presentaban síntomas de este tipo de esquizofrenia tenían la misma sensación de cosquilleo cuando no había demora temporal que cuando el investigador les hacía cosquillas.
Por divertido o agradable que fuese que pudiéramos hacernos cosquillas a nosotros mismos, la razón por la que no podemos hacerlo es que el cerebro ha sufrido adaptaciones destinadas a optimizar el modo en que entendemos el mundo que nos rodea y nos relacionamos con él. Es extremadamente importante que seamos capaces de distinguir si una experiencia concreta es consecuencia de nuestros propios actos o de alguna fuerza externa.
Si todo nos pareciese ajeno a nosotros mismos, quizás no seríamos capaces de aprender de nuestros errores, porque ni siquiera seríamos conscientes de haber cometido ningún error. Y si todo nos pareciese controlado por nosotros mismos, seríamos presa fácil para los depredadores. El saber que el chasquido de una ramita que se rompe a nuestras espaldas en medio del bosque no lo han causado nuestros propios pasos, sino un oso que anda al acecho, no tiene precio.
Marc J Buehner es investigador en Ciencias Cognitivas de la Universidad de Cardiff. Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la web The Conversation

de elpais.com


lunes, 14 de noviembre de 2016

dale gracias a tu ex

La ciencia lo prueba: si le han dejado por otro, le han hecho un favor


Lo de "vas a esta mejor sin él (o ella)" no es una frase hecha. Un estudio con 5.000 mujeres revela que tras el abandono, viene lo mejor


A la larga, vas a estar mejor sin él”. Es la frase hecha por excelencia después de una ruptura, sobre todo si ha sido traumática o entre las causas ha habido una tercera persona. Pese a que las agradezcamos más o menos como consuelo, es difícil pensar que son algo más que palabras bienintencionadas sin un valor predictivo real. Pues bien, la ciencia vuelve a avalar la sabiduría popular. Según un estudio publicado en The Oxford Handbook of Women and Competition para el que se entrevistó a más de 5.000 mujeres de 96 países diferentes y en el que se midió el efecto que tenía para ellas haber sido abandonadas por otra persona, esta frase podría esconder una verdad científica. Los expertos aseguran que este tipo de rupturas resultan positivas porque ayudan a crecer como persona y que este proceso de aprendizaje facilita incluso que mejoremos el tino a la hora de encontrar una nueva pareja.
Lo confirma la psicóloga especialidad en sexualidad Núria Jorba: “Tras una ruptura nos toca centrarnos en nosotros mismos, no hay otra alternativa: toca escucharnos, analizar la situación, hacer autocrítica y pensar en qué queremos y qué debemos buscar la próxima vez. Todo este conocimiento emocional nos llevará a un crecimiento, a saber con más certeza quiénes somos y qué queremos”. Y sí, estas son conclusiones a las que probablemente no llegaríamos sin encontrarnos en esta aciaga situación. 

Pasos para llegar a la cima

Siguiendo con el repaso al refranero, el “no hay mal que por bien no venga”
 podría aplicarse en este caso, otro asunto es esperar que este bien llegue de inmediato. Toda ruptura tiene su proceso de duelo, y debemos pasarlo antes de sentirnos mejor con nosotros mismos. En concreto, Jorba señala seis etapas diferentes por las que suele pasar toda persona tras una separación dolorosa.
1. El shock: “Ese primer instante de paralización y desorientación, en el que nos cuesta comer, dormir, etc.”. Es normal, pero hay que tener cuidado porque, si dura más de un mes, la experta advierte de que corremos el peligro de caer en lo que se llama un 'duelo patológico”.
2. Tristeza:  “Momento de añoranza por el tiempo y sueños compartidos”. Llegados a este punto debemos permitirnos hablar del tema, llorar o incluso comer helado de chocolate o cualquier cosa que alivie el dolor.
3. Adjudicación de la culpa: Tendemos a buscar qué hicimos mal o qué falló.
4. Resignación: “Aceptar que la relación ha terminado y empezar a crear distancia con esa persona”. Para atravesar la misma es importante “guardar los recuerdos, pero quitar a esa persona de nuestras redes sociales, eliminar nuestras fotos juntos y borrar las conversaciones de WhatsApp, que habremos releído 150 veces. Con ello recuperaremos nuestro 'yo' y podremos iniciar la siguiente etapa”.
5. Reconstrucción: “Tiempo en el que por fin empezaremos a tener más días alegres que tristes”.
6. Resolución: “En esta última etapa iniciaremos un nuevo ciclo vital. Ya no pensaremos tanto en esa persona y no lo compararemos con todas las nuevas que conozcamos”.

¿Por qué es distinto cuando te dejan por otro?

Los expertos aseguran que las separaciones más desgarradoras son aquellas en las que nos dejan por otra persona. En estos casos, Nuria Jorba señala que no es lo mismo "romper de una forma sana y con buenas formas, que sufrir un engaño y una traición, porque esto afectará nuestra autoestima, nuestra seguridad personal”. Seamos claros: en una primera acción, su expareja no le ha hecho ningún favor, sino que ha minado su amor propio. La parte buena es que asimilando unas pequeñas lecciones sacará oro de estas ruinas; y ahí sí, tendrá que llamarlo para agradecérselo. Primer capítulo, según Jorba: ser consciente de sus miserias, para poder digerirlas, y tener algo claro, "esto no tiene por qué pasar de nuevo".
La infidelidad de la que el abandonado es objeto estaba ocultando un conflicto (conviene recordarlo). "En general, esta clase de engaños es un intento de satisfacer necesidades no cubiertas. Por ejemplo, evadir problemas de la relación, una necesidad por sentirse deseado, miedo a dejar la relación actual y hacer daño o a no encontrar el cariño y afecto necesarios en la relación oficial", zanja Laura Castro, también psicóloga y sexóloga.
Si le asusta que la situación se repita en su siguiente romance, atienda a las palabras de Nuria Jorba: "Una nueva relación, con nuevas circunstancias, no tiene por qué tener nada que ver con la anterior". Y no se precipite, que lo de que "un clavo saca a otro clavo" sí es un dicho popular fallido.“Uno de los errores más comunes es empezar una relación al poco tiempo de haber terminado otra, porque en ese instante estamos evitando afrontar la ruptura, el duelo y, sobre todo, la soledad”, afirma Jorba. Por ello, es esencial darse un margen de tiempo para que el porvenir supere con creces al pasado. Al fin y al cabo, olvidar a un e es tan difícil como dejar de fumarx… e igualmente satisfactorio.

De elpais.com

lunes, 7 de noviembre de 2016

ese deseo salvaje infantil por el pastel

Niño, cómete las acelgas

El cerebro infantil lucha entre su apetencia por el dulce y los consejos dietéticos


Una sociedad opulenta no siempre encaja con la naturaleza humana, que evolucionó en un contexto mucho más magro. Nacemos programados para comer dulces, grasas y todos los alimentos hipercalóricos que arruinarán nuestra salud futura, y cada vez es más esencial que el niño aprenda a controlar esas apetencias insalubres. Una investigación neurológica aclara ahora cómo se desarrolla el principal mecanismo de compensación: el niño incorpora un modelo del tipo de alimentos que le aconseja su madre, y dos partes de su cerebro luchan entre el deseo salvaje del pastel y el discreto encanto de la acelga que ha aprendido de mamá. He aquí el aprendizaje nutricional en acción.
En su alegoría del auriga, Platón representa el alma humana como un carro tirado por dos caballos, uno ruin y otro noble, que simbolizan la pasión desbocada y el impulso racional. El conductor (auriga) pasa las de Caín para evitar que cada caballo tire para su lado y llevar el carro a buen puerto. En términos neurológicos, el caballo ruin es el córtex prefrontal ventromedial, un módulo cerebral implicado en los circuitos del placer, o de la recompensa. Y el caballo noble es el córtex prefrontal dorsolateral, una región responsable del autocontrol. Todavía no sabemos exactamente dónde está el auriga –y hasta es posible que no exista—, pero eso es irrelevante para el actual estudio.
Amanda Bruce y sus colegas de la Universidad de Kansas han estudiado a 25 niños de 8 a 14 años de edad con una combinación de pruebas psicológicas de comportamiento e imágenes de su cerebro en acción con resonancia magnética funcional. Les han pedido, para empezar, que puntúen 60 alimentos (manzanas, coles, patatas fritas, gominolas y así hasta 60) según dos criterios: si les gustaría comérselos y si a su madre les gustaría que se los comieran. También han examinado la actividad de su cerebro mientras tomaban esas decisiones penosas.
El niño incorpora un modelo del tipo de alimentos que le aconseja su madre, y dos partes de su cerebro luchan entre el deseo salvaje del pastel y el discreto encanto de la acelga que ha aprendido de mamá
Los resultados, que presentan en Nature Communications, muestran que la elección del niño se debe a una combinación de sus apetitos salvajes con lo que, según entienden, su madre habría elegido para ellos. La resonancia magnética ha demostrado luego que la activación del córtex prefrontal ventromedial (el caballo ruin) se correlaciona con las preferencias personales del niño; y que la activación del córtex prefrontal dorsolateral (el caballo noble) lo hace con las preferencias de la madre que el niño ha internalizado. Bien por la alegoría del auriga.
Pero hay un tercer resultado que se le escapó por completo a Platón: que la actividad del caballo noble reprime a la del caballo ruin. Esto, desde luego, alivia de forma considerable el esfuerzo del auriga. El caballo noble, en realidad, le da hecha buena parte del trabajo y, si se activa de manera vigorosa, garantiza por sí solo que las dos bestias tiren en la misma dirección. Como vimos antes, es posible que el auriga no exista, es decir, que no sea más que un sistema emergente formado por caballos autónomos.
En cualquier caso, los resultados revelan la importancia clave de los mensajes que la madre –o el conjunto de los padres y los educadores— transmiten a su desconcertada prole. Incluso a una edad tan temprana como los ocho años, y tal vez incluso antes, esos mensajes van a formar parte de su cerebro, literalmente. Así que, aunque a la niña le gusten los pasteles, los padres deben insistir en que se coma las acelgas. Aunque no lo haga, pero díselo.

de elpais.com