lunes, 25 de julio de 2016

psicopatología presidencial

Un estudio indaga en la salud mental de los presidentes de EE UU y los resultados son desalentadores

Los investigadores concluyeron que la mitad de los líderes americanos entre 1776 y 1974 padeció algún tipo de trastorno.

 

Depresión, ansiedad, desorden bipolar, narcisismo... Son enfermedades y trastornos de la personalidad que cualquiera puede padecer a lo largo de su vida. Incluidos los presidentes de gobierno (o los candidatos al cargo). Y prueba de ello son las conclusiones a las que llega el psiquiatra Jonathan Davidson y su equipo tras la elaboración de un estudio para la Duke University Medical Center (Carolina del Norte, EE UU), en el que analizan la salud mental de los 37 primeros presidentes (1776-1974) de los Estados Unidos y en el que determinan que la mitad de ellos padecía alguna anomalía mental. Así, James Madison, John Quincy Adams, Franklin Pierce, Abraham Lincoln y Calvin Coolidge sufrieron depresión. Mientras que Thomas Jefferson y Theodore Roosevelt mostraban signos de ansiedad y desorden bipolar, respectivamente.
Los investigadores llegaron a esta conclusión tras revisar exhaustivamente las fuentes biográficas de los líderes mencionados, e incluso detectaron que ciertas enfermedades físicas tenían un impacto sobre la salud mental de los presidentes, como los episodios de apnea del sueño (patología que se asocia con una disminución de las funciones cognitivas) que sufría el 27º presidente de los Estados Unidos, William Howard Taft (1857-1930).
Parece, por tanto, que ejercer la presidencia de un país no inmuniza frente a las enfermedades mentales, cosa que ya imaginábamos. La cuestión realmente interesante pasa por indagar si la ansiedad, la depresión, un grado extremo de narcisismo o cualquier otra patología psicológica son compatibles con el ejercicio de las funciones que exige un cargo como el de Presidente del Gobierno, ya sea porque se desencadene durante su ejercicio o venga de antes.
Aunque la sociedad americana no es la española y las diferencias entre ambas son palpables, la esencia del ser humano, independientemente de su pasaporte, no deja de ser la misma. Pero, ¿tanto como para que si un Donald Trump español se presentara a las próximas elecciones los resultados dieran a este candidato ficticio el apoyo de la mayoría? El profesor de liderazgo de INSEAD, José Luis Álvarez, responde con otra pregunta: "¿Por qué no? ¿Son los españoles más sutiles psicológicamente que los norteamericanos?".
Según Álvarez, ya hemos sido gobernados por presidentes con rasgos narcisistas. "La actividad política es un escenario muy apetitoso para el narciso. Seguramente todos los presidentes españoles han tenido momentos narcisistas. Pero, probablemente, aquellos que han gozado de mayorías absolutas son los que han contado con mejores oportunidades para ello", asegura el experto.

de elpais.com

lunes, 18 de julio de 2016

sobreviviendo al desastre

Cómo se recupera la felicidad tras un desastre, según la ciencia

Un grupo de investigadores estadounidenses pudo medir los niveles de satisfacción de gente que ha superado desastres



En 2003, unas mil parejas con hijos y bajos ingresos se apuntaron a un estudio universitario que se estaba haciendo en Nueva Orleans (EE UU). Tenía como objetivo aumentar el nivel de la educación en los centros públicos de enseñanza superior (los community colleges) y, para ello, se estudiaría el estatus económico, los lazos sociales y la salud mental y física de los participantes a lo largo de los años. El 29 de agosto de 2005, todo cambió: el huracán Katrina tocó tierra y dejó tras su paso 1.800 muertos y más de la mitad de la ciudad destruida. De repente, la encuesta trocó en una oportunidad única para analizar mediante nuevas preguntas cómo afecta un desastre de tales proporciones en familias desfavorecidas. Usando esos datos, acaba de publicarse en Journal of Happiness Studies un análisis que asegura que los niveles de felicidad se recuperan mucho más rápido de lo que se podría imaginar.
La felicidad de los supervivientes descendió cuando se les preguntó el año del Katrina. Cuatro años después, la mayoría de las mujeres habían vuelto a niveles previos al desastre
“Uno de los elementos más interesantes de nuestra investigación es que teníamos datos sobre la felicidad de los supervivientes de Katrina, en nuestro caso mujeres, un año antes del huracán, un año después, y cuatro años después”, explica en un correo electrónico Rocio Calvo, ayudante de docencia en el Boston College’s School of Social Work y autora principal del estudio. “Dado lo impredecible de los desastres naturales y la dificultad de localizar a los supervivientes después de que hayan sido desplazados, teníamos una base de datos única que permitía investigar las consecuencias de uno de los peores desastres naturales ocurridos en el país en las felicidad de las supervivientes”.
Con una de 491 mujeres, el análisis define la felicidad o satisfacción vital como "la evaluación personal de la vida en general compuesta por una dimensión congnitiva a largo plazo y por una dimensión temporal afectiva". Para medirla, usaron la siguiente pregunta: "Si considera su vida en general en este momento, ¿cómo de feliz o infeliz diría usted que es?" Había cuatro grados de respuesta, desde "No soy nada feliz" a "Muy feliz".
"Una vez observado el patrón de felicidad de la mayoría de supervivientes, estábamos interesados en investigar que factores estaban asociados con la recuperación de las satisfacción vital, o felicidad, de las mujeres": quienes no recuperaron los mismos niveles eran las que estaban solas
Lógicamente, la felicidad de los supervivientes descendió significativamente cuando la pregunta se realizó al año del desastre. La sorpresa vino al repetirla cuatro años después. La mayoría de las mujeres habían vuelto a niveles previos al desastre. “No deja de ser sorprendente y esperanzador porque es un indicador de la gran capacidad de superación y adaptación del ser humano, incluso tras haber experimentado circunstancias extremadamente difíciles”, razona Calvo.
“Una vez observado el patrón de felicidad de la mayoría de supervivientes, estábamos interesados en investigar que factores estaban asociados con la recuperación de las satisfacción vital, o felicidad, de las mujeres”, cuenta. De la muestra, solo 38 mujeres no recuperaron los niveles previos. Todas tenían en común que vivían solas y percibían que tenían menos gente a su alrededor que las valorara. Calvo arguye que al trabajar con supervivientes de desastres naturales u otras circunstancias traumáticas, permitirles restablecer sus mecanismos de apoyo comunitario es tan vital como proporcionar recursos y dinero.

“Estos resultados van en línea con otros estudios que demuestran que una de las claves de la felicidad se encuentra en las relaciones personales y en el apoyo que recibimos de los demás”, concluye. Aplíquense el cuento.

de elpais.com

lunes, 11 de julio de 2016

emociones contagiosas

Los estudios destacan el poder contagioso de la felicidad. Y del miedo, el estrés o los kilos de más


¿Sabía usted que la soledad es un estado de ánimo que llega a transmitirse y, sobre todo, a asimilarse de forma involuntaria? Eso es lo que se deduce de los estudios del psicólogo John Cacioppo, de la Universidad de Chicago, en los que se afirma que las personas solitarias de nuestro entorno, ya sean vecinos, familiares o amigos, son capaces de “contagiarnos” su propio estado anímico hasta el punto de hacer que acabemos también sintiendo esa sensación de falta de compañía.
Este dato nos lleva a suponer que este invierno deberíamos mantener una actitud de alerta porque, visto lo visto, no solo hemos de escudarnos contra los resfriados y las gripes ajenas. “Las emociones se pueden contagiar. Y es fácil que suceda. Tenemos una tendencia a imitar y reaccionar ante los demás con los mismos comportamientos que vemos en ellos. En unas ocasiones se trata de gestos simplescomo el bostezo, y en otras, afecta a pautas más complejas como las emociones”, explica el profesor José María Martínez Selva, catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia, y autor del libro Comprender los celos; superar el sufrimiento (Paidós). Claro que hay emociones simples, como la alegría, la tristeza, el llanto o la ira, que se imitan más fácilmente que aquellas otras tipificadas como complejas, en las que podríamos encasillar la desgana, la indiferencia o los celos. Pero todas, como apunta el profesor, “en principio tienen la misma facilidad para contagiarse o ser imitadas”.
¿Y por qué? Hay todo un argumento neuronal detrás. “Cuando la persona ve a otra realizar una acción o expresar una emoción, no solo se activan las neuronas encargadas de percibir las acciones o las expresiones emocionales, sino que también se activan las de los sistemas cerebrales que intervienen en la realización o la expresión de dicha acción o emoción. Esto facilita que podamos imitar movimientos, adivinar y hasta sentir las emociones de quienes nos rodean”, matiza Martínez Selva.
Así lo atestiguan diferentes investigaciones y teorías a lo largo de los últimos años. Seis cosas que se contagian (y ninguna es la gripe).
1. El miedo, la violencia o enfermedades imaginarias. El sociólogo americano Robert Bartholomew está especializado en lo que se conoce como histeria de masas. Según sus investigaciones, no hace falta que exista una enfermedad física real para que el modo de sentir de un individuo que se cree enfermo se propague hasta generar un trastorno físico de grupo. De muestra, el mediático caso de las niñas colombianas que se desmayaban, una tras otra, después de haber sido vacunadas contra el Virus del Papiloma Humano. O un grupo de 20 adolescentes de la localidad neoyorquina de LeRoy que, en 2012, manifestó síntomas similares a los del Síndrome de Tourette sin una explicación lógica. En ambos casos, las investigaciones descartaron un causa biológica y el diagnóstico fue el mismo: psicosis colectiva, llamada también histeria psicogénica masiva. Este tipo de transmisión emocional puede llegar a ser tan fuerte que, como indica Martínez Selva, en algunos momentos, “puede arrastrar a las personas a cometer actos violentos y vandálicos en grupo con consecuencias catastróficas”. Pues no solo se refiere a falsas enfermedades, sino a miedos infundados o ataques de violencia.
2. El estrés. Por mucho que se haya adiestrado en el zen, también usted corre el riesgo de dejarse llevar por los compañeros de trabajo negativos y estresados, pues según las investigaciones sobre la empatía y la repercusión fisiológica del estrés, de los profesores Buchanan, Bagley, Stansfield y Preston, de las universidades de St. Louis y de Michigan, en Estados Unidos, los seres humanos tenemos el don de captar el estrés ajeno, con las siguientes consecuencias para la salud física. Entre ellas, engordar en la zona abdominal, sobre todo si se es mujer. No solo tendemos a comer de forma más impulsiva y peor, sino que en situaciones de tensión constante, aumenta la producción de cortisol y automáticamente baja el nivel de testosterona, que es la hormona que en condiciones óptimas favorece la síntesis proteica y el desarrollo muscular, fundamental para combatir las lorzas.
3. Los picores. Quédese con esta afirmación del dermatólogo Gil Yosipovitch, y sus colegas médicos Schut, Grossman, Gieler y Kupfer en el informe Contagious itch: What we know and what we would like to know sobre el picor contagioso: “Incluso una conversación sobre los picores o ver a alguien rascarse puede provocar el deseo de rascarse”. En sus investigaciones, las personas con dermatitis atópica fueron más proclives a experimentar picores cuando veían a otros sujetos rascarse la piel, pero los sujetos sanas también mostraron una tendencia a ello. Otra vez, según los expertos, el origen puede estar en las neuronas espejo: la base neuronal de la imitación.
4. La felicidad. “Las personas positivas saben fabricar felicidad en ellas mismas y también en las de su entorno”, asegura José Carrascosa, psicólogo, especialista en entrenamiento emocional, rendimiento y bienestar, y director de Sabercompetir.com. Es decir, basta un sujeto feliz para que decenas de ellos o incluso cientos acaben sumidos en el mismo sentimiento de dicha. Esa al menos es la conclusión de los estudios del sociólogo Nicholas Christakis, de la Universidad de Yale, quien sentencia que tener un amigo feliz, aunque viva a 600 kilómetros de distancia, aumenta la probabilidad de que usted también acabe siendo feliz. Gran culpa de ello la tienen las redes sociales. Las investigaciones del propio Christakis sobre las influencias de los mensajes en Facebook son tajantes: “Hemos confirmado que las expresiones individuales de emociones dependen de lo que otros expresen en sus cuentas personales de las redes sociales”. A mayor número de comentarios positivos, mayor número de personas motivadas por ellos.
5. El éxito. Como asegura el psicólogo Carrascosa, “las personas exitosas contagian ilusión y confianza, tienen eso que llaman magnetismo, que es un intercambio emocional más allá de la lógica y de las palabras”. Aunque, seamos honestos, porque eso que a priori puede ser beneficioso conlleva también ciertos riesgos. “Se tiende a imitar a las personas relevantes, que no siempre son los mejores modelos de conducta”, indica Martínez Selva. “Los modelos sociales transmitidos a través de la cultura, la educación o los medios de comunicación, por ejemplo, facilitan que se imite su comportamiento, sus actitudes y sus emociones, pero la sociedad debe estar pendiente de cuáles son los modelos que se transmiten, porque es posible que sean los más imitados, y no siempre los mejores”. La gloria no deja de ser un término relativo.


6. Los kilos de más. James Fowler, científico social de la Universidad de California en San Diego, junto con el sociólogo y físico americano Nicholas Christakis, llegaron en 2007 a la siguiente conclusión después de realizar un estudio entre 12.000 adultos: las personas cercanas en amistad a alguien obeso tienen muchas papeletas de aumentar su peso. Según los investigadores, si uno de nuestros amigos comienza a estar “gordito”, la probabilidad de que acabemos en la misma línea (por no decir talla) es del 57%. Los autores afirman que este contagio puede estar más relacionado con un cambio en la percepción social sobre la gordura, y no tanto en una contaminación psicológica del comportamiento, pero, por si acaso, aconséjele a su amigo que cuide su dieta y saldrán ganando los dos.

de elpais.com

lunes, 4 de julio de 2016

felicidad exprés

 trucos para levantar el ánimo en solo 30 segundos

Rápido: piense un chiste sobre su tragedia y cuénteselo al de al lado. ¿A que se siente mejor?

Todos tenemos nuestros días malos. Por ello, saber cómo el animarse a uno mismo es importante. Cuando ir a meditar a la montaña o pegarse una buena sudada a base de running no son opción, más nos vale tirar de trucos sencillos para venirnos arriba sin la ayuda de nadie. La buena noticia es que unos pocos segundos pueden cambiarlo todo, incluso nuestro estado de ánimo.
La doctora estadounidense Jill Bolte dedicó toda su carrera al estudio de la enfermedad mental y a cómo se refleja en el cerebro. En el año 1996 la propia neuroanatomista padeció un severo derrame que la hizo profundizar aún más en la autoconciencia. Llegó a la conclusión de que cada uno de nosotros tiene “el poder de elegir en cada momento quién es y cómo quiere ser en el mundo”. Bolte aconseja “cruzar a la derecha del hemisferio izquierdo y, simplemente sentir”, ya que las emociones “se pasarán solas”. En concreto, llegó a cuantificar el tiempo de las emociones en 90 segundos, pasados los cuales la exaltación desaparece.
Aunque tranquiliza saber que sea una cuestión mental, ¿qué podemos hacer cuando no disponemos siquiera de minuto y medio para cambiar el chip? ¿Cómo confrontar los fantasmas de nuestro propio cerebro cuando se convierte en el enemigo? Aquí van algunos consejos exprés para alegrar el ánimo y convertirse en ese autocheerleader tan necesario como eficaz.
William James, psicólogo de la Universidad de Hardvard, llegó a aseverar : “Si la persona no expresa la emoción, no llega a sentirla”

1. Sonreír. Es tan sencillo como mover los músculos de la boca hacia arriba. La RAE lo define así: "Reírse un poco o levemente, y sin ruido". Merece la pena intentarlo, porque la postura influye directamente en la emoción. Fue uno de los supuestos de Charles Darwin, y posteriormente ha sido avalado por eminentes psicólogos de la Universidad de Harvard como William James, quien llegó a aseverar que “si la persona no expresa la emoción, no llega a sentirla”. Es lo que se llamafeedback facial, por el que “las expresiones faciales están conectadas a lo que sentimos”.
2. Contar un chiste sobre su tragedia. Funciona porque facilita el cambio actitudinal. La idea fue propuesta en Terapia Racional Emotiva, de Albert Ellis. Este psicólogo americano, considerado uno de los más influyentes de la historia, planteó en su día algunas técnicas terapéuticas que continúan en pleno vigor, y que hacen uso de los chistes y las hipérboles como fórmula “aniquiladora de tonterías”. Nada como exagerar las propias miserias y verbalizarlas para darse uno cuenta de lo ridículas que resultan. Con esta fórmula podremos permitirnos pensamientos catastrofistas del tipo: “Es terrible”, “Oh, dios mío” o “No puedo seguir así”.
3. Enviar un emoticono a un amigo. O una foto que le guste, el enlace a una canción, un simple "hola, ¿qué haces?". La soledad, tan necesaria en ocasiones, también conduce a la miseria, segúnmúltiples estudios. Por tanto, una manera de combatir la infelicidad es socializar. Si no tenemos a mano a nuestro mejor amigo, siempre se puede tirar de tecnología. No todo va a ser un mal uso de nuestrosgadgets.
4. Ceder el sitio en el metro. Ir un paso más allá de lo social y mostrarse servicial tiene un efecto muy positivo en los demás, pero también en nosotros mismos. De hecho, nos hará más felices que ser hedonistas, tal y como expresaron varios psicólogos americanos en un artículo de Journal of Research in Personality. Sus datos coinciden con algunos preceptos de la Psicología Política, por la que se sabe que involucrarse en las propias creencias incrementa el bienestar. Aquí habría que ir un paso más allá y excederse a los 30 segundos, al involucrarse en una ONG o partido político con cuyas ideas comulgue. Los activistas, según los ensayos citados, manifiestan sentir mayor vitalidad que aquellos que no adquieren compromisos idealistas.
Aunque la ingesta desmesurada de comida es un síntoma de que algo no va bien, lo cierto es que una de las razones por las que comemos sin hambre es que mientras lo hacemos no nos angustiamos
5. Tomarse un caramelo. Aunque este consejo hay que tomarlo con cuidado si se es tendente a loshábitos compulsivos, existe una razón emocional para darse a la comida o para atiborrarse a chuches. Por algo se escucha tanto la cuestión de “comer por ansiedad o ansiedad por comer” sin saberse muy bien si va antes la gallina o el huevo. Aunque la ingesta desmesurada de comida es un síntoma de que algo no va bien, lo cierto es que una de las razones por las que comemos sin hambre es que mientras lo hacemos no nos angustiamos. Por definición, comer es una respuesta antagonista de la ansiedad, al igual que el propio sexo. Así lo explica el catedrático de Psicología Antonio Cano Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). Tomando con cautela este consejo, un caramelo a tiempo bien puede salvarnos de algún disgustillo en momentos puntuales. Por aquello de que el orgasmo nos lleva algo más de tiempo…
6. Pseudocomprar en la Red. Es uno de los grandes clichés consumistas, pero existen pocas cosas tan efectivas para elevar el ánimo. ¿Hasta qué punto se sostiene científicamente el mito de las compras? Los estudios sobre la psicología del retail son casi infinitos, y se sabe que los americanos, por ejemplo, pasan hasta seis horas a la semana comprando. Aunque la etiología de la compra compulsiva no está del todo clara, los estudiosos de la materia lo relacionan con la dopamina; y neurocientíficos como Olsen descubrieron ya en el año 2011 que el comprar activa las mismas regiones cerebrales que las drogas. ¿Cómo aplicar estos preceptos para sentirnos bien sin caer en la ruina de la compra de impulso? Tan sencillo como realizar una compra online y no rematarla, o anularla después: engañaremos al cerebro, que vivirá la compra como real, pero sin el cargo en el extracto de nuestra visa.
7. Anotar, en una frase, algo hermoso de su vida. La expresión de gratitud es uno de los pilares de la psicología positiva, últimamente muy empleada en coaching. Se trata de “centrarse en el momento presente para apreciar tu vida tal y como es, sin dar las cosas por hechas y analizando las bondades y bendiciones con las que contamos”. Es uno de los consejos de la autora Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de California, autora del libro La ciencia de la felicidad. Recordar (o apuntar) dos o tres aspectos positivos de nuestra existencia nos llevará apenas unos segundos y, a cambio, tendrá unos resultados positivos impresionantes en nuestro estado de ánimo.


8. Mirar el vídeo de un gato. El gran fenómeno viral de quedarse embobado observando pequeños filmes de dulces animalitos ha resultado no ser casual, y lo ha demostrado una profesora de la Universidad de Indiana. Jessica Gal Myric se decidió a analizar la razón por la que los vídeos de gatos consiguen fascinar a los internautas. Para hacerlo encuestó a casi 7000 personas con el fin de descubrir por qué, en el año 2014, se subieron más de dos millones de vídeos de gatos a YouTube, obteniendo hasta 26 billones de visualizaciones y ganando por goleada a las demás categorías. Entre sus conclusiones estuvieron que los incondicionales de estos vídeos reportaban sentir más energía y positividad, a la vez que reducían el malestar emocional.

de elpais.com