Los estudios destacan el poder contagioso de
la felicidad. Y del miedo, el estrés o los kilos de más
¿Sabía usted que la soledad es un estado de
ánimo que llega a transmitirse y, sobre todo, a asimilarse de forma
involuntaria? Eso es lo que se deduce de los estudios del
psicólogo John Cacioppo, de la Universidad de Chicago, en los que se afirma que
las personas solitarias de nuestro entorno, ya sean vecinos, familiares o
amigos, son capaces de “contagiarnos” su propio estado anímico hasta el punto
de hacer que acabemos también sintiendo esa sensación de falta de compañía.
Este dato nos lleva a suponer que este
invierno deberíamos mantener una actitud de alerta porque, visto lo visto, no
solo hemos de escudarnos contra los resfriados y las gripes ajenas. “Las
emociones se pueden contagiar. Y es fácil que suceda. Tenemos una tendencia a
imitar y reaccionar ante los demás con los mismos comportamientos que vemos en
ellos. En unas ocasiones se trata de gestos simplescomo el bostezo, y en otras, afecta a pautas más complejas
como las emociones”, explica el profesor José María Martínez Selva, catedrático
de Psicobiología de la Universidad de Murcia, y autor del libro Comprender los celos; superar el sufrimiento (Paidós). Claro que hay emociones simples,
como la alegría, la tristeza, el llanto o la ira, que se imitan más fácilmente
que aquellas otras tipificadas como complejas, en las que podríamos encasillar
la desgana, la indiferencia o los celos. Pero todas, como apunta el profesor,
“en principio tienen la misma facilidad para contagiarse o ser imitadas”.
¿Y por qué? Hay todo un argumento neuronal
detrás. “Cuando la persona ve a otra realizar una acción o expresar una
emoción, no solo se activan las neuronas encargadas de percibir las acciones o las expresiones
emocionales, sino que también se activan las de los sistemas cerebrales que
intervienen en la realización o la expresión de dicha acción o emoción. Esto
facilita que podamos imitar movimientos, adivinar y hasta sentir las emociones
de quienes nos rodean”, matiza Martínez Selva.
Así lo atestiguan diferentes investigaciones y
teorías a lo largo de los últimos años. Seis cosas que se contagian (y ninguna
es la gripe).
1. El miedo, la violencia o enfermedades imaginarias.
El sociólogo americano Robert Bartholomew está especializado en lo que se conoce
como histeria de masas. Según sus investigaciones, no hace falta que exista una
enfermedad física real para que el modo de sentir de un individuo que se cree
enfermo se propague hasta generar un trastorno físico de grupo. De muestra, el mediático caso de las niñas colombianas que se desmayaban, una tras otra,
después de haber sido vacunadas contra el Virus del Papiloma Humano. O un grupo de 20 adolescentes de
la localidad neoyorquina de LeRoy que, en 2012, manifestó síntomas similares a
los del Síndrome de Tourette sin una explicación lógica. En ambos casos, las
investigaciones descartaron un causa biológica y el diagnóstico fue el mismo:
psicosis colectiva, llamada también histeria psicogénica masiva. Este tipo de
transmisión emocional puede llegar a ser tan fuerte que, como indica Martínez
Selva, en algunos momentos, “puede arrastrar a las personas a cometer actos
violentos y vandálicos en grupo con consecuencias catastróficas”. Pues no solo
se refiere a falsas enfermedades, sino a miedos infundados o ataques de
violencia.
2. El estrés. Por mucho que se haya adiestrado en el zen, también usted corre el riesgo de dejarse
llevar por los compañeros de trabajo negativos y estresados, pues según las investigaciones sobre la empatía y la repercusión
fisiológica del estrés, de los profesores Buchanan, Bagley, Stansfield y
Preston, de las universidades de St. Louis y de Michigan, en Estados Unidos,
los seres humanos tenemos el don de captar el estrés ajeno, con las siguientes
consecuencias para la salud física. Entre ellas, engordar en la zona abdominal, sobre todo si se
es mujer. No solo
tendemos a comer de forma más impulsiva y peor, sino que en situaciones de
tensión constante, aumenta la producción de cortisol y automáticamente baja el
nivel de testosterona, que es la hormona que en condiciones óptimas favorece la
síntesis proteica y el desarrollo muscular, fundamental para combatir las
lorzas.
3. Los picores. Quédese con esta afirmación del
dermatólogo Gil Yosipovitch, y sus colegas médicos Schut, Grossman, Gieler y
Kupfer en el informe Contagious
itch: What we know and what we would like to know sobre el picor contagioso: “Incluso
una conversación sobre los picores o ver a alguien rascarse puede provocar el
deseo de rascarse”. En sus investigaciones, las personas con dermatitis atópica
fueron más proclives a experimentar picores cuando veían a otros sujetos
rascarse la piel, pero los sujetos sanas también mostraron una tendencia a
ello. Otra vez, según los expertos, el origen puede estar en las neuronas
espejo: la base neuronal de la imitación.
4. La felicidad. “Las personas positivas saben fabricar
felicidad en ellas mismas y también en las de su entorno”, asegura José
Carrascosa, psicólogo, especialista en entrenamiento emocional, rendimiento y
bienestar, y director de Sabercompetir.com. Es
decir, basta un sujeto feliz para que decenas de ellos o incluso cientos acaben
sumidos en el mismo sentimiento de dicha. Esa al menos es la conclusión de los
estudios del sociólogo Nicholas Christakis, de la
Universidad de Yale, quien sentencia que tener un amigo feliz, aunque viva a 600 kilómetros de
distancia, aumenta la probabilidad de que usted también acabe siendo feliz.
Gran culpa de ello la tienen las redes sociales. Las investigaciones del
propio Christakis sobre las influencias de los mensajes en Facebook son
tajantes: “Hemos confirmado que las expresiones individuales de emociones
dependen de lo que otros expresen en sus cuentas personales de las redes
sociales”. A mayor número de comentarios positivos, mayor número de personas
motivadas por ellos.
5. El éxito. Como asegura el psicólogo
Carrascosa, “las personas exitosas contagian ilusión y confianza, tienen eso
que llaman magnetismo, que es un intercambio emocional más allá de la lógica y
de las palabras”. Aunque, seamos honestos, porque eso que a priori puede ser
beneficioso conlleva también ciertos riesgos. “Se tiende a imitar a las
personas relevantes, que no siempre son los mejores modelos de conducta”,
indica Martínez Selva. “Los modelos sociales transmitidos a través de la cultura,
la educación o los medios de comunicación, por ejemplo, facilitan que se imite
su comportamiento, sus actitudes y sus emociones, pero la sociedad debe estar
pendiente de cuáles son los modelos que se transmiten, porque es posible que
sean los más imitados, y no siempre los mejores”. La gloria no deja de ser un
término relativo.
6. Los kilos de más. James Fowler, científico social de la
Universidad de California en San Diego, junto con el sociólogo y físico
americano Nicholas Christakis, llegaron en 2007 a la siguiente
conclusión después de realizar un estudio entre
12.000 adultos: las personas cercanas en amistad a alguien obeso tienen muchas
papeletas de aumentar su peso. Según los investigadores, si uno de nuestros
amigos comienza a estar “gordito”, la probabilidad de que acabemos en la misma
línea (por no decir talla) es del 57%. Los autores afirman que este contagio
puede estar más relacionado con un cambio en la percepción social sobre la
gordura, y no tanto en una contaminación psicológica del comportamiento, pero,
por si acaso, aconséjele a su amigo que cuide su dieta y saldrán ganando los
dos.
de elpais.com