lunes, 30 de mayo de 2016

app para localizar emociones

Desarrollan la primera herramienta social para localizar emociones mediante el uso de fotos.


La empresa de base tecnológica de la Universitat Jaume I (UJI) de Castellón Emotional Apps ha desarrollado PicFeel, la primera herramienta social para compartir y localizar emociones mediante el uso de fotos. A través de esta iniciativa, el usuario puede crear su propio “mapa mundial de emociones”, asociando emociones a imágenes en cualquier zona del planeta, así como descubrir lugares en los que la gente está sintiendo determinadas emociones.
La empresa, creada el profesor de Psicología Social Edgar Bresó y el profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos Francisco Ramos,  combina ambas disciplinas para el desarrollo de productos tecnológicos relacionados con la gestión de las emociones, según ha informado la institución académica en un comunicado.
Bresó explica que PicFeel es “una herramienta de comunicación que permite saber cómo se sienten las personas en un lugar y momento determinado a través de imágenes, dando visibilidad a los momentos felices de las personas pero también a las desgracias ajenas, a los problemas de la sociedad y a los problemas del mundo en general”.
Se trata de una aplicación en la que el usuario “recibe la recompensa de saber que puede estar ayudando a otras personas; ayudando a conformar un mapa mundial de emociones en el que el resto de usuarios puede participar, bien sea para comunicar lo bien que se está en ese lugar, y por tanto, animar a los usuarios a interesarse por visitarlo; o bien para dar visibilidad a una situación negativa, por ejemplo, denunciando algún tipo de problema social”, ha añadido el profesor de Psicología Social.
Por su parte, Francisco Ramos señala que la aplicación ya está disponible para dispositivos móviles de forma gratuita en los principales mercados de aplicaciones. “La idea es que los usuarios puedan subir una foto y etiquetarla con las emociones que le genere, sorpresa, tristeza, envidia, asco, etc. sería como un Instagram de las emociones”, ha descrito Ramos.
La aplicación PicFeel viene a sumarse a otros productos desarrollados por la empresa de base tecnológica de la UJI, entre los que se encuentra MEIT (The Mobile Emotional Intelligence Test), una aplicación para dispositivos móviles que permite evaluar de forma sencilla y gratuita las habilidades para percibir, comprender y manejar las emociones.
Esta herramienta ofrece “importantes ventajas” frente a los test de inteligencia emocional en papel utilizados hasta la fecha, como la facilidad para adaptarlo a las necesidades específicas de una empresa u organización, y las posibilidades que ofrece el hecho de realizarse sobre un soporte tecnológico que permite, por ejemplo, medir el tiempo de respuesta a cada una de los problemas, SEGÚN LA uji.
La principal innovación de MEIT es que el test no se limita a un cuestionario, sino que consiste en una prueba de habilidad para evaluar tres aspectos: la habilidad para percibir las emociones, la compresión de las mismas y la capacidad para gestionarlas.
Otro de los proyectos en los que está trabajando Emotional Apps consiste en desarrollo de una aplicación móvil para la evaluación de la competencia emocional de niños y niñas con autismo. El proyecto, que se está desarrollando a través del programa Start UJI de Valorización de Resultados de Investigación de la Universidad, tiene como objetivo “aportar a la sociedad y al mercado una aplicación móvil motivadora y sencilla de descargar y utilizar para profesionales del sector psico-educativo que trabajen con menores de 6 a 12 años con Trastorno del Espectro Autista”.

de psiquiatria.com

lunes, 23 de mayo de 2016

matemáticas aplicadas al amor

Un método matemático para ligar con la persona adecuada en una fiesta.


Y otras cosas que la ciencia sabe sobre cómo encontrar el amor (y conservarlo).


 Es en los laboratorios de las universidades donde, inesperadamente, encontramos las claves para que el amor llame a su puerta de una forma casi infalible. Empezaremos por el caso del psicólogo Arthur Aron, profesor de la Universidad de Stony Brook de Nueva York, quien en 1997 elaboró un método con el que dos desconocidos podían llegar a relacionarse y conocerse a niveles muy íntimos en un tiempo récord. De hecho, bastaban 45 minutos para responder, en un tú a tú, 36 preguntas personales (desde gustos, aficiones, emociones, percepciones, etc.) para que ambos interlocutores pudieran acabar totalmente in love.

Realmente, la investigación de Aron no estaba dirigida a conquistar el corazón de nadie en el sentido amoroso, sino a establecer un vínculo estrechísimo entre dos personas como prueba de laboratorio para medir otros factores como por ejemplo la reacción de las hormonas y los neurotransmisores cuando estos se ven afectados por la intimidad y la cercanía. Sin embargo, dos de los sujetos que realizaron el experimento de Aron sintieron tal flechazo (desembocó en campanas de boda), que dio pie a pensar que aquellos interrogantes eran la panacea para quienes ya estaban hartos de esperar a Cupido y necesitaban remedios exprés con los que sentir (recíprocamente) el amor. Eso fue, al menos, lo que le ocurrió a la periodista de The New York Times Mandy Len Catron, que sucumbió a la curiosidad de comprobar la eficacia del test.

Cuestión de probabilidades

Si uno se queda de brazos cruzados y espera a que otros le dirijan la palabra, acabará con la opción menos mala que lo aborde. Sea cual sea el tipo de relación que uno busque, sale a cuenta tomar la iniciativa” (Hannah Fry, profesora de matemáticas)
Si usted también siente cierto gusanillo romántico, puede poner en práctica las preguntas de Aron con algún voluntario o voluntaria y observar qué pasa a continuación. Aunque, seamos francos y sobre todo cautos porque, como dice la psicóloga Mila Cahue, autora de los libros El cerebro feliz (Paidós Divulgación) y Amor del bueno (JdeJ Editores), “conocerse en la intimidad puede provocar tanto que dos personas se enamoren, como que salgan corriendo en la dirección contraria”. Sin embargo, los científicos insisten en encontrar fórmulas que nos lleven al amor de pareja de una forma exitosa, como la matemática Hannah Fry, profesora de la University College London. En su libro Las matemáticas del amor (TED Original) aúna toda una serie de pautas aritméticas que, de seguirlas, nos llevarían directamente (y a priori) al consorte perfecto, como por ejemplo, las recomendaciones que sugiere de a quién abordar en una fiesta según el conocido algoritmo de emparejamiento de Gale-Shapley (1962), usado para crear lazos de estabilidad en las relaciones entre varios elementos, no solo entre hombres y mujeres, porque esta regla también es aplicable (y de hecho se ha aplicado) a vínculos de mercado más sociales como la asignación entre universidades y alumnos, o entre hospitales y médicos. En palabras de la propia Fry en su libro, los resultados del cálculo matemático de Gale-Shapley referido a una situación de ligoteo se podrían resumir de forma muy sencilla: “Si uno se lanza, empieza por la primera opción de la lista y luego va bajando, acabará siempre con la mejor persona posible que lo acepte. Si uno se queda de brazos cruzados y espera a que otros le dirijan la palabra, acabará con la opción menos mala que lo aborde. Sea cual sea el tipo de relación que uno busque, sale a cuenta tomar la iniciativa”.

Adelantarse al sistema

Ahora bien, si usted es más bien tímido y prefiere el acercamiento on line, sepa que también hay quien ha diseñado nuevos sistemas de ecuaciones virtuales que procuran la máxima victoria en el plano sentimental. Amy Webb, profesora de la Columbia University de Nueva York, y especialista en estrategias y nuevas tendencias digitales, pensó que habría una fórmula más eficaz de tener éxito en los portales de citas de internet que las ya existentes. Calculó y recopiló datos e información sobre cómo funcionan los algoritmos de emparejamiento de estas webs románticas para descubrir un nuevo procedimiento personal que la llevó a cazar (sin error aparente) al hombre idóneo entre todos los candidatos. Tal y como lo explica en esta charla TED: “Existe un algoritmo para el amor, solo que no es ninguno de los que se aplican en Internet. Sea lo que sea que buscan, lo que necesitan es encontrar su propio sistema, seguir sus propias reglas, y sentirse libres de ser todo lo exigente que deseen”.
Existe un algoritmo para el amor, solo que no es ninguno de los que existen en Internet" (Amy Webb, profesora de tendencias digitales)

Alimentar el amor

Hallar la pareja potencialmente perfecta puede ser una cuestión de probabilidades. De acuerdo. Ahí está el caso de Peter Backus, actual profesor de economía en la Universidad de Manchester, quien en 2010 aplicó la ecuación de Drake (por la que se estima si hay otras vidas civilizadas en nuestra galaxia) para calcular cuáles eran las posibilidades de dar con su media naranja. Sus conclusiones no fueron muy optimistas: encontrar una chica en su país que respondiera a sus gustos era solo 100 veces mayor que hallar vida inteligente fuera del planeta Tierra.
Sin embargo, más allá del álgebra, hay una realidad irrefutable: una vez emparejado, conseguir que la relación sea de calidad y se mantenga en el tiempo no es resultado de un patrón numérico, sino de esfuerzo. “Tenemos que estar dispuestos a aprender cada día: de nosotros mismos, del otro, dejarnos sorprender, y ser capaces de sorprender. Es importante saber hacer sentir a la otra persona que es especial en nuestra vida, y por qué. La actitud de ‘querer querer’ a nuestra pareja, y no simplemente dejar que ‘las cosas ocurran’, es fundamental. También en sentido contrario”, afirma rotundamente la psicóloga Cahue. “La relación maravillosa que tanto anhelamos necesita actitud, trabajo, aprendizaje, interés y perseverancia. Todo esto, aunque no suene romántico, tiene que ver con el amor”, concluye.
Los datos y modelos sugieren que lo más probable es que una bonita relación sentimental siempre se rompa" (José Manuel Rey, matemático)
Una afirmación que también defiende otro matemático, José-Manuel Rey, profesor de la Universidad Complutense de Madrid e investigador asociado con la Universidad de Harvard. “Si lo que la pareja quiere es que su relación dure para siempre, entonces, es más importante el nivel de compromiso y de esfuerzo que el nivel de amor. Una relación de pareja que inicialmente tiene mucho amor pero poca capacidad de esfuerzo, tiene menos expectativas de ser duradera y feliz que otra con menos amor pero más capacidad para esforzarse por la relación”. Su sentencia no es mero argumento psicológico, sino las deducciones derivadas de su análisis A Mathematical Model of Sentimental Dynamics Accounting for Marital Dissolution, para descubrir (desde el punto de vista matemático) las causas que llevan a la ruptura de los matrimonios a pesar de que en un principio todo pinte fetén. “El estudio desvelaba un mecanismo que compromete seriamente el éxito de una pareja en el escenario favorable del enamoramiento: el esfuerzo primero no es suficiente y se requiere un sobreesfuerzo para mantener el amor en un grado satisfactorio. Lo que vemos es que con los años, este tiende a no mantenerse y, como el amor, decae gradualmente”, explica el profesor Rey. Una noticia poco esperanzadora que con los cálculos matemáticos en la mano deja un sabor amargo: “Tanto los datos como los modelos disponibles sugieren que lo más probable es que una ‘bonita relación sentimental’ se rompa”, zanja el experto. Algo que corrobora la realidad social en nuestro país, donde, en 2014, hubo 100.746 divorcios, un 5,6% más que en el año anterior (INE).
¿Se puede hacer algo al respecto? “Las buenas relaciones, por múltiples razones, no tienen por qué durar para siempre. Es lo ideal, pero no lo imprescindible. En estos casos, la madurez nos permite, en vez de estar tristes, valorar lo vivido; en vez de interpretarlo como un error, vivirlo como un aprendizaje o un sumatorio de experiencias. Por otra parte, si no conseguimos enamorar a quien queremos… no podemos ir como alma en pena por la vida. No aceptar que no somos la persona ideal para el otro es muy poco inteligente, y no reírnos de esa circunstancia es aún peor. No hay que amargarse la existencia. El mundo está lleno de gente maravillosa”, concluye Cahue sobre la que sí parece la ecuación definitiva para ser un poco más feliz pese al amor.

de elpais.com

lunes, 16 de mayo de 2016

extraña empatía

La empatía con los extraños se puede aprender.


Se puede aprender a empatizar con los extraños. Sorprendentemente, experiencias positivas con personas de otro grupo desencadenan un efecto de aprendizaje en el cerebro, lo que aumenta la empatía, según revelan investigadores de la Universidad de Zurich, en Suiza, quienes señalan que un puñado de experiencias positivas de aprendizaje ya es suficiente para que una persona se vuelva más empática.
Los conflictos entre personas de diferentes nacionalidades y culturas a menudo derivan de una falta de empatía o compasión por ‘el extraño’, de forma que más empatía por los miembros de otros grupos podría fomentar la coexistencia pacífica. Esta investigación realizada por expertos de la Universidad de Zurich se centró en analizar si la empatía con extraños puede ser aprendida y cómo influyen las experiencias positivas con los demás en las respuestas empáticas del cerebro.
El psicólogo y neurocientífico Grit Hein se asoció con Philippe Tobler, Jan Engelmann y Marius Vollberg para medir la activación cerebral en los participantes que habían tenido experiencias positivas con un miembro de su propio grupo (miembro de grupo) u otro grupo (miembro fuera del grupo).
Al comienzo del estudio, el dolor del desconocido provocó una activación cerebral más débil en el participante que si un miembro de su propio grupo se veía afectado, pero sólo un puñado de experiencias positivas con alguien del grupo de desconocidso llevó a un aumento significativo de las respuestas cerebrales empáticas si se infligía dolor a una persona diferente del grupo externo. Cuanto más fuerte era la experiencia positiva con el desconocido, mayor fue el aumento de la empatía neuronal.
El incremento de la respuesta cerebral empática para el grupo externo es impulsado por una señal de aprendizaje neuronal que se desarrolla a través de experiencias sorprendentemente positivas con un extraño. “Estos resultados revelan que las experiencias positivas con un extraño se transfieren a otros miembros de este grupo y aumentan la empatía por ellos”, concluye Hein.

de psiquiatria.com

lunes, 9 de mayo de 2016

estos otros amigos invisibles

Tener más relaciones virtuales que reales o conectarse nada más levantarse, signos de adicción a las redes sociales.


Tener más relaciones virtuales que reales, necesitar llevar siempre algún aparato electrónico, conectarse nada más levantarse o, incluso, interrumpir el sueño ante las señales de llegada de mensajes, son algunos de los signos que alertan sobre la presencia de una adicción a las redes sociales.
“En muchas ocasiones, a medida que aumentan las relaciones en las redes, disminuye el tiempo empleado a las relaciones reales con la familia o el grupo de amigos. Así se genera un mecanismo de compensación de ese déficit, el cual crea un círculo vicioso que provoca un aumento del tiempo dedicado a la comunicación virtual y favorece el abandono de las obligaciones con los círculos sociales reales”, ha explicado el psicólogo en Intervención en Psicología, Juan Antonio Molero Cid.
En este sentido, y aunque las redes sociales generan “recompensas” relacionadas con la comunicación con otros, el también miembro de Saluspot ha recordado que ya han aparecido trastornos relacionados con el uso de Internet y los dispositivos móviles como, por ejemplo, cibermareo, nomofobia, dependencias o cibercondria. Además, en función de la edad y madurez de la persona, se han encontrado trastornos de depresión, ansiedad, estrés, insomnio e, incluso, esquizofrenia.
Y es que, tal y como ha explicado Molero Cid, las redes sociales pueden crear “sufrimiento” en la medida en la que la persona ve alterada la percepción sobre su propia vida y la de su entorno. De hecho, prosigue, en los sufrimientos asociados pueden encontrarse paralelismos con los estados de adicción y dependencia.
Dicho esto, el experto ha recordado que las redes sociales son sólo otra herramienta de comunicación, por lo que ha negado que por no estar en ellas una persona quede excluida del grupo. “¿Puede un grupo, salvo situaciones muy determinadas y temporales (lejanía geográfica, por ejemplo) tener una relación de calidad exclusivamente virtual durante mucho tiempo?. No tiene por qué no tenerla, es cierto, pero sólo si ese grupo reúne ciertas condiciones”, ha puntualizado.
Por todo ello, el psicólogo ha recomendado, cuando se ha alcanzado una situación de dependencia, buscar alternativas reales para emplear el tiempo que se dedica a las redes sociales, elaborar una lista de lo que se cree que se puede hacer en ese tiempo, delimitar la actividad en las redes sociales, no usarlas cuando se esté en compañía de otras personas, apagar el móvil por la noche, y evaluar, en periodos de tiempo, lo que se ha ganado con esas costumbres.

de psiquiatria.com

lunes, 2 de mayo de 2016

el orden del contexto altera el resultado

El orden de un contexto puede ayudarnos a tomar mejores decisiones.


Una nueva investigación de la Universidad de Cincinnati (EEUU) ha examinado cómo la estructuración o el caos de los entornos influye en nuestra toma de decisiones. Sus resultados señalan que el hecho de vivir en entornos más caóticos puede hacer que tomemos decisiones sin deliberar.
En el estudio se realizaron tres experimentos, con la idea básica de averiguar si existe una relación causal entre el ambiente y la toma de decisiones, explica el investigador principal del trabajo, Ryan Rahinel.
En el primer experimento, 94 estudiantes universitarios realizaron una tarea de 15 minutos de duración que consistía en completar frases. A todos se les dieron 16 sistemas de cinco palabras para que formasen oraciones con cuatro de las palabras de algunos de dichos sistemas, que incluían términos y expresiones como “caótico, al azar o el azar” u otras como “sistemático, patrón u orden”. Después de esta tarea, a los participantes se les pidió que eligieran algo que les gustaría hacer en los próximos minutos, como comprobar su correo electrónico o hacer algún trabajo. Se constató así que aquellas personas que habían hecho frases con aquellas palabras de los sistemas  que evocaban ‘estructura’ (como sistemático o patrón) dedicaron más tiempo que el resto a tomar su decisión.
En un segundo experimento, 92 estudiantes universitarios leyeron artículos acerca de árboles, antes de completar otra tarea. Algunos de ellos leyeron un artículo que informaba de árboles que crecían de una manera muy modelada y ordenada. Otro subgrupo leyó un artículo que daba a entender que los árboles crecen muy al azar, y que no hay patrón subyacente que permita determinar cómo crecen. En ambos artículos, sin embargo, sí se comentaba que el crecimiento –aleatorio u ordenado de los árboles- era ‘muy bonito’, explica Rahinel. Así que ninguna de las presentaciones resultaba más favorecedora que la otra. Después de leer estos artículos, a los estudiantes se les asignó la tarea de elegir hipotéticamente entre seis pequeños regalos, como un llavero LED  o un kit de herramientas, entre otros. Una vez hecha su elección, se les preguntó cuánto habían reflexionado su  elección. Rahinel señala que, de nuevo, fue las personas que habían leído el artículo sobre árboles que crecían de manera muy modelada y sistemática informaron haber reflexionado más sobre la elección de su regalo que los estudiantes que habían leído el artículo sobre árboles que crecen al azar.
En un tercer y último experimento, los investigadores crearon dos anuncios de palomitas de maíz. Una de las marcas mostradas tenía muy buenos atributos pero estaba presentada por un personaje desconocido. El otro anuncio mostraba una marca de palomitas con atributos peores, pero presentada por un famoso: el actor George Clooney. Los anuncios fueron presentados a los participantes, de nuevo después de que estos hubiesen leído uno u otro artículo sobre los árboles. La mayoría de los estudiantes que habían leído el artículo sobre árboles que crecen siguiendo un patrón aleatorio eligió las palomitas de maíz con menos atributos positivos, pero presentadas por George Clooney. Por el contrario, la mayoría de personas que habían leído el artículo sobre los árboles que crecen de manera estructurada eligieron las palomitas del otro anuncio.
Según los investigadores, si nuestro entorno se estructura de acuerdo a relaciones, podemos aprovechar estas relaciones para, a través de una cuidadosa reflexión, tomar mejores decisiones, casi de la misma manera que seguimos estrategias en juegos basados ​​en ciertas normas.
En cambio, cuando el mundo nos parece aleatorio, para el pensamiento no tiene sentido reflexionar sobre qué hacer para obtener mejores o peores resultados. Simplemente, las cosas se van a dar por azar.
Según los investigadores, estos resultados respaldan los de investigaciones previas, que habían señalado  que los ambientes caóticos, no estructurados (como los que puede provocar la pobreza) contribuyen a que la gente reflexione menos a la hora de tomar decisiones y, con ello, a que se perpetúen sus problemas.
“En general, estos hallazgos apuntan a la importancia de la estructura y el ambiente en general en la conformación de elaboraciones mentales”, concluyen.

de psiquiatria.com