Esto tienen en común el placer y el dolor
No son sensaciones contrarias, sino que a menudo suceden a la vez. Como al quitarse unos tacones que molestan… o desatarse a tiempo.
La palabra "dolor" provoca en la
mayoría de las personas una cascada de emociones negativas. Si se asocia a
placer, muchos pensarán en conductas sadomasoquistas, pero si alguien asegura
que todos los humanos hemos sentido alguna vez placer después de un intenso
dolor, muchos lo negarán enérgicamente. ¿Que a usted no le ha pasado nunca?
Piense en ese calzado que le machacó los pies,
en el dolor que sufrió y en el profundo alivio que experimentó al quitarse
los zapatos. O en lo bien que se queda después de saciar un ataque de hambre
canina.
Todo tiene una explicación científica.
"El punto de partida es que para sentirse bien, primero hay que sentirse
mal”, destaca Guillermo Fouce, profesor de Psicología de la Universidad Carlos
III, de Madrid, y esta reacción se debe a que “el malestar activa mecanismos
cerebrales similares a los de la felicidad y la alegría”.
Compensar el dolor con algo
positivo, hace esto último aún mejor y disminuye lo negativo, al menos durante
varios segundos. Y la recompensa será mayor cuanto superior sea el dolor.
Al complejo binomio dolor/placer, se añade
la variable de la personalidad de quienes buscan sensaciones fuertes, como
personas que practican deportes de riesgo, o
quienes disfrutan con una película de miedo. ¿Por qué esas situaciones
límite provocan un subidón anímico? “El miedo es la emoción universal por
naturaleza y responde a nuestro cerebro más reptiliano, más básico, lo que
nos prepara para defendernos y sobrevivir y, por tanto, tiene más potencia que
la alegría y la felicidad”, responde Fouce. “Es más fácil encontrar
sensaciones en lo negativo que en lo positivo, porque estamos más preparados
para responder a lo malo que a lo bueno”, prosigue. Es decir, el terror también nos
pone.
Si estos argumentos no le han convencido de
que puede sentir placer a través del dolor, tal vez le sorprenda más conocer
que las catástrofes también tienen la cualidad de despertar sentimientos
placenteros. Una investigación publicada en Psychological Science demostró que esas situaciones
tienen un efecto pegamento entre los que han vivido la experiencia dolorosa,
que les lleva a ser más generosos y, de alguna manera, más felices.
de elpais.com
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