lunes, 29 de junio de 2015

conversaciones entre cerebro y corazón

En los momentos justo antes de la muerte, se cree que hay una desaceleración de los sistemas del cuerpo a medida que el corazón deja de latir y termina el flujo sanguíneo.



Un nuevo estudio de expertos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan, en Ann Arbor, Estados Unidos, revela una tormenta de actividad cerebral que entra en erupción a medida que el corazón se deteriora y juega un papel desestabilizador sorprendente en la función del corazón.


“A pesar de la pérdida de la conciencia y la ausencia de signos de vida, internamente el cerebro muestra una actividad mantenida y organizada y una mayor comunicación con el corazón, que se puede interpretar como un esfuerzo por salvar el corazón”, dice el autor principal del estudio, Jimo Borjigin, profesor asociado de Neurología y profesor asociado de Fisiología Molecular e Integrativa.

de psiquiatria.com

lunes, 22 de junio de 2015

si te duele, cruza los dedos

Una experiencia sensitiva y emocional desagradable, asociada a una lesión tisular real o potencial. Y como se trata de una “experiencia sensitiva”, y además subjetiva, en ocasiones está sometida a ilusiones.

Una de esas ilusiones logra convencer al cerebro de que uno de nuestros dedos se quema, cuando en realidad está expuesto a una superficie fría. Este efecto se conoce como “ilusión de la parrilla térmica”. Consiste en someter a los dedos índice y anular a una temperatura aproximada de 40ºC y al dedo corazón a una temperatura más fría, de unos 20 ºC.
Esto genera una sensación paradójica en el dedo corazón que siente un calor muy doloroso cuando en realidad está expuesto a una temperatura fría. Esto se logra sumergiendo los dedos en agua a esas temperaturas, por ejemplo.
Y es que en el cerebro se activa paradójicamente la misma región, la corteza cingular anterior, independientemente de si aplica calor intenso o frío. El resultado es la sensación de quemazón o dolor, aunque en realidad no hay no hay nada real que lo justifique.
Un trabajo publicado en Current Biology asegura que cruzar los dedos disminuye el dolor. En este caso este gesto que habitualmente sirve para ocultar una mentira, en realidad logra deshacerla. Colocando el dedo corazón sobre el índice, la ilusión de la parrilla térmica desaparece.
La parrilla térmica produce las sensaciones de quemazón ante un estímulo frío debido a la interacción de tres vías nerviosas que informan al cerebro sobre el calor, el frío y el dolor. La temperatura cálida en los dedos índice y anular bloquea la informacion que normalmente llegaría al cerebro por la exposición del dedo medio al frío en solitario.
En el estudio, cuando el dedo medio se cruzó sobre el dedo índice, se redujo la sensación paradójica de calor ardiente en el dedo medio, que en realidad no estaba sometido a calor. Sin embargo, si el dedo índice se enfria y los dedos medio y anular se exponen al calor, la sensación de quemazón aumenta cuando el dedo medio se cruza sobre el índice. Estos resultados muestran que la sensación dolorsa es el resultado de un patrón espacial. Cuando el dedo frío se coloca entre los dos dedos sometidos a calor, la sensación es también de quemazón. Pero cuando se mueve desde la posición central que ocupa y se sitúa sobre el índice, la sensación de ardor se reduce. Por lo que los autores concluyen que el cerebro parece utilizar la disposición espacial de los tres estímulos para “deducir” que hay una sensación de ardor en los tres dedos.



de psiquiatria.com

lunes, 15 de junio de 2015

la primavera la sangre altera

La primavera favorece la secreción de feromonas, oxitocina, dopamina y noradrenalina, hormonas relacionadas con la atracción sexual y que influyen positivamente en el estado de ánimo, según ha explicado la jefa de Psicología de Hospital Quirón Málaga, Cristina Green.
De ahí se explica el dicho de ‘la primavera la sangre altera’ ya que en esta época aumenta la luminosidad y la temperatura, se producen cambios en la presión atmosférica, floración y polinización, los cuales se traducen en desajustes en algunos neurotransmisores y hormonas.

“La primavera es el despertar de la vida, lo que en los seres humanos se traduce en mayor apertura a la comunicación, al amor y a la sexualidad. Se produce un incremento de la actividad, al tener más energía, mientras que el aumento de la luz y de la temperatura, redunda en que se pasa más tiempo fuera de casa y se emplea un vestuario más ligero y desenfadado”, ha explicado el jefe de Psicología de Hospital Quirón Marbella, Antonio de Dios.
De hecho, existe evidencia científica que indica que el cambio en la luz ambiental y en las condiciones climáticas puede influir en el estado de ánimo. “Se requiere un proceso de adaptación que conlleva un impacto emocional que puede ser de índole positiva (euforia primaveral) o de índole negativa (astenia primaveral)”, ha apuntado Green.
No obstante, las modificaciones en los niveles hormonales no inciden de igual forma en el estado de ánimo de todas las personas. En este sentido, la readaptación del organismo puede provocar tanto un mayor bienestar emocional como un estado de apatía, caracterizado por tristeza, fatiga e insomnio; comúnmente conocido como astenia primaveral.
Además, el exceso de energía que genera la llegada de la primavera puede producir efectos rebote, como cansancio o incapacidad para concentrarse ante los quehaceres diarios. En este sentido, De Dios ha recomendado enfocar la energía que la luz, las endorfinas y la serotonina regalan en aquello que sea importante para uno mismo.
En concreto, es importante que para tener una correcta adaptación al cambio estacional se duerma entre 7 y 8 ochos al día; se lleve a cabo una dieta sana y equilibrada rica en cereales, frutas y verduras; se reduzca el consumo de azúcar, alimentos difíciles de diferir; se beba abundante agua; se realice ejercicio físico regular; se dedique tiempo a planear y decidir cualquier cambio a nivel personal o profesional; y se disfrute de todas las cosas agradables que brinda la primavera.
de psiquiatria.com

lunes, 8 de junio de 2015

ver el mundo al revés

148 personas que han visto el mundo al revés

Neurólogos españoles publican el mayor estudio sobre la metamorfopsia invertida, un síntoma consistente en un giro de 180 grados del plano visual

El neurólogo Fernando Sierra publicó la mayor revisión de casos de este trastorno, conocido como metamorfopsia invertida. Su trabajo, publicado en Journal of Neurology, analiza 13 pacientes observados en su hospital, el 12 de Octubre, entre 2006 y 2010. Además, Sierra y su equipo han buceado en las bibliotecas científicas hasta encontrar un total de 148 casos de personas que, de repente, empezaron a ver el mundo del revés.
La metamorfopsia es “un trastorno probablemente infradiagnosticado”. Mucha más gente de lo que se cree podría estar viendo el mundo al revés.
La metamorfopsia invertida suele durar apenas unos minutos, aunque se han registrado casos de tres días de duración. En ocasiones, el plano visual del paciente sólo gira 90 grados: el suelo se aparece como si fuera una pared, con las mesas colgadas como cuadros. En otras, más raras, lo que gira 90 grados es el plano sagital y el afectado tiene la sensación de caminar hacia el techo.
“El estudio de un síntoma como la metamorfopsia invertida nos ayuda a comprender mejor el funcionamiento del cerebro”, explica el neurólogo Eduardo de Pablo, coautor del estudio. “Esto es una prueba más de que el cerebro no funciona como una gran máquina con diferentes áreas aisladas encargadas cada una de una función, como propusieron los científicos de siglos pasados. El cerebro posee áreas especializadas en determinadas funciones, pero existe una gran interacción entre todas ellas y un gran procesamiento de la información”, añade.


de esmateria.com

lunes, 1 de junio de 2015

de lo común del placer y del dolor

Esto tienen en común el placer y el dolor

No son sensaciones contrarias, sino que a menudo suceden a la vez. Como al quitarse unos tacones que molestan… o desatarse a tiempo.



La palabra "dolor" provoca en la mayoría de las personas una cascada de emociones negativas. Si se asocia a placer, muchos pensarán en conductas sadomasoquistas, pero si alguien asegura que todos los humanos hemos sentido alguna vez placer después de un intenso dolor, muchos lo negarán enérgicamente. ¿Que a usted no le ha pasado nunca? Piense en ese calzado que le machacó los pies, en el dolor que sufrió y en el profundo alivio que experimentó al quitarse los zapatos. O en lo bien que se queda después de saciar un ataque de hambre canina.
Todo tiene una explicación científica. "El punto de partida es que para sentirse bien, primero hay que sentirse mal”, destaca Guillermo Fouce, profesor de Psicología de la Universidad Carlos III, de Madrid, y esta reacción se debe a que “el malestar activa mecanismos cerebrales similares a los de la felicidad y la alegría”.
Compensar el dolor con algo positivo, hace esto último aún mejor y disminuye lo negativo, al menos durante varios segundos. Y la recompensa será mayor cuanto superior sea el dolor.
Al complejo binomio dolor­/placer, se añade la variable de la personalidad de quienes buscan sensaciones fuertes, como personas que practican deportes de riesgo, o quienes disfrutan con una película de miedo. ¿Por qué esas situaciones límite provocan un subidón anímico? “El miedo es la emoción universal por naturaleza y responde a nuestro cerebro más reptiliano, más básico, lo que nos prepara para defendernos y sobrevivir y, por tanto, tiene más potencia que la alegría y la felicidad”, responde Fouce. “Es más fácil encontrar sensaciones en lo negativo que en lo positivo, porque estamos más preparados para responder a lo malo que a lo bueno”, prosigue. Es decir, el terror también nos pone.
Si estos argumentos no le han convencido de que puede sentir placer a través del dolor, tal vez le sorprenda más conocer que las catástrofes también tienen la cualidad de despertar sentimientos placenteros. Una investigación publicada en Psychological Science demostró que esas situaciones tienen un efecto pegamento entre los que han vivido la experiencia dolorosa, que les lleva a ser más generosos y, de alguna manera, más felices.
de elpais.com