La vía de expansión personal
de Thoreau, cuyo combustible es el amor, se ancla en una inmersión plena en el
presente, huyendo de los dos grandes males que el Tiempo inocula en el hombre:
la rememoración obsesiva y la proyección ansiosa («nunca mires atrás a menos
que estés planeando ir en esa dirección»). Pero también exige una ética («la
bondad es la única inversión que nunca quiebra»).
de lne.es
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