El
karma 'existe': ser un borde se vuelve en su contra
No tiene nada que
ver con una energía espiritual, sino más bien con las neuronas espejo. Ni los
médicos son inmunes
Todos los
insultos y borderías que salen por nuestra boca acaban encontrando el camino de
vuelta, haciendo estragos en nuestro equilibrio emocional. Como una especie de boomerang que nos devuelve el modo en que nos comportamos
con los demás, una conducta faltona, grosera y maleducada nunca queda en agua
de borrajas. Esta situación, que todos hemos vivido en nuestras propias carnes
en más de una ocasión, ha sido objeto de estudio por parte de un grupo de investigadores de la
Universidad de Tel Aviv (Israel). Arieh Riskin, líder del trabajo y
director de la Unidad
de Cuidados Intensivos de neonatos del Bnai Zion Medical Center de Haifa (Israel), demostró con
su equipo que los modos y la profesionalidad de los médicos de su unidad se
veían mermados cuando los padres de los bebés ingresados se dirigían a ellos
con una actitud grosera y maleducada. Lo cual, en última instancia, se traducía
en que el tratamiento aplicado al niño empeoraba. Y su recuperación, también.
A la luz de
las conductas y reacciones observadas, Riskin advierte de los riesgos que una
emoción descontrolada en un entorno como el de la sala de espera de la unidad
de neonatos de un hospital.
Dardos como defensa
No es difícil
ponerse en la piel de unos padres cuyo bebé está en una incubadora, atravesando
una situación incierta. "Sin duda, sienten un nivel de estrés muy elevado
que puede acabar descargando emociones de forma inadecuada. Bajo este manejo
incorrecto, existen patrones erróneos de resolución de conflictos o estrategias
de comunicación emocional mal planteadas", sostiene Elisa Múgica,
psicóloga clínica y codirectora del Centro Vitae Psicología (Zaragoza), quien atribuye parte de
este comportamiento desmedido a una forma de defensa del individuo.
"Cuando nos sentimos agredidos, solemos reaccionar de forma verbalmente
agresiva", apostilla la experta.
Lo que quizá
no prevemos ni calculamos la mayoría de las veces es el efecto rebote de
nuestras palabras, porque las personas no somos inmunes ni a los elogios ni a
los desprecios. "Somos animales sociales, y todos, en alguna medida, nos
sentimos conmovidos o disgustados por los comentarios negativos, ante los que
reaccionamos con hostilidad, a la defensiva, escapando o mostrando una
vergüenza paralizante", apunta Múgica.
Además, no
solo somos seres emocionalmente permeables, sino que actuamos como fieles
espejos que devuelven lo que reciben. Es decir, solemos replicar el modo en que
nos tratan y, según la experta, eso se debe a las neuronas espejo, que
nos incitan a actuar de la misma forma en que lo hacen con nosotros. Y añade:
"Son las responsables del bostezo contagioso,
pero también de que sonriamos cuando nos dedican una sonrisa, o de que nos
pongamos de mal humor cuando alguien enfadado se dirige a nosotros".
Tratando con emociones
En el caso de
los facultativos del experimento citado, la amalgama de reacciones enumeradas
por la experta se sintetiza principalmente en una sola: la merma en la calidad
del tratamiento aplicado. En este sentido, desde la Universidad Europea de Madrid, Susana
Rodríguez, coordinadora de Simulación del Departamento de Psicología, Andrés
Arriaga, catedrático de Psicología y Mª Victoria Tabera, profesora del
Departamento de Psicología, creen que "el profesional debe contar con las
herramientas de afrontamiento suficientes para resolver con éxito situaciones
como las descritas en el estudio". De hecho, "su adquisición debe
ser el objetivo de su formación de Grado y especialización, ya que permiten
distanciarse emocionalmente y actuar en consecuencia de modo profesional y no
visceral".
Aprender a
lidiar con emociones, además de hacerlo con virus, bacterias o análisis poco
halagüeños, es algo que "se está potenciando en los últimos años, dada la
necesidad de promover el bienestar de todos los agentes de la relación
terapéutica", aseguran los tres expertos en Psicología. Y añaden:
"Este aprendizaje se aborda con metodologías docentes innovadoras, como la
simulación clínica de alta fidelidad, que consiste en enfrentar al estudiante
(en un entorno seguro) a situaciones con elevada carga emocional, para que sea
consciente de que su modo de sentir formará parte de la respuesta que va a dar
al paciente".
de elpais.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario