lunes, 26 de septiembre de 2016

dosis exactas de empatía

¿Se alegra (de verdad) cuando el 23 de diciembre ve por televisión la dicha desbordada de los afortunados agraciados con el premio Gordo de la Lotería de Navidad? ¿Llega a sentir el dolor de un amigo cuando le explica cómo su mujer ha puesto fin a 20 años de matrimonio?


En otras palabras, ¿se describiría como una persona empática? Estamos hablando de la capacidad del ser humano para ponerse en el lugar del otro, y sentir su desdicha o alegría como algo propio.
Si cree que esta característica no se encuentra entre sus puntos fuertes, no se preocupe, reconózcalo sin pudor. La empatía está sobrevalorada. O, al menos, eso es lo que opina el profesor de Psicología de la Universidad de Yale (Estados Unidos) Paul Bloom. “A menudo, la mayoría de la gente confunde la compasión y la bondad con la empatía, y ese es el motivo por el que durante tanto tiempo se le ha concedido una importancia desmesurada”, argumenta.
Bloom ha identificado ciertos rasgos de la empatía que echan por tierra la idea de que cuanto más desarrollamos esta capacidad para identificarnos con los sentimientos de los demás, más fuertes y saludables son nuestras relaciones personales y mayor es nuestro crecimiento personal. Y sostiene que la empatía es parcial. Somos más propensos a identificarnos con las personas con las que compartimos el mismo origen étnico o cultural, o con aquellas que nos parecen más atractivas”, explica..
Habrá notado que le resulta más fácil conectar (sentir empatía) con los sentimientos o necesidades de alguien con quien tiene algo en común. Puede que simplemente sea que tiene su mismo pelo rizado, una mancha similar a la suya en la mejilla o que su padre también emigró a Alemania cuando era joven. En este tipo de casos, la parcialidad no tiene mayor importancia. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la reacción empática de alguien influye en una decisión política con efectos en la vida actual y futura de las personas?
Esta cuestión es la que lleva a Bloom a afirmar que “cuanto menos intervenga la empatía en la conducta de aquellos que deciden sobre cuestiones políticas, más justas serán sus decisiones. Sin empatía, todos estaríamos en mejores condiciones para comprender y abordar temas, como por ejemplo, el cambio climático. Creo que es el momento de pararnos a analizar la clase de moral que estamos aplicando en nuestro comportamiento y las consecuencias que está teniendo”.
"Además de parcial, la empatía es insensible a los datos estadísticos”, afirma Bloom. Y continúa: “Las personas somos capaces de conectar con individuos particulares, reales o imaginarios, pero nos resulta muy complicado hacerlo cuando se trata de una masa de gente o una cifra numérica”.
Carecer de empatía por el sufrimiento de las víctimas de un desastre natural ocurrido al otro lado del mundo no es motivo para castigarse, como tampoco lo es en el marco de las relaciones personales cotidianas. “Mucho más importantes que la empatía son la bondad, la compasión y el amor”, recalca el profesor.
Dejando a un lado el uso de la empatía en la toma de decisiones políticas, el hecho de que un individuo desarrolle esta capacidad excesivamente, sin duda, puede resultar perjudicial para su salud y equilibrio emocional, "ya que le conducirá a la angustia, el agotamiento e, incluso, es posible que llegara a sufrir algún tipo de enfermedad mental”, advierte el psicólogo.
Nuestro grado de empatía será mayor o menor dependiendo de cómo nos ha influido la cultura en la que hemos crecido y del tipo de relaciones personales que hemos establecido. Y es que, según Bloom, cuando somos bebés ya sentimos empatía, pero a medida que crecemos, esta capacidad puede quedar bloqueada o, todo lo contrario, desarrollarse hasta niveles dañinos. “Cuando un bebé observa o escucha cómo alguien está sufriendo, se acerca e intenta consolarlo”, apunta.


Esta unanimidad en torno a la importancia de la empatía en el marco de las relaciones personales la cierra Bloom al defender categórico que la empatía es esencial (en pequeñas dosis). “Es difícil imaginar cómo podríamos desarrollar la inteligencia sin esta capacidad cognitiva”, concluye.

de elpais.com

lunes, 19 de septiembre de 2016

economía en salud mental

La OMS defiende que los beneficios económicos de tratar depresión y ansiedad son 4 veces mayores al gasto que conlleva

Un estudio dirigido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado por primera vez la rentabilidad económica de invertir en el tratamiento de la ansiedad y la depresión, y demuestra que los beneficios son cuatro veces superiores al gasto que conlleva.
Así, por cada dólar invertido se consigue un retorno de cuatro gracias a un mejor estado de salud y una mayor productividad de los afectados, según los resultados de este trabajo que publica la revista ‘The Lancet Psychiatry’, cuyos autores insisten en que estos datos son un fuerte argumento para invertir más en mejorar la salud mental a nivel global.
“Sabemos que el tratamiento de la depresión y la ansiedad tiene sentido desde el punto de vista de la salud y el bienestar, pero este nuevo estudio confirma que también lo tiene desde una perspectiva económica”, ha aseverado Margaret Chan, directora general de este organismo de Naciones Unidas.
Los trastornos mentales están aumentando en todo el mundo y, de hecho, se estima que entre 1990 y 2013 el número de personas con depresión o ansiedad ha aumentado en cerca de un 50 por ciento, pasando de 416 a 615 millones de afectados, casi un 10 por ciento de la población mundial.
Además, las emergencias humanitarias y las situaciones de conflicto aumentan la necesidad de ofrecer tratamiento a estas dolencias ya que, según estima la OMS, en estos casos uno de cada 5 afectados acabará sufriendo depresión o ansiedad.
En este caso, el trabajo liderado por la OMS calculó el coste y los resultados en salud de ampliar en los próximos 15 años (de 2016 a 2030) el tratamiento de ambos trastornos en 36 países de bajos, altos y medios ingresos, centrándose en la atención psicosocial y el acceso a fármacos antidepresivos.
Aunque el coste de esta atención podía ascender a unos 147.000 millones de dólares (unos 130.000 millones de euros), vieron que los beneficios podían ser mayores gracias a un aumento de la productividad laboral del 5 por ciento, lo que supondría un beneficio de 399.000 millones de dólares, y a una mejoría de su salud, que conllevaría otros 310.000 millones más.
Pese a este beneficio, la OMS denuncia que la inversión que se destina a los servicios de salud mental son muy inferiores a lo que se necesita y, según su Atlas de la Salud Mental de 2014, destinan un 3 por ciento de su presupuesto sanitario, variando del 1 por ciento de los países con menos recursos al 5 por ciento de los más desarrollados.
Además, los países que han ampliado con éxito la atención a la salud mental expondrán las principales trabas que pueden encontrarse y cómo deben superarse. Entre ellos la OMS pone el ejemplo de Brasil que ha creado una red de atención psicosocial; Etiopía, que está ampliando rápidamente su cartera de servicios de salud mental; o Sudáfrica, donde el abordaje de la salud mental ha formado parte de su reciente reforma de la Atención Primaria.
“La salud mental tiene que ser una prioridad mundial en el ámbito del desarrollo y de las organizaciones humanitarias, y una prioridad para todos los países”, ha apuntado Arthur Kleinman, profesor de Antropología Médica y Psiquiatría en la Universidad de Harvard (EE.UU) y experto en salud mental.


de psiquiatria.com

lunes, 12 de septiembre de 2016

la mitad de tu cerebro extraña la cama

Medio cerebro hace guardia cuando dormimos en una cama extraña.

El hemisferio izquierdo permanece alerta y por esa razón nos despertamos poco descansados

Los científicos explican por qué se descansa mal en la primera noche en un hotel. 
Desde hace tiempo se sabe que hay animales, como los delfines, que descansan desconectando alternativamente cada lado de su cerebro: primero duerme el hemisferio derecho, mientras el izquierdo toma las riendas, y luego a la inversa. Así ha llegado a estar activo un delfín más de 15 días, mientras se mantenía fresco y sin deterioro intelectual a pesar de no dormirse del todo en ningún momento.
Algo así estaría ocurriendo en el cerebro de los humanos cuando dormimos fuera de casa: un hemisferio permanecería alerta sin dormirse por completo, para vigilar ante posibles peligros que pudieran acechar en un entorno extraño. Esto explicaría, según los autores de esta investigación, que nos despertemos groguis tras pasar la noche en un hotel o en casa de un familiar.
"Las personas muestran en uno de los hemisferios del cerebro un estado medio dormido, medio despierto. Y este estado puede funcionar como vigilante nocturno para controlar lugares poco familiares", explica la investigadora Masako Tamaki, de la Universidad de Brown, que publica este estudio en Current Biology.
Durante esta investigación se monitorizó la actividad cerebral de ambos hemisferios con diversas técnicas avanzadas de neuroimagen a sujetos que pasaban varias noches en el laboratorio. Se comparaba la actividad cerebral entre los hemisferios y también la de la primera noche con las siguientes. El resultado fue revelador: durante el sueño profundo, el hemisferio izquierdo no estaba apagado del todo. Pero es un fenómeno que se daba únicamente la primera noche: a partir de entonces, el cerebro de los sujetos que pernoctaban en el laboratorio se dormía normalmente.
Esta capacidad del hemisferio izquierdo para permanecer alerta parece una estrategia evolutiva: hubo un tiempo en que dormirse por completo en un entorno desconocido podía suponer graves peligros. Amenazas que ya no se esperan en un hotel o en el sofá-cama de un amigo. El efecto de este sexto sentido nocturno podría atenuarse viajando con la almohada propia, según sugieren estos científicos.

de elpais.com

lunes, 5 de septiembre de 2016

programa de conducta facebookiano

Refuerzo variable: así te enganchan Facebook y tu móvil

Para empezar, malas noticias. Que sepas que tu móvil sabe mucho de psicología. Mírale, ahí tan inocente. Seguro que ahora no se atreve a encender esa lucecita que te avisa de una nueva notificación. O igual tienes el móvil boca abajo, o en el bolsillo. ¿Y si tienes ahora mismo un nuevo 'whatsapp' y no lo has visto?, ¿Y si alguien te ha etiquetado en algo en Facebook y tampoco lo has visto? Vete a mirar antes de seguir leyendo, que se que te pica la curiosidad. Estos aparatejos modernos...están todos compinchados. La tragaperras esa del Bar Paco te hace lo mismo: "¿dejas ya de jugar? Mira que lo has intentado 48 veces, ¿y si es la 49 la que te da el premio?".
Todos ellos, como decía, saben mucho de psicología, y aplican un programa de reforzamiento variable, que saben que a los humanos -y otros animales-nos encanta. 
Claro que eso de "programa de refuerzo variable" nos puede sonar un poco a chino mandarín de la zona norte de Pekín, así que vamos a intentar explicarlo: seguro que recuerdas el artículo en el que hablábamos de las palomas y la conducta supersticiosa. Ahí contábamos cómo las palomas tenían que hacer algo para obtener un 
refuerzo (en ese caso, comida). Es un paradigma que conocemos comocondicionamiento operante, de manera sencilla: yo hago algo, y ese algo tiene consecuencias, bien sean positivas (me dan comida, Pepito me manda un Whatsapp, Manolita me etiqueta en una foto y me dice que me quiere mucho, etc...) o negativas (una descarga eléctrica, una bronca de mi madre, etc...). Pues bien, cuando una persona realiza una conducta, y a esta le siguen consecuencias positivas, los psicólogos decimos que esa conducta ha sidoreforzada, así que ya sabemos de dónde viene lo de "refuerzo"; pero, ¿lo devariable?. Pues más sencillo aún, ese refuerzo se nos puede dar cada vez que realizamos la conducta (toco un botón y me dan comida) o me lo pueden dar unas veces si, y otras no, es decir, variable, que es esa vil estratagema utilizada por Facebook, Instagram, nuestro móvil, las tragaperras y demás redes sociales.

En resumidas cuentas, ellos saben que un programa de refuerzo variable genera mucha más adicción que un programa de refuerzo fijo, y además por lo general no nos sacia, no nos cansa.
Imaginemos que cada vez que entramos en Facebook encontraramos una notificación: nos cansaríamos. El reforzador (que es esa bola del mundo con su numerito rojo o esa publicación donde nos enteramos que Juanito ha estado en Rusia y ahora está bebiendo vodka con Dimitri; o ese icono del whatsapp ahí arriba del móvil cuando esperamos un mensaje con ganas) perdería su atractivo. Nos engancha mucho más si ese refuerzo se da de vez en cuando que si se nos da cada vez. Además, no sabemos exactamente cuando vamos a ser reforzados. Hemos comprobado si teníamos alguna novedad en Facebook hace dos minutos, pero puede que justo ahora haya algo que sea de nuestro interés, y lo mismo ocurre con el móvil. En el caso de las tragaperras, hemos jugado ya durante 25 minutos, pero es probable que justo dentro de 5 minutos obtengamos un premio.
Somos ratones dando a una palanca
Admitámoslo. No hay diferencia entre el comportamiento de un ratón apretando la palanca compulsivamente para obtener comida, y el nuestro mirando el móvil cada minuto para ver si tenemos un nuevo 'like' en Instagram. Además, en un mundo donde compartir nuestras experiencias casi cuenta más que el vivirlas 
potencia de manera enorme el poder reforzante de un 'Me gusta'. No sería descabellado decir que ello nos refuerza más que al ratón una porción de comida.

Pese a que cada vez es más común ver a gente ensimismada en su mundo digital, tenemos que ser conscientes de que hay muchos 'Facebook' en nuestro día a día, ya que casi todas nuestras conductas son reforzadas de forma variable. Podemos poner miles de ejemplos, si eres de los 80 o 90, seguro que recuerdas esas cantimploras que todos bebíamos de pequeños, con un rasca donde nos podía tocar otra, ¡o no!. Ahora ya sabemos de dónde sacó Mark Zuckernberg la maldita idea. Otro ejemplo puede ser la conducta de ligoteo, donde el azaroso triunfo sentimental tras bailar una dudosa coreografía de 'La Gozadera' a las 5 am en el garito de debajo de casa puede llevarte a repetirlo cada fin de semana.
En definitiva, podríamos decir que la vida es una gran máquina tragaperras. Se trata de descubrir qué palancas nos ofrecen qué cosa y si el apretarlas nos compensa o no el tiempo que ello nos quita (no quiero que Zuckenberg ni Apple me pongan una querella, pero creo que en el caso de las redes sociales ambos sabemos la respuesta). Por cierto, si buscas no mirar tanto el móvil, o no entrar tanto a Facebook, prueba con anotar en una lista las veces que realizas esa conducta, ya que muchas veces lo hacemos de manera inconsciente.
Tu móvil me va a odiar. Alejandro Bascoy


de lne.es