lunes, 29 de septiembre de 2014

y tu, de qué tipo circadiano eres?

La tipología circadiana (matutina, vespertina o intermedia) es una diferencia individual que se ha relacionado con numerosos aspectos de la salud mental. En este estudio se revisan los principales hallazgos publicados en el área. 

Tras la búsqueda bibliográfica en las principales bases de datos se 
seleccionaron un total de 70 artículos publicados en castellano e inglés entre los años 1990 y 2012, recogidos en las bases de datos ISI, Scopus y Medline, donde se muestra que los individuos vespertinos presentan una mayor prevalencia de trastorno afectivo estacional, depresión mayor, trastorno bipolar, esquizofrenia, trastornos de la conducta alimentaria, trastornos del sueño, conductas adictivas, TDAH y mayores niveles de ansiedad que los matutinos.
La tipología vespertina se perfila como un factor de riesgo y la matutina como un factor protector para el desarrollo de diversas psicopatologías, apuntándose como posibles causas polimorfismos de los genes reloj, el jet-lag social y algunos rasgos de personalidad.


La tipología circadiana debe considerarse en la evaluación, tratamiento y prevención de las psicopatologías, pues afecta al inicio, curso, remisión y recaída de las mismas. La utilización de terapia cronobiológica es un factor a tener en cuenta en el abordaje terapéutico cuando la expresión rítmica circadiana se halla alterada.
de psiquiatria.com

lunes, 22 de septiembre de 2014

de la ansiedad


Hace ya algún tiempo os dejamos con la estupenda descripición que de un ataque de pánico nos hacía el escritor Paul Auster, hoy queremos compartir la peculiar visión, pero no menos acertada, de la autora Elvira Lindo sobre el espectro de los trastornos ansiosos, aquí la tenéis:

"Ser ansioso no quiere decir tener cierta ansiedad cuando toca, porque eso es algo saludable; ser ansioso es tener un alien en el estómago y convivir con el monstruo de por vida. El ansioso no suele compartir sus crisis con nadie porque, por un lado, se siente algo avergonzado de generarse a sí mismo tal cantidad de síntomas y, por otro, ni él mismo entiende que sus diversos males sean provocados por la agitación mental. Del miedo a volar, que es uno de los más comunes, a la fobia al queso o a los botones; de los sudores repentinos a la tartamudez; del hormigueo a los mareos; del vómito al miedo a vomitar; de los dolores en las articulaciones a los de cabeza; del estreñimiento a la diarrea; del pavor a hablar en público a pensar que uno puede tirarse desde una ventana al vacío si de pronto siente el impulso. No hace falta seguir, el catálogo es interminable y el cerebro muy imaginativo: cada ser ansioso tiene su abanico de síntomas y neuras que son como una especie de derivación de los miedos existenciales.
La ansiedad excesiva no favorece la creatividad, al contrario, incapacita. Pero como me dijo una vez un amigo psiquiatra: debemos ayudar al ansioso a que se calme, pero no tanto como para borrarle todas sus preocupaciones existenciales. O sea, calmar al atormentado sin convertirlo en un idiota. Ay."

de elpais.com