Un grupo de investigadores afincados en Barcelona desarrolla una
'máquina para ser otro", una herramienta, basada en los principios de la
realidad virtual, que permite experimentar vivencias ajenas y “entrar” en el
cuerpo de otra persona.
Danzar
con los pies de una bailarina, aun estando en una silla de ruedas; compartir el
relato de vida de un inmigrante senegalés que llegó en patera; o saber qué se
siente al tener un cuerpo del sexo opuesto… Y todo, sencillamente, poniéndose
unas gafas de visión virtual, y gracias a un software desarrollado por BeAnotherLab, un colectivo de investigadores afincados en
Barcelona, que desde 2012 trabaja en el proyecto de la “Maquina para
ser otro”. “Nació como una herramienta para promover el debate y el
dialogo social y ahora estamos adaptándola como un instrumento para
experimentos de neurociencia, para crear y medir la empatía social”, relata
desde Barcelona, Philippe Bertrand, experto en comunicación y artes digitales,
y uno de los cuatro componentes de BeAnotherLab.
Se
trata, explican sus creadores, de un proyecto “de bajo coste”, basado en
herramientas de desarrollo open source e inspirado en estudios sobre embodiment,
empatizar con el otro compartiendo sus experiencias corporales, de instituciones
como el Group Ehrsson del Karolinska Institutet de Estocolmo, y de Event Lab,
el Laboratorio de Ambientes Virtuales de la Universidad de Barcelona. Una
apuesta que, hasta ahora, ha producido tres experimentos de “intercambios de
cuerpos”. En dos de ellos hay dos actores que guían a los usuarios en una
experiencia basada en una especie de guion narrativo que permite sumergirse en
la identidad del otro. “Es el protocolo de interacción que usamos porque para
generar la ilusión, la sensación de estar en la piel de otro, en el cerebro hay
que combinar estímulos visuales, táctiles y motores”, explica Bertrand.
Los
creadores del proyecto han recibido ya varias propuestas de colaboración para
nuevas aplicaciones de su “máquina para ser otro”. Entre ellas, su uso para la
rehabilitación de personas que hayan sufrido un ictus y para el diagnóstico de
la anorexia en niños. Pero el reto es, ahora, encontrar financiación. “De hecho
–cuenta Bertrand– tuvimos que parar un tiempo porque todos necesitábamos
trabajar y ahorrar dinero. Y los cuatro estamos en este momento de gira para
recaudar apoyos”.
de elpais.com
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