lunes, 31 de octubre de 2016

maltratadores y su posesión de la verdad

Los maltratadores registran valores altos de autoengaño. 


Cuestionarios completados por 101 hombres condenados por maltratar a sus parejas o exparejas revelan que estos presentan una visión absolutista sobre lo que está bien y lo que está mal, una alta concepción moral de sí mismos y altos niveles de autoengaño. En el estudio, dirigido por la Universidad Complutense de Madrid, se compararon estos resultados con los de varones de conductas no violentas, que no registraron esta visión absolutista ni se autoengañaban tanto.
Para averiguar si los hombres que maltratan a sus parejas actúan así porque creen que su comportamiento es correcto y no acarrea consecuencias negativas, un equipo de científicos dirigidos por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) entrevistó a 101 maltratadores.
Con una media de edad de 37 años –entre los 19 y los 68–, todos ellos habían sido condenados por violencia doméstica y habían iniciado un tratamiento psicológico de doce semanas. La gran mayoría (el 70%) era de nacionalidad española, seguida de latinoamericanos (25%) y de otras nacionalidades de Europa del Este o de África (5%). El 80% carecía de educación universitaria.
Mediante cuestionarios, los investigadores evaluaron el grado en que estas personas creían que sus valores morales eran los correctos y que debían ser adoptados por los demás, lo que se conoce como absolutismo moral. También se midió su autoconcepto moral y su nivel de autoengaño.
Estos resultados, que se publican en la revista Violence Against Women, fueron comparados con los de una muestra opuesta en cuanto al uso de la violencia de 110 psicólogos varones que luchan contra esta desde su ámbito profesional.
Los datos del estudio reflejan que los maltratadores mostraron puntuaciones más altas en absolutismo moral –evaluado con frases como “lo correcto y lo incorrecto no es algo simple como blanco o negro” o “solo hay una forma de pensar y comportarse moralmente”–, en comparación con los hombres que no maltrataban. También puntuaron más en autoengaño. En cuanto al autoconcepto moral, fue similar al registrado por el grupo de psicólogos que participaron en el estudio.
Nuevo marco contra la violencia machista
“Los resultados abren un nuevo marco para entender la violencia de género y posibles nuevas variables de intervención”, indica María Luisa Vecina, investigadora de la facultad de Psicología de la UCM y autora principal del trabajo.
Los resultados muestran cómo la relación entre absolutismo moral y autoconcepto moral desaparece cuando el autoengaño se introduce entre ellos, de tal manera que el absolutismo moral predice un autoengaño alto y éste, a su vez, un buen autoconcepto moral.
“En este marco se conecta la violencia contra la pareja con el paradójico y profundo mundo de la moralidad, apelando a que las creencias morales son experimentadas como verdades universales que se autojustifican en sí mismas, son muy motivantes y están fuertemente conectadas con las emociones, hasta tal punto que la violencia emerge como una respuesta defensiva necesaria cuando son puestas en cuestión”, señala la investigadora.
Esta relación, junto a grandes dosis de autoengaño que impiden ver las consecuencias de las propias acciones, sirve de hipótesis para que los autores continúen con su investigación.
Los científicos recuerdan que estos datos no implican que el autoengaño o el absolutismo moral de los maltratadores sean la causa de la violencia que ejercen.
“En nuestro estudio no tratamos sobre las causas de la violencia, únicamente se muestra un retrato de cómo se encuentran los hombres que inician un tratamiento psicológico por haber ejercido violencia contra sus parejas en términos de absolutismo moral, autoconcepto moral y autoengaño”, subraya la experta.
Este primer estudio de corte exploratorio con una muestra socialmente relevante ofrece datos recogidos en un mismo momento temporal, por lo que sus resultados no permiten hablar de causalidad, según Vecina.

De psiquiatria.com


lunes, 24 de octubre de 2016

¿qué es el nepotismo socialmente impuesto?

Las matemáticas explican también la solidaridad

Un estudio trata de dar respuesta científica a las razones por las que el ser humano se comporta de forma altruista. 

El estudio intenta aportar pistas sobre la solidaridad.  Es fácil entender por qué la selección natural favorece que las personas ayuden a los parientes cercanos: aumenta las probabilidades de que los genes familiares pasen a las generaciones futuras. Pero ¿por qué ayudar a los parientes lejanos? Las simulaciones matemáticas de un antropólogo de la Universidad de Utah sugieren que el "nepotismo socialmente impuesto" dirige este comportamiento.
La teoría clásica de la selección de parentesco sostiene que "no deberíamos ser terriblemente agradables con los parientes lejanos porque no hay mucha ganancia genética", explica Jones en un artículo publicado en 'Plos One'. "Sin embargo, lo que los antropólogos han observado una y otra vez es que una gran cantidad de personas son bastante altruistas hacia los parientes lejanos", añade.


Jones buscó ampliar la teoría clásica con su concepto de nepotismo socialmente impuesto, lo que él llama una "versión mejorada de la teoría de la selección de parentesco" en su trabajo. El nepotismo socialmente impuesto "depende de la regulación moral de la conducta de acuerdo a las normas socialmente transmitidas", escribe en el estudio.
Los hallazgos sugieren que "una gran parte de por qué una persona ayuda a su pariente, incluidos los parientes lejanos, no es necesariamente porque le gusten sus parientes sino porque es su deber, su responsabilidad y a otras personas le importa si lo haces", dice. La teoría básica de la selección de parentesco carece de normas sociales, por lo que "una persona como un individuo decide por su cuenta la cantidad de ayuda que ofrece a alguien sólo por lo mucho que le gusta o no le gusta", destaca Jones.
"Nepotismo socialmente impuesto"
"Pero con el nepotismo socialmente impuesto, un individuo ayuda a alguien aún más por las presiones sociales para hacerlo y recompensas sociales de ayudar. Mejora la reputación, algo que se convierte en más ayuda de otras personas", describe. Este experto señala que el nepotismo socialmente impuesto "puede ayudar a explicar el fenómeno de la reciprocidad generalizada, en la que los miembros de sociedades a pequeña escala basadas en el parentesco comparten alimentos y otros bienes debido a que se supone que deben hacerlo, sin esperar un retorno concreto de los destinatarios".
Esta teoría de la selección de parentesco refleja el hecho de que "los humanos son una especie muy especial debido a lo bien que han creado reglas sociales y las hacen cumplir", según este experto. Y añade: "Esto significa que las relaciones entre parientes funcionan de forma diferente en los seres humanos que en otras especies".
La teoría clásica de selección de parentesco se basa en una famosa fórmula biológica llamada laregla de Hamilton, que se centra en cómo evolucionó el altruismo entre parientes y sostiene que un organismo puede pasar más de sus genes a la siguiente generación a costa de sacrificar algo de su propio bienestar para aumentar la aptitud de un pariente, pero eso es así para los parientes más cercanos y no para parientes lejanos. Es decir, que "una persona debe ayudar a las personas de forma proporcional a la parte de los genes que comparten", resume Jones.
Su nuevo modelo matemático o simulación muestra que es posible vencer la regla de Hamilton si los parientes lejanos se ayudan entre sí según su reputación. El prestigio de cada jugador depende de lo mucho que ayude a otras personas y de la reputación de aquellos a los que echa una mano.
"Cuando se trabaja a través de la matemáticas, resulta que la selección natural puede favorecer un esquema en el que ayudar a algunos miembros de un grupo con parentesco --que nunca devolverán la ayuda--, aumenta la reputación y lleva a otros miembros del grupo a ayudar". Este trabajo parte de uno anterior del propio Jones que implica lo que él llama el juego de los hermanos Karamazov, basado libremente en la novela.
"Dos hermanos tienen la oportunidad de ayudar a un tercer hermano -expone--. Si los dos deciden independientemente uno del otro si le ayudan, se aplica la regla de Hamilton. Pero si uno se acerca al otro con una propuesta, 'Le ayudaré si tú también lo haces', entonces el nivel de altruismo respecto a los parientes puede ser mayor de lo que predice la regla de Hamilton".
Mayor éxito sin esperar nada a cambio
Las personas en la simulación siguieron una de dos reglas matemáticas, que Jones dice que reflejan las normas sociales que dictan cuánto una persona ayuda a los demás y viceversa: reciprocidad casi equilibrada, en la que se ayuda a otras personas en función de lo que ellas te ayuden, y reciprocidad generalizada, en la que una persona ayuda mucho incluso a alguien que no tiene capacidad de devolverle la ayuda porque otras personas lo ven, les gusta lo que ven y aporta una reputación y una recompensa a quien ayuda.
"Ambas normas están circulando alrededor y se puede ver cómo compiten entre sí en una simulación -apunta Jones--. Algunas personas siguen la reciprocidad casi equilibrada y otras personas se rigen por reciprocidad generalizada y un cierto compromiso. Algunos jugadores son muy fuertes y pueden ayudar fácilmente a otras personas y otros son débiles y no pueden".
Después de ejecutar la simulación "para una amplia gama de valores", Jones encontró que las personas que se centran en la reciprocidad generalizada ganan en el juego evolutivo. "Las personas que ayudan a los parientes lejanos, incluso cuando estos no pueden devolverles la ayuda, tienen más descendientes que los que insisten en la compensación", señala.
"Si usted está ayudando a parientes lejanos y no le devuelven la ayuda, entonces, todos los individuos de reciprocidad equilibrada [aquellos que esperan el pago a cambio de ayuda] están mirando y diciendo: 'Qué perdedor' -señala Jones--. Pero si ayuda a los demás y espera algo a cambio en algún momento pero no siempre, entonces tendrá más éxito evolutivamente."
De lne.es

lunes, 17 de octubre de 2016

trastornos por tecnología

Apnea del WhatsApp, depresión de Facebook o síndrome de Google, enfermedades que están provocando las nuevas tecnologías.

El uso inadecuado de las nuevas tecnología ha favorecido la aparición de nuevas patologías como, por ejemplo, la apnea del WhatsApp (ansiedad por consultar mensajes de manera compulsiva), depresión de Facebook (necesidad de visualizar perfiles de otros usuarios como forma de reducir la tristeza al recordar momentos felices del pasado), o el síndrome de Google (el cerebro no logra recordar y olvida datos como consecuencia del uso frecuente de buscadores de Internet).
Así lo ha mostrado un análisis realizado por la consultora de comunicación Torres y Carrera, en colaboración con Evidentia Marketing y expertos en Seguridad y Salud Laboral. Y es que, actualmente, 36 de los 46 millones de españoles tienen acceso a Internet.
Los internautas de España pasan una media de casi seis horas diarias enganchados a la red y, de ellas, 3 horas y 47 minutos lo hacen desde un ordenador y 1 hora y 55 minutos desde un dispositivo móvil. Los principales picos de uso se registran en el marco de la jornada laboral (entre 9.00 y 19.00 horas), un dato que refrenda el peso que han adquirido las redes en la actividad cotidiana.


de psiquiatria.com

lunes, 10 de octubre de 2016

¿te fiarías de ti como testigo o jurado?

¿Puede el cerebro ser ‘justo’ ante la ley?


La neurología, la psiquiatría, la psicología y las neurociencias cognitivas, entre otras, intentan entender el funcionamiento del cerebro en la esfera legal


Cuando en el comienzo de la película se ve a los doce hombres alrededor de una mesa, algunos inquietos o apurados, otros desconcentrados o con angustia, lo que está por suceder es un veredicto que absuelva o mande a la silla eléctrica a un joven acusado de matar a su padre. Así se desenvuelve la votación preliminar que deberá ser unánime y funcionará como el punto de inicio del conflicto que atravesará todo el film: once votan que es culpable, pero uno, tan solo uno, que no. Cuando con fastidio algunos le preguntan por qué, él solo atina a responder: “Tenemos que hablar”. “La duda razonable es imprescindible”, podría haber agregado el personaje de Henry Fonda en Doce hombres sin piedad. Por eso cuando le vuelven a preguntar sobre la culpabilidad o inocencia del muchacho, él dice con seguridad: “No lo sé”.

Más allá del desarrollo de las instituciones, los estudios y redacción de leyes, debemos recordarnos que tanto jueces, como abogados, testigos e imputados son personas con sus memorias, decisiones, emociones y razonamientos humanos. Es por eso que aquellos avances ligados al estudio de la mente necesariamente tienen un impacto en la reflexión y administración del derecho en la sociedad. Así, las neurociencias modernas han dado lugar a nuevas preguntas, impensadas hace unos años atrás en el ámbito de la ley, del tipo: ¿nuestros actos son automáticos o voluntarios? ¿Existe el libre albedrío y la responsabilidad personal? ¿Podemos comprender la impulsividad, la adicción y el cerebro en desarrollo? ¿Interviene en las acusaciones, los testimonios e, inclusive, en los veredictos el sesgo o prejuicio racial? ¿Se puede mediante imágenes cerebrales distinguir la verdad de la mentira?

Un claro ejemplo de esto es la creación del Centro de Derecho, Cerebro y Comportamiento en el prestigioso Hospital General de Massachusetts de la Universidad de Harvard. Este centro reúne a expertos en el campo de la ley, la neurología, la psiquiatría, la psicología y las neurociencias cognitivas, entre otros, con el fin de hacer una traducción científica adecuada de los avances en el estudio del cerebro a la esfera legal.

Los seres humanos tendemos a pensarnos como seres racionales. Sin embargo, en nuestra conducta diaria hay una gran cantidad de sesgos y aspectos emocionales que se apartan de lo que sería una decisión racional. Veamos un ejemplo. Un estudio analizó las sentencias de ocho experimentados jueces israelíes que durante diez meses debían decidir sobre otorgar o no la libertad condicional a 1112 personas presas. El ritmo de trabajo era agobiante, ya que debían decidir por día alrededor de 35 casos. Los resultados de esta investigación demostraron que había un 65% más de probabilidades de que concedieran la libertad condicional si tenían que decidir el caso después del almuerzo y un 0% al final del día. Tomar decisiones es un trabajo mental que requiere de gran cantidad de recursos cognitivos, mayormente localizados en la corteza prefrontal, área clave en la toma de decisiones. Estos recursos tienen una capacidad limitada que se recupera con tiempos de descanso y una alimentación adecuada. En este estudio, el agotamiento de recursos influyó en que los jueces decidieran acudiendo a sus sesgos o cansancio en el final de la jornada. El sistema judicial intenta ser racional y equilibrado, por eso resulta bastante perturbador pensar que pueda ser condicionado por el funcionamiento automático de las decisiones humanas.

Décadas de investigación en neurociencias han dado evidencia de que la memoria es reconstructiva, es decir, los recuerdos no permanecen inalterables y se pueden modificar: en parte son construcciones que reflejan cómo interpretamos nuestras experiencias, en lugar de ser reproducciones literales, fotográficas y objetivas de esas experiencias. Además, la evocación de nuestra memoria puede distorsionar los recuerdos de una manera sutil. La memoria y la imaginación dependen de muchos de los mismos procesos cognitivos y neuronales, por lo que es fácil confundir una experiencia imaginada con una experiencia recordada real. Cada vez que recordamos un evento alteramos el trazado de esa memoria. Estudios de los neurocientíficos Elizabeth Loftus y John Palmer dieron cuenta de que es posible cambiar el recuerdo de los testigos a través de preguntas sugestivas.

En un conocido experimento se les presentó a diferentes grupos de personas el mismo video de un accidente automovilístico y se les pidió que estimaran la velocidad que llevaban los autos al momento del impacto. Los participantes tendían a recordar que iban a mayor velocidad cuando en la pregunta se usaba verbos como “embistieron” y mucho menos velocidad cuando se usaba verbos como “entraron en contacto”. Lo que es más sorprendente es que cuando se les preguntaba si habían visto vidrios rotos, el doble de personas contestaba que sí cuando se usaba un verbo más intenso en comparación a cuando se usaba uno más atenuado. Estos resultados demostraron que el modo en que se realizan las preguntas (incluso ciertas afirmaciones) durante un interrogatorio puede influir sobre la manera en la cual recordamos un evento. Este experimento evidencia lo maleable que pueden ser nuestros recuerdos por la sugestión.

Hoy, además, sabemos que el porcentaje de error en la identificación en una rueda de reconocimiento es excesivamente alto (entre un 40% y un 70%) y su valor diagnóstico de la implicación de alguien en un delito es realmente muy bajo, prácticamente lo que esperaríamos producto del azar. Por otra parte, distintas investigaciones sugieren que el sesgo o prejuicio racial es básicamente automático, por lo cual también podría operar sobre la percepción, el reconocimiento y/o el testimonio. Asimismo cuando una persona es testigo de un suceso y después adquiere información nueva sobre ese hecho, esta puede provocar alteraciones en su recuerdo. Si esa nueva información es falsa, entonces es posible que dé lugar a errores en el informe de memoria del testigo. En los Estados Unidos alrededor de trescientos individuos fueron liberados luego del análisis de la evidencia de material genético en la escena del crimen. Más del 70% de estas personas habían sido condenadas en base a la memoria de testigos. Estos testigos no eran mentirosos, sino gente común convencida de que su memoria era precisa y lamentablemente para los condenados no lo había sido.

La psicología del testimonio es una rama de la psicología jurídica que estudia la exactitud y credibilidad del testimonio. La capacidad de un testigo para percibir no suele ponerse en duda ni por el sentido común (a mí no me lo contaron, se suele decir comúnmente para dar valor de verdad) ni en muchos casos por la propia justicia (de lo que hablamos no es del flagrante falso testimonio). Esta presunción debe ser modificada, puesto que el testigo debería ser sometido a una serie de pruebas para determinar su capacidad de percepción. La exactitud del testigo hace referencia a si los hechos que relata han sucedido tal como él dice; en tanto que la credibilidad del testigo se refiere a si se considera que ese testigo o una parte de su declaración inspira confianza e induce a creer que los hechos sucedieron tal como declara.

En otro orden, hay casos dramáticos dentro del ámbito jurídico que involucran cuestiones éticas sobre las que las investigaciones en neurociencias tienen mucho para aportar. El estado vegetativo suele ser permanente luego de tres meses de un daño cerebral por anoxia (deprivación de oxígeno) o de doce meses luego de un traumatismo de cráneo. Un caso muy impactante en los Estados Unidos fue el de Terri Schiavo (una paciente en estado vegetativo permanente), que dividió a la sociedad: ella aparecía despierta (sus ciclos vitales eran normales), pero no consciente (conectada con el entorno). Frente a esa situación constante, el marido quería desconectarla y sus padres no. 

Este tipo de casos generan un debate ético relacionado con la naturaleza de la conciencia, la calidad de vida, el valor que la sociedad le atribuye a la vida y cómo manejamos la incertidumbre. En algunos pacientes en estado vegetativo se observa, con las neuroimágenes modernas, activación cerebral ante ciertos estímulos. Los datos de estos experimentos y de otros similares permiten estudiar las bases neurales de la conciencia. Sin embargo, hay que ser muy cautos, ya que la existencia de actividad cerebral no significa que la red de conciencia esté preservada: se trata de islas de reserva cognitiva que no representan un sistema integrado de conciencia.

La interacción entre la ciencia y otras disciplinas que parecen ajenas permiten poner en cuestión ciertas seguridades y patrones que muchas veces parecen inamovibles. Esto no vale únicamente en este caso para el derecho o la historia, también sirve para tensar las seguridades de la ciencia. Como lo pidió el Jurado 8 en Doce hombres sin piedad, debe existir diálogo entre juristas, neurocientíficos y profesionales de otras disciplinas y determinar así de manera crítica y consensuada en qué ámbitos y medida los estudios sobre el funcionamiento de los procesos mentales pueden ser utilizados eficazmente para producir innovaciones en el sistema legal. Este campo común de trabajo brindará herramientas para una mejor justicia, es decir, para una mejor vida en comunidad.


de elpais.com


lunes, 3 de octubre de 2016

mejora su cerebro con la música

La música activa el cerebro de los bebés

Investigadores de EE UU vinculan la detección de patrones musicales con el aprendizaje del habla


La música mejora el desarrollo cerebral de los bebés, así lo concluye un estudio elaborado por el Instituto de Aprendizaje y Neurología de la Universidad de Washington (Seattle, EE UU)  y publicado esta semana en National Academy of Sciences. “Exactamente ciertas melodías mejoran el procesamiento cerebral de pequeños de nueve meses, tanto en lo que se refiere a la música como a nuevos sonidos del habla”, según se explica en un comunicado. “Nuestro estudio”, continúan los autores, “sugiere que experimentar patrones rítmicos musicales mejora la habilidad de detectar y predecir patrones rítmicos del habla. Esto significa que escuchar música en edades muy tempranas puede tener un efecto global en las habilidades cognitivas de los bebés”, aseguró la autora principal, Christina Zhao.
Para los autores, estos experimentan un mundo complejo donde los sonidos, luces y sensaciones varían constantemente. La prueba consistía en que los bebés reconocieran los patrones de actividad y así predecir lo que viene después. “La percepción de patrones es una importante habilidad cognitiva y mejorar esta cualidad a edades tempranas puede tener efectos a largo plazo de aprendizaje”, aseguran. El objetivo del estudio era averiguar si enseñar a los niños ritmos musicales podría ayudarles también a reconocer los ritmos del lenguaje.
Como la música, el lenguaje es rítmico
Para los autores, el ritmo de las sílabas ayuda a quien escucha a definir y discriminar entre un sonido del lenguaje u otro y, además, a entender lo que se dice. “Y esta es la habilidad que permite a los bebés distinguir los sonidos y así poder hablar”, recalcan. Una semana después del ensayo, las familias regresaron para que los autores pudieran medir sus respuestas cerebrales. Una vez en los escáneres, los bebés pudieron escuchar música y palabras, todo aderezado con un ritmo ocasionalmente interrumpido. Y los cerebros de los pequeños mostraron que podían detectar esa interrupción. Los investigadores focalizaron su atención en dos áreas del cerebro: el córtex auditivo y el córtex prefrontal.
Los investigadores recomiendan aumentar las experiencias con música en los colegios, ya que mejoran sus habilidades cognitivas. "Los efectos de la música van más allá de la música en sí. Experimentarla tiene el potencial de aumentar estas habilidades y mejorar la capacidad de los niños para detectar y reacciona rápidamente a  los patrones en  el mundo, algo muy relevante en un mundo actual tan complejo", terminan.




de elpais.com