Los lectores están más contentos y
satisfechos que los no lectores y, en general, son menos agresivos y más
optimistas, según un estudio reciente de la Universidad de Roma III.
La lectura nos hace más
felices y nos ayuda a afrontar mejor la existencia. Los lectores están más
contentos y satisfechos que los no lectores, en general son menos agresivos y
más optimistas”. Quienes lo dicen son los responsables de un análisis reciente
elaborado por la Universidad de Roma III a partir de entrevistas a 1.100
personas. Aplicando índices como el de la medición de la felicidad de Veenhoven
y escalas como la Diener para registrar el grado de satisfacción con la vida,
los investigadores han llegado a estas conclusiones que demuestran, como dice
Nuccio Ordine, autor del manifiesto La utilidad de lo inútil, que “nutrir el
espíritu puede ser tan importante como alimentar el cuerpo” y que necesitamos,
mucho más de lo que pensamos, esas experiencias y conocimientos que no se
traducen en beneficios económicos.
¿Cómo nos sentimos y qué cambios experimentamos cuando nos sumergimos en una historia? ¿Tiene un efecto transformador? ¿Nos hacen ver los protagonistas de las ficciones nuestras contradicciones y deseos? ¿Nos recuerdan cosas esenciales, tal vez olvidadas?
La ciencia cada vez tiene más recursos para contestar a estas preguntas. Artículos en revistas especializadas dan cuenta de los resultados de resonancias magnéticas que revelan la alta conectividad que se produce en el surco central del cerebro, región del motor sensorial primario, y en la corteza temporal izquierda, el área asociada al lenguaje, mientras leemos un libro y tras acabarlo.
El estrés se reduce y la inteligencia emocional sale ganando, así como el desarrollo psicosocial, el autoconocimiento y el cultivo de la empatía, según un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Emory, en Atlanta, que siguieron las reacciones de 21 estudiantes durante 19 días consecutivos. La lectura puede incluso modificar comportamientos a través de la identificación con los protagonistas de la literatura, sostiene Keith Oatley, novelista y profesor de Psicología Cognitiva de la Universidad de Toronto.
“Nos cuesta mucho ponernos en los zapatos del otro en el día a día, pero ¿cuántas veces nos hemos puesto en la piel del personaje de una novela? Empatizamos con él y nos ayuda a entender mejor las señales de los demás”, argumenta Antonella Fayer, psicóloga y coach especializada en desarrollo de liderazgo, quien asegura que “las lecciones que encontramos en la literatura sobre dilemas morales y emocionales son necesarias para cualquier persona, muy especialmente para líderes y políticos, que están convencidos de que no tienen tiempo. Actúan, juzgan y sueltan discursos, pero les convendría parar y acceder a lecturas para mejorar su comprensión de los otros”, señala Fayer, aludiendo a las palabras de Alan Brew, exeditor de Financial Times. “Leer a los grandes escritores te hace una persona mejor preparada para tomar decisiones creativas, interesantes y educadas”.
El convencimiento de los beneficios de la lectura es el motor de School of Life, centro londinense de biblioterapia que prescribe libros para ayudar a superar conflictos (ruptura, duelo…). Como dice el filósofo Santiago Alba Rico, autor de Leer con niños, un ensayo que estimula en los padres el placer de compartir relatos con sus hijos, la lectura, como el enamoramiento, es un “vicio virtuoso”. Cuando conocemos los bienes que nos proporciona, no podemos dejar de practicarla. Vayamos pues a la literatura, como invitaba Cortázar, “como se va a los encuentros más esenciales de la existencia, como se va al amor y a veces a la muerte, sabiendo que forman parte indisoluble de un todo y que un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y su última página”.
¿Cómo nos sentimos y qué cambios experimentamos cuando nos sumergimos en una historia? ¿Tiene un efecto transformador? ¿Nos hacen ver los protagonistas de las ficciones nuestras contradicciones y deseos? ¿Nos recuerdan cosas esenciales, tal vez olvidadas?
La ciencia cada vez tiene más recursos para contestar a estas preguntas. Artículos en revistas especializadas dan cuenta de los resultados de resonancias magnéticas que revelan la alta conectividad que se produce en el surco central del cerebro, región del motor sensorial primario, y en la corteza temporal izquierda, el área asociada al lenguaje, mientras leemos un libro y tras acabarlo.
El estrés se reduce y la inteligencia emocional sale ganando, así como el desarrollo psicosocial, el autoconocimiento y el cultivo de la empatía, según un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Emory, en Atlanta, que siguieron las reacciones de 21 estudiantes durante 19 días consecutivos. La lectura puede incluso modificar comportamientos a través de la identificación con los protagonistas de la literatura, sostiene Keith Oatley, novelista y profesor de Psicología Cognitiva de la Universidad de Toronto.
“Nos cuesta mucho ponernos en los zapatos del otro en el día a día, pero ¿cuántas veces nos hemos puesto en la piel del personaje de una novela? Empatizamos con él y nos ayuda a entender mejor las señales de los demás”, argumenta Antonella Fayer, psicóloga y coach especializada en desarrollo de liderazgo, quien asegura que “las lecciones que encontramos en la literatura sobre dilemas morales y emocionales son necesarias para cualquier persona, muy especialmente para líderes y políticos, que están convencidos de que no tienen tiempo. Actúan, juzgan y sueltan discursos, pero les convendría parar y acceder a lecturas para mejorar su comprensión de los otros”, señala Fayer, aludiendo a las palabras de Alan Brew, exeditor de Financial Times. “Leer a los grandes escritores te hace una persona mejor preparada para tomar decisiones creativas, interesantes y educadas”.
El convencimiento de los beneficios de la lectura es el motor de School of Life, centro londinense de biblioterapia que prescribe libros para ayudar a superar conflictos (ruptura, duelo…). Como dice el filósofo Santiago Alba Rico, autor de Leer con niños, un ensayo que estimula en los padres el placer de compartir relatos con sus hijos, la lectura, como el enamoramiento, es un “vicio virtuoso”. Cuando conocemos los bienes que nos proporciona, no podemos dejar de practicarla. Vayamos pues a la literatura, como invitaba Cortázar, “como se va a los encuentros más esenciales de la existencia, como se va al amor y a veces a la muerte, sabiendo que forman parte indisoluble de un todo y que un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y su última página”.
Fuente Culturamas